
Durante su vida, Marie Laurencin (1883-1956) le dio el nombre de autorretrato a unas veintiséis obras y siete de ellas fueron pintadas entre la década del 20 del siglo pasado y el momento de su muerte. La crítica señaló alguna vez que frecuentemente la artista francesa proyectaba su propia imagen incluso al representar a otras mujeres. En las obras de su madurez, como este Autorretrato sin fecha, “Laurencin creó un mundo evidentemente femenino, en una paleta de colores pastel, poblado de lánguidas figuras, vagamente melancólicas, cuyos ‘ojos de gacela’, delineadas cejas y bocas delicadas constituyen de alguna manera el logo facial de Laurencin”, como señala Kate Kangaslahti en la página del Museo Nacional de Bellas Artes, en cuya colección se encuentra nuestra belleza del día.
Laurencin comenzó como pintora de porcelana de Sèvres en 1901. Poco después se mudó a País para tomar clases de dibujo en la escuela de arte municipal y en la Académie Humbert (1903-1904), donde conoció a Georges Braque, uno de los fundadores del Cubismo.
Expuso por primera vez en 1907 en el Salón de los Independientes y fue entonces cuando conoció a Pablo Picasso y al grupo de artistas del Bateau-Lavoir de Montmartre. Ese mismo año, Picasso la presentó al poeta Guillaume Apollinaire, con el que mantendría una relación que duraría hasta 1912.
Aunque en un principio se interesó por el fauvismo, Marie Laurencin comenzó a simplificar las formas en su pintura influenciada por el cubismo, aunque nunca se adscribió a esta corriente estilística. Sus temas artísticos fueron, a menudo, figuras femeninas individuales o en grupo, frágiles y distantes, vestidas con colores azul y rosa pastel. Sus pinturas tienen una atmósfera de ensueño y sus tonos son tan suaves como los utilizados en las primeras miniaturas persas. Destacó también como impresora, ilustradora de libros y diseñadora de vestuario. se inspiró en las miniaturas persas y en el arte rococó. Formó parte de exposiciones colectivas en el Salón de los Independientes y en el Salón de otoño. En 1912 realizó su segunda gran exhibición en la Galería Barbazanges, que fue la primera exposición individual de una mujer artista.
En 1914, luego de la separación y de la muerte de su madre, se casó con el barón Otto von Wätjen. Luego de la declaración de la Primera Guerra Mundial, la pareja se exilió primero en Madrid y después en Barcelona ya que ella era vista como “la mujer de un enemigo”. En esa época la artista pasó a usar colores más oscuros, símbolo de su tristeza.
En 1921, tras separarse de su esposo, volvió definitivamente a París y comenzó a dibujar figuras femeninas etéreas de nuevo en tonos pastel. Ilustró obras de André Gide, Max Jacob, Saint-John Perse, Marcel Jouhandeau, Jean Paulhan y Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll, entre otras.
Convertida en retratista oficial del mundo de la moda, retrató a mujeres como Nicole Groult, Helena Rubinstein, Colette y Coco Chanel y desde 1920, también trabajó como decoradora y diseñadora de vestuario para el ballet Las ciervas (1924), de Francis Poulenc, y para las compañías de la Opéra-Comique, los Ballets Rusos, La Comédie Française y los ballets de Roland Petit en el Teatro de los Campos Elíseos.
En la década de los treinta, debido a la crisis económica derivada de la Gran Depresión, Laurencin ejerció como profesora de arte en una academia privada. Mientras la guerra volvió a estallar en Europa, Marie vivía con su criada (que después la adoptó como hija) Suzanne. A pesar de que su vista empezó a fallar debido a la miopía, continuó pintando chicas preciosas aunque, esta vez incorporando colores más brillantes a su paleta, como tonos rojos y amarillos. Vivió en París hasta su muerte en 1956.
En 1983 se abrió al público el Museo Marie Laurencin en Nagano, Japón, donde se albergan más de 500 obras de la artista.
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