El corazón del daño, de María Negroni, es un un viaje al origen y al sentido de la escritura: un relato extraordinario y de aliento poético -es una novela pero también un diario, un poema largo, un ensayo filosófico- en el que su autora va desgranando una pregunta honda, que emerge de a poco como una extraña criatura, tras la muerte de su madre: quién fue esa mujer asmática y temperamental. Cuáles fueron las claves de ese vínculo que ha sido -y seguirá siendo- su gran obsesión amorosa a lo largo de los años.
Interpretado por la inmensa Marilú Marini, ese texto cobra una profundidad conmovedora, y sentidos nuevos, como si la actriz se viera poseída -y se desdoblara- en esas dos mujeres que han hecho todo y más porque las exigencias, los mandatos y el amor les permitiera vivir sin matarlas.

“Mi madre: la ocupación más ferviente y más dañina de mi vida. Nunca amaré a nadie como a ella (…) Nunca sabré por qué mi vida no es mi vida sino un contrapunto de la suya, por qué nada de lo que hago le alcanza”, dice la actriz que interpreta con maestría esta joya literaria en que la prosa encuentra su pulso en la poesía, y cada palabra tiene peso.
El público del teatro El Picadero, donde la obra acaba de estrenarse, asiste al milagro: en Marini habitan, de manera inesperada, la potencia de esa madre que no tiene miedos y la fragilidad de una hija temerosa, que ha hecho sin embargo de la escritura una estrategia para la supervivencia, y además domina la belleza del lenguaje.
Por momentos, esa madre encarna la hostilidad, el escándalo del desamor. La hija dice: “El odio es un amor herido”.

Esa madre es también, y de modo simultáneo, el origen del lenguaje y del silencio.
Pero la hija, es dueña de la libertad de contar, de recrear la vivencia con sus palabras, y esa es, finalmente, la gran revancha, la definitiva, el punto final. La escritora -la hija- tendrá la última palabra, porque las palabras son suyas.
Es la que se apropia del recuerdo y reversiona la propia historia. Es la que se refugia en la poesía. ¿Qué es escribir? “Saber o no saber. Saber y no saber”.
La poesía -entiende, intuye- reemplaza lo que no se sabe, lo que no hay; por la alegría, acaso incongruente, de intentar nombrarlo.
* El corazón del daño puede verse en el teatro El Picadero (Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857), de miércoles a domingos a las 20 hs.
[Fotos: Vanessa Rábade]
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