Puan es una comedia sofisticada y entretenida, dirigida por María Alché y Benjamín Naishtat, protagonizada por Marcelo Subiotto, Leonardo Sbaraglia, Alejandra Flechner entre otros, ambientada en el emblemático edificio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. En la primera entrega de los Martín Fierro de Cine y Series, se llevó siete premios, entre ellos los de categorías decisivas en este tipo de ceremonias como “dirección”, “guion” y “película”. Pero más importante que eso, fue caja de resonancia sobre el candente tema de la financiación de la universidad pública que generó un gran debate nacional en las últimas semanas.
La historia de Puan es bastante simple pero no por ellos menos profunda. El protagonista es un profesor de filosofía (Subiotto) que enfrenta a un momento crucial en su vida y en su carrera académica. Cuando muere el titular de la cátedra, su jefe y mentor, el hombre considera -con razón, puede decirse- que debe ser el sucesor natural. Pero la llegada de un colega con variados y decisivos méritos académicos (Sbaraglia), complica la situación. El profesor recién llegado de Europa tiene la intención de tomar la cátedra vacante, y así los dos se convierte en rivales.

El enfrentamiento se entrelaza con subtramas que incluyen aspectos familiares, sociales y educativos. Algunos menores, otros mayores. Hay imágenes, guiños y chistes ocultos y no tanto, sobre el clima que se respira en cualquier facultad de la Argentina. Como pocas veces el cine argentino cuenta con pelos y señales eso (corresponde mencionar aquí a El estudiante, la película de Santiago Mitre de 2011, que también apuntaba a ese retrato “costumbrista” de la cultura universitaria argentina).
En sus imágenes y ambiente general, más allá de la trama narrativa, Puan captura un particular zeitgeist que se manifiesta a través de la arquitectura, la discusión ideológica y las marcas del tiempo en murales y afiches que decoran pasillos y aulas. De alguna manera, la película destaca el contraste entre la rutina académica y los ecos de la actividad política que resuenan en sus paredes.

Con sobrada precisión, el film aborda cómo la ficción refleja las tensiones del presente en Argentina. Es “política” porque la vida cotidiana de los protagonistas así lo refleja. La esposa del profe que quiere ser titular pero no lo será, es una abogada feminista que organiza reuniones en su hogar, mientras que él debe enfrentar las dificultades de un salario universitario insuficiente. Completa sus ingresos con clases en un barrio popular bajo la vigilancia de un gendarme y también, contrastes de nuestra realidad, en la casa de una anciana burguesa, cuyo entorno lo percibe como una figura intrusiva.
No es objetivo de esta nota contar cómo termina la película, pero bien resaltar que todo cobra sentido cuando la facultad sufre las consecuencias de un “ajuste” y se inicia un movimiento de resistencia a los recortes de financiamiento. Naturalmente, como tantas veces -tampoco es que la película descubre la pólvora-, estudiantes, profesores y personal no docente asumen la vanguardia de la protesta. Hay una emblemática clase abierta en plena calle cortada, y una asamblea dónde se escuchan los argumentos en favor de sostener la educación universitaria, pública y gratuita. Cualquier parecido con la realidad, no es pura coincidencia.

Todo lo que sucedió el lunes por la noche en la Usina del Arte, durante la entrega de los Martín Fierro, rodeó el tema a lo largo de toda la ceremonia. Distintos ganadores hablaron de la universidad pública, de su importancia y de la necesidad de no perder de vista el peligro que acecha. Los directores fueron explícitos en varias de sus intervenciones, e incluso -en el mayor golpe de efecto de la noche- invitaron al decano de Filosofía y Letras a subir al escenario y pronunciar un vibrante discurso.
El discurso de Ricardo Manetti fue intenso y emocional. “Yo también soy primera generación de universitarios. Enseño cine argentino, y defiendo el cine argentino”, agregó. “Ir a la facultad transforma vidas, familias, cumple sueños y proyectos y es fundamental para el desarrollo de la educación en nuestra país (...) Están queriendo hacer desaparecer nuestra universidad pública. Quiero hablarle a los que están mirando: la universidad publica es un emblema, un orgullo para nuestra país, todos y todas tenemos que defenderla porque es el modo de defender nuestro futuro”, concluyó visiblemente emocionado.
En el final de su discurso, citó a Osvaldo Bayer (“lo que no tuvieron coraje de hacer los denominados representantes del pueblo, lo hacen los estudiantes”) y el círculo cerró. Un premio para Puan sirvió para que una autoridad de la universidad pública hable en una entrega de premios del mundo del espectáculo -en prime time televisivo- y el recorte en video rebote y circule en redes sociales desde la medianoche del lunes. Así seguirá durante hoy martes, seguramente. Objetivo cumplido para una simple película de profesores en disputa por la titularidad de una cátedra.
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