
Todos hablan de Lupin y el motivo está a la vista: la serie francesa creada por George Kay y Francois Uzan es el gran éxito de Netflix. En su primera semana ingresó al Top 10 de lo más visto en más de treinta países como México, Argentina, Francia, España y Estados Unidos, y alcanzó, en tan sólo doce días, los 70 millones de espectadores. Nadie esperaba algo así, aunque si se observa con detenimiento la historia hay una particularidad: está basada en la saga de Maurice Leblanc y su personaje Arsène Lupin, el “caballero ladrón” que conquistó a Francia en la primera mitad del siglo XX con sus increíbles historias de robos geniales.
Leblanc nació en la ciudad de Ruan, Normandía, en 1864. Como su padre tenía dinero por construir de barcos, pudo estudiar Derecho, aunque no le gustaba: era un mandato familiar. Su sueño era ser escritor y en el arte de contar historias cualquier disciplina y conocimiento suman. Así fue que llegó a París, la gran capital cultural de Occidente. Influenciado por Gustave Flaubert y Guy de Maupassant, empezó a publicar cuentos en revistas. Era bueno, sin dudas, aunque el público no lo acompañaba. Pero todo cambió cuando escribió un relato que tenía como protagonista a un tal Arsène Lupin. Se publicó en Je sais tout en 1905.
A partir de entonces, los lectores pedían más historias de este extraño y a la vez genial personaje. La saga completa duró hasta la muerte del autor, en 1941. Las aventuras del caballero ladrón están en 18 novelas, 39 cuentos y 5 obras de teatro. Luego, por supuesto, apareció en libros escritos por otros autores —novelas y muchos ensayos—, así como también en animés, series y videojuegos. Leblanc fue contemporáneo de Arthur Conan Doyle, el creador del detective británico Sherlock Holmes. La popularidad de este último en los países anglosajones fue tan fuerte como la de Lupin en Francia.
Al igual que Doyle, Leblanc se sentía opacado por su propia creación. Por eso creó al detective privado Jim Barnett y escribió interesantes novelas de ciencia ficción, aunque nada parecía igualar a su gran hit. En algún momento de su carrera se dio por vencido y puso todas sus energías en el caballero ladrón que todos los franceses amaban. Y le fue muy bien. Tras su muerte, en 1941, fue enterrado en el Cementerio de Montparnasse donde descansan los restos de Pierre-Joseph Proudhon, Tristan Tzara, Charles Baudelaire, Samuel Beckett, Jean Paul Sartre, Simone de Beauvoir, Marguerite Duras, Julio Cortázar y César Vallejo, entre otros.
Lupin, la serie de Netflix, transcurre en la actualidad y se centra en Assane Diop, un ladrón muy inteligente capaz de robar hasta las joyas de María Antonieta sin que lo atrapen, que quiere vengar la muerte de su padre, condenado por un crimen que no cometió. Son cinco episodios protagonizados por Omar Sy, un actor francés de ascendencia senegalesa y mauritana de 43 años, famoso por formar el dúo humorístico Omar et Fred con Fred Testot, y por actuar junto a François Cluzet en la multipremiada película Intocable.

Se inscribe dentro de una tradición: podría definirse a este personaje literario de principios del siglo XX como el descendiente de Rocambole, de Pierre Alexis Ponson du Terrail. Lupin no está en el lugar correcto de ley, sin embargo no es “malo”, al contrario, sus hazañas representan una suerte de venganza contra el orden mal establecido e injusto. Se cree que las inspiraciones de Leblanc fueron dos: por un lado, los libros y las obras de teatro de Octave Mirbeau donde aparece la figura del ladrón de guante blanco, y por otro lado, la historia del anarquista francés Marius Jacob, que merece un poco más de desarrollo.
Jacob nació en 1879 en Marsella, en el seno de una familia obrera. A los doce se subió a un barco como aprendiz de marinero, desertó y se convirtió en pirata. En 1899 lo atrapan y va a la cárcel, finge sufrir alucinaciones y lo envían a un manicomio desde donde se escapa. Entonces forma una banda de ladrones llamada Los Trabajadores de la Noche, cuyos tres principios fundamentales eran: robar sólo a “parásitos sociales” —empresarios, jueces, soldados y el clero—, no asesinar a nadie y donar un porcentaje del botín a la causa anarquista. Entre 1900 y 1903 efectuó más de 150 robos.

Arsène Lupin tiene su picardía, su inteligencia y su sensibilidad social. Pero además tiene estudios en derecho y en medicina con especialización en dermatología, habla griego y latín, es ilusionista y un experto en artes marciales. Un Robin Hood moderno al que Jean Paul Sartre definió como “Cyrano de los bajos fondos”. Sus aventuras también iluminan el escenario pintoresco, bohemio y revolucionado de su tiempo, la Belle Époque, como se conoce a ese tramo de la historia en Francia entre el final de la Guerra franco-prusiana en 1871 y la Primera Guerra Mundial en 1914, que tanto arte ha dado.
En ese contexto, su vestimenta es clave: sombrero, monóculo y bastón. Y si bien Leblanc no describe con extremo detalle cómo se viste su personaje, las ilustraciones de la época eran un elemento fundamental para visualizarlo. “Imagen tradicional del gran señor con levita y sombrero de copa, monóculo y guantes blancos, que, con gestos casi imperceptibles, esconde un diamante, un collar de perlas de valor incalculable, nuevamente una esmeralda maldita (...) Es un líder de pandillas que soborna el juego desde la horca y, si lo desea, roba un castillo de arriba a abajo en una noche”, escribió Umberto Eco.
Tras la muerte de Leblanc, Lupin se impregnó en el dispositivo popular de la época, el cine. Así aparecieron películas como Arsène Lupin, detective (1937), La vuelta de Arsène Lupin (1938), Las aventuras de Arsène Lupin (1957) y Arsène Lupin (2004). Y también en la televisión: Arsène Lupin juega y pierde en 1880 y El regreso de Arsène Lupin, emitida en 1989 y 1990. Era hora que el caballero ladrón llegara a las plataformas. Y así lo hizo, con Lupin, esta serie que es un éxito en todo el mundo y que revive un clásico francés desde una mirada actual. Caballero y ladrón, sigue más vivo que nunca.
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