
Frente a una sociedad apagada por la violencia y la precariedad “¿cómo te revitalizas?”, se cuestiona la escritora ecuatoriana Mónica Ojeda al pensar en la reciente visita que hizo a su país. “Con cultura”, se responde, porque “teje comunidad donde las políticas del terror quieren individualizarnos, separarnos”.
Con esta reflexión la autora aterriza en México en una entrevista con EFE, después de haber presentado su nueva novela Chamanes eléctricos en la fiesta del sol (2024) en la feria del libro de su ciudad natal, Guayaquil, y también en Quito, un lugar al que no iba desde hace nueve años.
En este breve regreso a Ecuador admite que le “descorazona” ver a un Guayaquil invadido por la necropolítica de “los sicariatos”, donde a la población se le están arrebatando con violencia sus espacios públicos, sus necesidades básicas y su tiempo en vida. Sin embargo, le “llena de fuerza” haber constatado que en algunas partes de su país “la cultura está tratando de sobrevivir a las necropoliticas estatales”.
Los espacios públicos para la cultura se están reduciendo, cuenta la joven creadora, pero las personas están haciendo de sus casas los refugios temporales de la cultura ecuatoriana.

“Qué cosa más política hay que esa, pese al peligro, pese al riesgo, pese a todo, se están haciendo actos culturales al interior, como una especie de reclamo a los espacios públicos y, también, como un gesto de hacer comunidad frente a las políticas del terror que quieren encerrarnos y separarnos“, advirtió la finalista del National Book Award por Mandíbula (2018), en 2022.
Entonces, explica, “pese al dolor, la pérdida y las necropolíticas siempre hay una pulsión de vida muy fuerte y está en la comunidad, en el arte, en la poesía, en la música, en el movimiento como creador de cosas nuevas”.
El anhelo como pulsión literaria
Como sus pares ecuatorianos, Ojeda vive esa misma “pulsión de vida”, pero lo hace con la escritura y a la distancia desde que reside en España, y confiesa que ese “anhelo por su tierra, por sentir algo que no tiene” le permitió escribir este último libro publicado por Random House.
“Yo escribí esté libro en 2018 cuando estaba desarraigada, estaba pasando por dolores muy intensos y lo que me tranquilizaba era ponerme música, leer libros, asistir a recitales, era lo que me daba esperanza por la vida”, dice la escritora sobre su novela.
Un texto catalogado como terror gótico andino donde, al igual que la autora, Noa, una de las protagonistas, busca un refugio temporal en la música de la tempestuosa geografía andina frente al destino violento de su lugar de origen: Guayaquil.

Conjurar con la palabra
En este viaje de Noa, con su amiga Nicole, al macrofestival Ruido Solar que erupciona en las faldas de los volcanes de los Andes, persiste la “geografía alucinada” de Ojeda. Un arrebato mágico donde la escritora conjura con la palabra para revivir cuerpos mitológicos latinoamericanos, como los Diablumas, o territorios con ecosistemas vivos que habían estado dormidos en el relato occidental contemporáneo.
“Escribir es jugar a creer en la ficción que estás construyendo para llegar a una especie de arrebato mágico, si llegas al arrebato mágico creo que te sale algo intenso, creo en la escritura como un cuerpo vivo que me hace creer”, revela.
En esta y en su próxima obra, aseguró que seguirá creando a partir de esta “geografía alucinada”, una donde no caben las fronteras ni los géneros literarios, solo el anhelo de imaginar una “geografía que no está fracturada”.
“Yo no me llamaría una escritora del gótico andino, solo a algunos de mis libros. Quiero que lo próximo sea en la zona insular, en las islas Galápagos, entonces me voy a ir moviendo a lo gótico tropical, a lo gótico selvático (...) Me hace bien pensar que la geografía no está fracturada, pensar a mi territorio abrazado”, sostiene con fuerza en México, donde asistió a la Feria Internacional del Libro Monterrey, norte del país.
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