
La promesa de un salario atractivo y la esperanza de una vida mejor llevaron a un infante de Marina colombiano en retiro, de 40 años, a enrolarse como mercenario en la guerra en Ucrania.
Sin embargo, su testimonio, recogido por Caracol Radio, revela una realidad marcada por el engaño, el abandono y el peligro extremo, en la que decenas de compatriotas han perdido la vida o permanecen desaparecidos tras ser reclutados bajo falsas expectativas.
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El proceso de reclutamiento engañoso, según relató el entrevistado, comenzó en Bogotá, donde reclutadores ucranianos y un colombiano ofrecieron contratos con la promesa de un sueldo mensual de 12 millones de pesos colombianos.
“Nos prometieron a nosotros una cosa que aquí nunca nos cumplieron”, afirmó el militar (r), quien explicó que la oferta resultaba especialmente tentadora frente a las precarias condiciones laborales en Colombia, donde trabajaba jornadas extenuantes por una fracción de ese monto.
Los documentos firmados, traducidos al español, detallaban las supuestas condiciones laborales y el salario, y los pasajes a Ucrania fueron cubiertos por los reclutadores. El viaje incluyó escalas en Panamá, Estambul y un pueblo identificado como Chinilla, desde donde los trasladaron en bus durante diez horas hasta territorio ucraniano.
Una vez en Ucrania, la realidad distó mucho de lo prometido. El entrenamiento, que duró apenas 20 días, consistió en instrucción básica sobre el manejo de armas como el fusil AK-47, lanzagranadas y ametralladoras, sin preparación real para el combate directo.
“El entrenamiento fue aprenda a desarmar una AK-47, disparar, manejar un RPG, tirar granadas, manejar una .50, armar y desarmar, o sea, lo básico”, detalló el entrevistado al mencionado medio. Además, denunció que les mostraban aparatos supuestamente capaces de neutralizar drones, pero que en la práctica solo servían para tomarles fotografías antes de enviarlos a misiones peligrosas.
Las condiciones en el frente resultaron aún más precarias. El grupo fue asignado a misiones de sostenimiento de trincheras en zonas como Zaporilla y Donets, a escasos 60 metros de las posiciones rusas. “Aquí viene uno y es de carne cañón, no viene a más nada”, sentenció el exmilitar.
La falta de apoyo, la ausencia de comunicaciones y la exposición constante a ataques de artillería y drones marcaron su experiencia.
De los 12 colombianos que integraban su unidad, solo seis lograron salir con vida de una de las operaciones. “Uno cayó, uno está en el hospital herido… aquí eso de médico es algo muy básico, aquí es sacar y coser ahí como si fuera un marrano”, relató sobre la atención médica recibida.

Los cuerpos de los fallecidos, según su testimonio, quedaban abandonados en el campo de batalla, y a las familias en Colombia se les informaba falsamente que sus seres queridos estaban “desaparecidos en combate”.
La decisión de deserción surgió tras reiterados incumplimientos contractuales y el deterioro de las condiciones de vida. El grupo solicitó la baja, amparándose en cláusulas del contrato que permitían desistir si las condiciones no se cumplían.
La respuesta de los mandos fue cortarles el suministro de alimentos y agua, y trasladarlos a una casa aislada, sin armamento ni protección. “Nos dejaron sin ningún armamento… nos tocaba entrenar nosotros mismos, prestarnos la guardia”, explicó. Ante el temor de ser eliminados, el entrevistado y otros cuatro compatriotas planearon su huida.
El escape comenzó el 10 de junio a las 18:00, hora local. Reunieron cerca de 3 millones de pesos colombianos entre todos, con ayuda de familiares y amigos en Colombia, para costear taxis y sobornos. Un conductor ucraniano, que colaboraba discretamente con los desertores, los trasladó hasta Zaporilla, desde donde tomaron un tren hacia la frontera con Polonia.
En el trayecto, enfrentaron retenes militares y la amenaza constante de ser devueltos o “desaparecidos”. Finalmente, una comandante ucraniana autorizó su salida y lograron cruzar a Polonia la noche del 11 de junio. Allí, sin recursos y temiendo represalias, buscaron refugio y trabajo temporal, mientras intentaban contactar a la embajada de Colombia en Varsovia.
La falta de apoyo consular fue otro de los puntos denunciados por el exmilitar. Según su relato, la embajada de Colombia en Polonia se negó a brindarles asistencia para regresar al país, limitándose a sugerir que gestionaran por su cuenta los pasajes.

“No nos pagaron nunca un peso… llamé a la embajada y les dije, vea lo que me pasó, somos cinco compañeros, estamos volados de Ucrania”, relató a Caracol Radio.
Además, denunció la existencia de una red de reclutadores que opera en hoteles de Bogotá, donde se toman fotocopias de los pasaportes y se organizan los traslados con la complicidad de personal aeroportuario y hotelero. “Eso es un negocio, ellos están ganando tanto el aeropuerto, tanto el hotel, tanto los que invitan a la gente a venir acá”, afirmó.
El entrevistado advirtió sobre la magnitud del problema, señalando que en su grupo inicial viajaron 40 colombianos el 3 de junio, y que en una sola operación murieron 50 compatriotas. “Aquí no le hablan a uno nunca con la verdad. Siempre fue con mentiras, siempre ha sido mentiras”, insistió. También relató el caso de un joven de 19 años, recién salido de la Infantería de Marina, que murió a los pocos días de llegar al frente.
La repatriación de los cuerpos resulta prácticamente imposible, y las familias en Colombia quedan desamparadas ante la falta de información y apoyo.
Como mensaje final, el militar en retiro hizo un llamado urgente a otros colombianos para que no caigan en las redes de reclutamiento que operan a través de redes sociales y grupos organizados. “Que no vayan a venir acá, no se vayan a dejar convencer. Que esos 12 millones que están prometiendo es una mentira”, advirtió en diálogo con Caracol Radio. Su experiencia, marcada por el engaño y el abandono, lo llevó a calificar la situación como una forma de explotación humana que trasciende el simple reclutamiento militar.
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