
¿Somos lo que leemos? El escritor estadounidense Paul Auster dijo que nosotros, los lectores, “somos habitados por los libros y por los escritores que hemos leído”. Que está la vida, la infancia, nuestros padres, nuestros amigos, el amor, las relaciones sociales, sí, todo eso está, pero para los lectores, los libros son algo muy importante... algo que nos constituye irremediablemente. Por eso somos lectores, ¿no?
La periodista española Belén Fortes escribió diez años atrás: “Como decía Sartre, el mundo podría existir perfectamente sin la literatura. Pero para ser justos con el autor de La náusea, tendríamos que añadir que, de ser así, este ya no sería el mismo; pues ninguno de nosotros nos pareceríamos a lo que somos de no haber tropezado en algún momento con ese libro que nos cambió la vida”. Por eso somos (también) lo que leemos.
Quiso lo fortuito, el destino, que dos fundadores de la literatura, tanto anglosajona como en español, como Shakespeare y Cervantes, murieran el mismo día. Quiso también que uno de los primeros grandes autores nacido en este continente, Inca Garcilaso de la Vega, diera su último respiro en aquella fecha: 23 de abril de 1616. Son tres muertes célebres en el mismo casillero del calendario que configuran una fecha precisa para recordar la importancia de la literatura en la humanidad.

Y quiso —varios siglos después— que un entusiasta librero español, Vicent Clavel Andrés, utilizara todos sus recursos, económicos y políticos, para que la Cámara Oficial del Libro de Barcelona aprobara el festejo de un Día del Libro. Y lo logró, allá por 1926. ¿Quién fue Vicent Clavel Andrés? En prinicipio se puede decir que nació en Valencia en 1888; que fue un escritor, traductor, periodista y editor que vivió en Barcelona con la certeza de que la cultura latía en los libros.
Era, sin lugar a dudas, un entusiasta. No sólo por lo que leía, también por lo que escribía y por la forma en que ponderaba la literatura. Por eso promovía a los autores hispanoamericanos y creía con enrome convicción que el acceso universal los libros generaría una sociedad más libre. Cuando presentó la idea del Día del Libro recibió el apoyo de los escritores, editores, libreros, bibliotecarios y lectores de la época. Murió en Barcelona en 1967 a los 79 años.
La casualidad, lo fortuito, el destino, pero también la voluntad de este entusiasta librero español y todo ese gran colectivo literario que lo apoyó hicieron posible que en 1995 la Unesco considerase apropiada la fecha para decretar un Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor.

Pero para aportar sinceridad, más allá de la fecha, la verdadera datación de muerte de los tres autores no es del todo correcta: Miguel de Cervantes falleció el 22 de abril, pero en aquellos tiempos, en el siglo XVI, la costumbre dictaba que se debía consignar la fecha del fallecimiento el día del entierro, que sí fue el 23. De hecho, en el histórico registro del libro de difuntos de la madrileña iglesia de San Sebastián así aparece.
Por su parte, el Bardo de Avon efectivamente feneció el 23 de abril, aunque del calendario juliano, por lo que su fecha -ajustada al calendario gregoriano que se utiliza hoy en la mayoría de los países- hubiese sido el 3 de mayo. Por su parte, la partida de Inca Garcilaso de la Vega, nacido en Cusco, Perú, sigue envuelta en polémicas, ya que según el historiador al que se consulte se habría producido el 22, 23 o 24 de abril de 1616.

Eso sí, lo que es irrefutable es que ya en 1930, la fecha de la celebración que comenzó en Cataluña de la mano de Vicent Clavel Andrés y se contagió a todo el planeta, se fijó para el 23 de abril en honor al autor de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha que, descubrieron entonces, por casualidad compartía día con William Shakespeare. Desde entonces, el mundo entero celebra la lectura. Luego, por distintos motivos, muchos países decidieron celebrar el Día del Libro en otra fecha.
Más allá de esas particularidades, lo saben todos: el Día Internacional del Libro es hoy. Y qué mejor que homenajear ese extraño y hermoso objeto leyéndolo, ingresando a un exótico mundo literario para perdernos en las palabras que se vuelven imágenes, sonidos y olores, y sabiendo, además, que eso formará parte de nosotros, los lectores, para siempre.
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