Un profeta, lo que hay detrás de las palabras y por qué la literatura de Gustavo Ferreyra “abre” el siglo XXI

En su nueva novela, “Piquito en las sombras”, el autor y sociólogo argentino narra la vida de un hombre que “predica la benevolencia de las cosas” construyendo así una historia tan lúcida como desesperada

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Gustavo Ferreyra
Gustavo Ferreyra

En Anarquía y creación, Giorgio Agamben retoma la “pregunta de David Cayley de si nuestro mundo es poscristiano, Iván Illich respondió que no lo es, sino que es el mundo más explícitamente cristiano que jamás haya existido, o sea, un mundo apocalíptico. La filosofía cristiana de la historia (y toda filosofía de la historia es necesariamente cristiana) de hecho se basa en la asunción de que la historia de la humanidad y del mundo es esencialmente finita: va desde la creación hasta el fin de los tiempos, que coincide con el Día del Juicio, con la salvación o con la condenación.” Y en este final de los tiempos en el que vivimos y sobre el que escribe Agamben, Piquito podría salvarnos a todos, pero probablemente como los quiso salvar Marshall Applewhite, el mesiánico líder californiano que se cargó 38 discípulos (y a él mismo, hay que decirlo, lo justo es justo) administrando barbitúricos letales cuando, decía, la llegada de los extraterrestres ocultos en un cometa era inminente. Los extraterrestres venían a salvarnos. Piquito en cambio, mientras hace lo mismo que Marshal Applewhite podría citar a Blanchot: “cuando el poder político se corrompe como potencia de salvación”.

Piquito es un profeta. Se sabe tal, su voz es mesiánica. Y se dirige a su Pedro, a Danielito. “Predico la benevolencia de las cosas”, dice Piquito. Y es muy curioso, porque Piquito, podríamos decir, es puro lenguaje. Puro logos. Piquito es el goce mismo de la lengua que, por supuesto, nos goza. Bebe de nosotros, aunque nosotros pensemos beber de ella. ¿Pero cuál es la diferencia entonces entre el loco y el profeta? Que el loco finalmente le teme a las cosas. La locura es una gran evitación, una gran fobia podría decirse. Todo su delirio es un delirio de evitación de las cosas. Mientras que Piquito, el profeta de Marcos Paz, pretende el gobierno de las cosas mediante su doctrina delirante. Es más, algo walserianamente –y sobre todo ferreyreanamente– pretende cosificarse.

“Piquito en las sombras”, la
“Piquito en las sombras”, la nueva novela de Gustavo Ferreyra

“Todo estaba hecho de palabras, y las palabras habían hecho su trabajo. Hasta podía decir que lo habían hecho bien. Se habían elevado en un enjambre confuso y habían girado en espirales, cada vez más alto, entrechocándose y separándose, insectos de oro, mensajeras de la amistad y del saber, más alto, más alto, hasta las zonas del cielo donde el día se volvía noche y la realidad sueño, palabras Reinas en su vuelo nupcial, siempre más alto, hasta consumar sus bodas al fin en la cima del mundo.” Este párrafo de César Aira en Las conversaciones podría ser de Gustavo Ferreyra. Cierta predilección por la puesta en abismo de los bastidores de las cosas o, realidad, de los bastidores de las palabras. ¿Qué hay detrás de las palabras? Pero en Ferreyra lo que en Aira es una mueca sardónica y, a veces, a veces, no se enojen, deliberadamente estúpida, en Ferreyra es kafkiana, es decir, es tan lúcida como desesperada, y tan desesperada como vitalista. ¿Por qué? Bueno, Aira mismo ha reivindicado la torre de marfil del escritor, el arte por el arte, etc., criticando cualquier humanismo. En vistas de las ideologías que hoy ahogan la literatura es comprensible. Y sin embargo, hay una relación con la vida que en Ferreyra vuelve una y otra vez, mientras que en Aira se mantiene al margen, distante, refugiada en la ironía.

Escribe en la página 86, “Vibrábamos como cuerdas de una lira en manos de Nerón” o también “Ser una culoncita que baila y baila entre miles de culoncitas. Ser una belleza perdida entre la belleza y la polvareda que cubre todo, que no permite ver nada.” La saga de Piquito es probablemente la parte más lírica de toda la obra de Ferreyra. La voz canta. Una y otra vez. Se engolosina más que nunca. Y puede sonar a Brodsky o a Leónidas Lamborghini. Sobre todo a Leónidas y su mezcolanza.

“Miré a los mozos. Las caras jóvenes no me decían nada, pero los viejos eran una puñalada. ¿Cómo se puede llegar a los 60 años como mozo?” Esta es una cita de El traductor, de Salvador Benesdra (¿pero no suena como Roberto Arlt?). Yo creo que El traductor y El desierto y su semilla, de Baron Biza, son las dos novelas que clausuran el siglo XX. Los libros de Ferreyra, en cambio, son los que abren este siglo, los que lo paren y lo parten.

Algunos libros de Gustavo Ferreyra
Algunos libros de Gustavo Ferreyra

“Empiezo a vivir fuera de mí, como héroe, y debería acostumbrarme. Y debería acostumbrarme a ser el héroe de los pasos vacilantes, al menos, el que cree que está a punto de caer.” Piquito como héroe. El héroe vive fuera de la vida, o vive siempre en dos dimensiones, porque nadie escapa a la vida, en la vida y en la Historia. La vida y la época son el material de su épica, de su trascendencia. En definitiva: su causa. Pero el tema de Piquito es comprender cuál es su causa. Eso es lo difícil. A veces me hace acordar al Joker, al Joker, de Nolan. El bufón perverso. Alfred le dice o le explica a Batman: hay gente que solo quiere ver el mundo arder. Una variación de Arlt en Los siete locos: ser a través del crimen.

Lo que no cesa de no escribirse, dice Lacan, en referencia al goce. No tan distinto a: Que lo que sea continúe, el título de la tercera parte de la tetralogía. Los dos cifran la bestia lenguada, el diablo bífido que nos habita y nos pierde y nos encuentra y nos vuelve a perder. Por eso cuando le preguntan a Piquito:

Y vos muerto cómo serías?

Seguiría escapando. No entraría a la comunidad de los muertos.

Por eso Piquito no termina, no morirá jamás, es interminable; es el grito horrible del día siguiente, el grito que sobrevive al amor, o como lo grita mejor él, con esa puteada descomunal, digna de la gauchesca: “sobrevivo a todo la concha de dios padre.”

* Texto leído en la presentación de “Piquito de sombras” de Gustavo Ferreyra que se realizó días atrás en Caburé Libros.

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