
El daño. Es eso. Para narrar así hay que estar roto. Tiene que haber algún tipo de herida, algo que nos haya partido al medio. Lo dijo Nicolás Isola en su taller de storytelling cuando confesó- a corazón abierto- su historia personal: una madre alcohólica, una infancia arrasada. También lo expresó Alejandra Kamiya. Ella presentaba su trilogía en una librería y le preguntaban si había algo de autobiográfico en sus cuentos. “Los escritores tenemos problemitas”, dijo. Y puede ser. Puede ser que allí resida el punto de encuentro de algunos autores que escriben para gritar, aunque lo hagan en voz baja. Puede que el trauma, el dolor o todo eso junto sea finalmente el disparador de grandes historias. De esas que cautivan o hielan la sangre. O ambas.
Y definitivamente algo de esto hay en Virginia Feinmann, donde el daño se traduce en trece historias que no tienen nombre ni perdón. La foto de portada del libro ya es tremenda. Pero no por lo explícita. La imagen de Paula Conti da frío. Anticipa de algún modo ese viaje de 175 páginas que no hace otra cosa que develar el alcance de lo siniestro en la vida de cada uno de los personajes (y de nosotros también).
Hay una madre que oculta algo que le hizo a su bebé. Hay una nena de 14 que se ve a escondidas con un desgraciado de 42. Hay dos amigas que experimentan el glorioso martirio de Santa Úrsula (terrible cuento que sucede en un colegio de monjas). Hay un tío que le dice a su sobrinita que son novios. Y hay un hilo conductor que tiende un puente entre los 13 relatos de Para que estés cómoda. Y lo hace de un modo sutil, delicado, devastador.

El bebé de mamá es el primero y narra la historia de una señora de 85 años que está en un geriátrico. Un día la visita su hija y la anciana le confiesa que está embarazada. “Era septiembre cuando mamá empezó a decir que iba a tener un bebé. Lo repetía tanto que mi hermana buscó si era científicamente posible”. Pero: ¿puede una mujer de esa edad gestar? Me parece que no. Y en el momento en que entendemos eso, la autora nos golpea. Nos deja knock out. Vejez vulnerable y lo indecible que amenaza. Está ahí pero no queremos saber. La hija, menos.
El relato número 6 lleva el mismo título del libro: Para que estés más cómoda y agrega un dato más: en el auto. “Me preguntó cuántos años tenía. Catorce le dije. Le pregunté a él. Tenía 42. Me pasa a buscar por el colegio. Tenía un auto blanco. (…) me regaló un almohadón, rojo con dibujos negros. -Para que esté más cómoda en el auto - me dijo”. Con pluma maestra la escritora desliza la anomalía por debajo de la puerta y entonces lo que parecía una narración inocente ya no lo es. “Tengo frío - le dije- Así que me bajó la camisa despacio, abrochó el primer botón, subió mi asiento y me llevó a casa”. La impotencia lo invade todo. Y la sensación de que algo va a explotar, mucho más. Pero sigo.
Una madre, dos hijas, una empleada
Elsa , es el cuento número 9. Una madre, dos hijas y una empleada doméstica. Todo muy lindo hasta que empiezan las cosas raras. “La estrechó para mostrarle (…) le doy besos, amor, amor te necesito, ella se sube a la cama de arriba, yo también (…) me late el corazón. Me dan unas ganas tremendas de hacer pis”. La que habla tiene nueve años y medio, casi diez y dice que va a tener un hijo con la persona que la mamá contrató para cuidarla. La acción sucede en la habitación de servicio de la casa. Fin.
El despertar sexual , la confusión, la inocencia y la fragilidad son malversados por malos presagios que – indefectiblemente - se cumplen e impactan de lleno en los protagonistas (y en nosotros ni te cuento). Y ahí mismo es cuando lo inenarrable te mira a los ojos y nunca más te podrás escapar. Es agobiante. Sofoca. Quema.
En los relatos de Virginia Feinmann la sospecha está en el aire y es la imaginación del lector la que completa el mensaje. En sus páginas el abuso se filtra por cualquier lado: en la consulta con un kinesiólogo, en una residencia para ancianos, en el cuarto de la empleada doméstica, en el auto, en la habitación de un internado de monjas o en las cuentas que hace una pareja a fin de mes. Hay una tensión bien lograda entre lo autobiográfico y la invención y cada línea de lo escrito nos sugiere que algo anda mal. Muy mal. Aun así, en medio de sopapos que aturden, la lectura provoca sentarse en el sillón de la portada, pero ¡cuidado!: puede ser que esa poltrona de cuero tan seductora no sea tan cómoda como promete.
Quién es Virginia Feinmann
♦ Virginia Feinmann es escritora y traductora.
♦ Publica ficción breve en el suplemento literario de Página 12 y en las revistas Letras Libres, El Coloquio de los Perros y Socompa.
♦ En 2016 publicó Toda clase de cosas posibles, una compilación de sus microrelatos en redes sociales.
♦ En 2018 apareció Personas que quizás conozcas. Y en 2021 coordinó Diarios de cuarentena. Desde 2021 dicta el taller Narrar lo imperdonable. Ocho cuentos sobre abuso sexual en la infancia.
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