
Los entresijos de una familia dedicada a las apuestas en Buenos Aires están en el centro de Algo viejo, algo nuevo, algo prestado, la película de Hernán Rosselli hecha a partir de grabaciones reales. Parte de la sección paralela de la Quincena de Cineastas de Cannes, cuenta el apogeo y el ocaso de una familia, los Felpeto, que administran un negocio de quinielas, una especie de apuestas clandestinas. Tras la muerte del padre, su mujer Alejandra y su hija Maribel tienen que hacerse cargo de la gestión.
Este proyecto surgió, explica el director, de una forma “totalmente fortuita”. Una de las protagonistas, Maribel, conocida suya de hace años, le mostró en 2017 videos caseros que el padre había filmado entre 1986 y 2000. “Los vi y me pareció increíble, no eran películas familiares, sino que tenían una pequeña puesta en escena”, cuenta Rosselli, y precisa que en realidad esta familia no tiene nada que ver con el mundo de las apuestas.
Para el cineasta, que es editor y está acostumbrado a asimilar grandes cantidades de material, era como “un tesoro”, y enseguida pensó que tenía que hacer algo con él, más allá de un documental o material de archivo. Empezó a reunirse con la familia y a plantear la posibilidad de hacer una película, que recreara de forma imaginaria su historia.

“En esos primeros encuentros, hablábamos de cine y hablábamos de las películas que tuvieron un gran impacto en la clase trabajadora italoargentina del suburbio, como El padrino, Érase una vez en América”, recuerda Rosselli. Hasta que en un momento dijo: “Filmemos El padrino, filmemos una película de gángsters”.
“Fantasía inventada”
En esta “fantasía inventada”, los Felpeto se animaron a actuar y “enseguida entendieron la lógica del juego, de la ficción”, afirma. Rosselli compone entonces una narración-mosaico que incluye grabaciones familiares, imágenes de cámaras de seguridad y nuevas tomas, donde los límites entre ficción y documental desaparecen.

Además de crear la intriga alrededor del negocio quinielista, el cineasta añade una trama sobre una cuestión más personal: mirando en las redes sociales de su padre fallecido, Maribel descubre que pudo tener un hijo con otra mujer, contacta con él y empieza a frecuentarlo.
Rosselli insiste en que creando una obra ficticia ha podido “contar esos dramas familiares que en una película más abiertamente documental quizás hubiesen sido más dolorosos”.
A pesar de que no tenían experiencia, las dos mujeres protagonistas, Alejandra y Maribel, no tuvieron problemas para pasarse al lado ficticio y actuar, sobre todo porque estaban acostumbradas a ser filmadas por el padre. “En el momento en el que empezamos a filmar y a ensayar se movían como peces en el agua, con total naturalidad”, asegura.

El director no pensaba en un principio que tendrían tanta importancia en la historia, pero el material grabado impuso que madre e hija llevaran el peso del negocio familiar.
Rosselli, cuya primera película Mauro (2014) ya abordaba el tema del dinero y los billetes falsos, ya está preparando un nuevo proyecto, La escuela pesada. Su idea es firmarlo el año que viene, pero con los recortes que el gobierno argentino está imponiendo en el sector cultural argentino, dice que no está seguro de que se pueda hacer.
Fuente y fotos: AFP
[Foto: Esther Sánchez/ AFP; MPM Premium]
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