
Hay un gurú de la crónica llamado Gay Talese que sostiene, entre otras cosas, que la entrevista no consiste tanto en la dinámica de pregunta-respuesta registrada con un grabador, como en eso que él llama «el arte de frecuentar»: visitar a una persona tantas veces como sea posible, apostando a que esa recurrencia raje la máscara que todos usamos cuando hablamos con desconocidos y, en consecuencia, termine dando lugar a alguna forma de verdad personal.
Con esa máxima en la cabeza, hace poco más de diez años fui a una cárcel para entrevistar a un hombre indispensable para un libro que yo estaba escribiendo. Mi objetivo era hacer un primer acercamiento informal —el hombre no me esperaba, así que fui sin grabador ni libreta de notas— y acordar ahí una fecha para el siguiente de varios encuentros. Eso hice. Llegué, hablé, planifiqué, me fui. Y en ningún momento de ese idilio con «la entrevista perfecta» imaginé que, después de que yo me fuera, mi entrevistado hablaría con su abogado, el abogado le prohibiría volver a hablar con la prensa, yo me quedaría sin mi «arte de frecuentar» y mi libro entraría en un área de zozobra de la que al final pude zafar, aunque con demasiado esfuerzo.
Cada tanto uso esta anécdota para contar en qué medida debemos entrevistar como si fuera la única vez en la que eso será posible (Nada sucede dos veces: nunca más atinado el título de este libro), en qué medida «el método» no debe estar encima del sentido común construido por el periodismo desde su origen —que se basa en interpelar «lo otro» acompañados por dispositivos de registro—, y hasta dónde la entrevista como género debe ser tomada más en serio.

Y es que la entrevista está subvaluada. Desde el último «nuevo boom» de la crónica latinoamericana —que se inició a principios del siglo XXI— la dinámica de pregunta-respuesta dejó de ser un objetivo en sí mismo y se convirtió en el medio para llegar a un estadio siempre entendido como «superior»: el del periodismo narrativo; el de la forma y la intención literaria irrigando estéticamente el universo de los datos. Ese desplazamiento, alineado con la era de la posverdad (no importa tanto lo que ocurre, sino cómo lo cuentes), hace de la entrevista, al menos para mí, un recurso nostálgico y reivindicatorio de la voz del otro.
En esa línea pongo el libro de Pablo Perantuono: una compilación de entrevistas hechas para diversos medios (a las que se suma un bonus track de crónicas del yo en el último quintil del libro), que retoma la época dorada de un género que brilló en revistas como Playboy o The Paris Review; en las que sucede algo tan simple, tan complejo y tan menospreciado como la pregunta y la respuesta; y en las que importa no solo la mirada del autor sobre el entrevistado —que en este libro también está—, sino especialmente la mirada que el entrevistado imprime sobre el mundo que lo rodea.

Nada sucede dos veces reúne a muchas de las figuras más relevantes de la cultura argentina —incluso latinoamericana— contemporánea, y funciona como una construcción colectiva que permite intuir las certezas, las vacilaciones y los matices que hacen a nuestra identidad artística y social. Ricardo Darín, Andrés Calamaro, Palito Ortega, Leonardo Favio, Guillermo Coppola, Hermenegildo Sábat, Ofelia Fernández, Camila Sosa Villada y el Indio Solari —la figurita imposible del álbum de cientos de periodistas— en la mejor entrevista que alguna vez le hicieron… Ellos, entre muchos otros que también están, pasaron por el oficio de Pablo: un interlocutor que puede sostener con aparente naturalidad una conversación sobre política, música, fútbol, libros o cine, y que logra que las palabras del otro brillen y se expandan cruzando las infinitas puertas que Pablo abre cuando pregunta.
En ese cruce guiado por el buen oficio periodístico, y presentado en el texto por un pulso literario simple —es un elogio— y con destellos de sofisticación, está eso que al menos yo busco cuando pienso en una entrevista: una figura rodeada por su propia conceptualización del mundo. Un personaje vivo, expuesto y supuestamente seguro, como ciertos animales en sus jaulas.
* Periodista y escritora. Publicó los libros Los imprudentes. Historias de la adolescencia gay-lésbica en Argentina (Tusquets), Los otros. Una historia del conurbano bonaerense (Debate) y El agua mala. Crónica de Epecuén y las casas hundidas (Aguilar), entre otros. Sus crónicas figuran en varias antologías del género.
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