
Colombia conmemora el 7 de agosto de 2025 los 206 años de la Batalla de Boyacá: un episodio que marcó el desenlace de la lucha por la independencia frente al dominio español. La efeméride no solo remite a la gesta militar liderada por Simón Bolívar, también invita a revisar procesos paralelos de construcción social y cultural, como el que dio origen a Riosucio, en el actual departamento de Caldas.
La Batalla de Boyacá, considerada por los historiadores como el punto de inflexión definitivo en la emancipación de la Nueva Granada, enfrentó a las fuerzas patriotas comandadas por Bolívar contra el ejército español, dirigido por José María Barreiro. El enfrentamiento tuvo lugar en el puente sobre el río Teatinos, conocido hoy como el Puente de Boyacá.
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El ejército libertador, integrado por 2.850 combatientes entre criollos, mulatos, mestizos, zambos, indígenas, negros y una legión británica, logró imponerse tras una serie de victorias previas en Gámeza, el 11 de julio, y el Pantano de Vargas, 25 de julio. Estas acciones militares, desarrolladas en el centro del país, sellaron el fin del dominio español en la región.
Un pueblo mestizo que nace en medio de la gesta libertadora
Mientras tanto, en el eje cafetero, se consolidaba un proceso histórico de otra naturaleza. La fundación de Riosucio, municipio triétnico, se remonta a la llegada de colonos españoles en 1540, encabezados por Ruy Vanegas, el sacerdote Camilo Pinzón Copete y Cequera y el minero Miguel Morón. Estos fundadores establecieron el Real de Minas de Quiebralomo, que pronto se convirtió en el más rico del país y en un centro esclavista donde la presencia africana dejó una huella indeleble.

A finales del siglo XVI, surgió el Real de Minas de La Montaña, al que fueron trasladados los Turzaga: indígenas mineros de la tribu Umbra del actual Anserma. Paralelamente, las comunidades de la hoya de los ríos El Oro y Aurría se agruparon en la aldea agrícola “Nuestra Señora de la Candelaria de La Montaña”.
El proceso de conformación territorial y étnica continuó durante el siglo XVII. El 15 de marzo de 1627, el Oidor Lesme de Espinoza y Sarabia otorgó el Resguardo de La Montaña a los indígenas locales, y días después, tierras a un grupo proveniente de Sonsón, en la Provincia de Arma -actual sur de Antioquia y norte de Caldas-, que se convertiría en el Resguardo de San Lorenzo.
Los Pirsas y los Umbras, desplazados de sus territorios originales, recibieron tierras en la Vega de Supía y, tras un nuevo traslado, fundaron el pueblo de Cañamomo y el Resguardo de Lomaprieta. El 4 de noviembre de 1722, el alcalde de Anserma, Juan Jiménez Gamonares, y por orden del virrey Jorge Villalonga, ratificó la posesión de estas tierras.

Durante el siglo XVIII, los pueblos de La Montaña y Quiebralomo protagonizaron una disputa territorial por un predio de Lomaprieta. Aunque inicialmente La Montaña prevaleció, Quiebralomo terminó por apropiarse del terreno, lo que desató una enemistad que solo se resolvió en la época de la independencia. Los párrocos José Ramón Bueno (de Popayán) y José Bonifacio Bonafont (de El Socorro, Santander) impulsaron la unión de ambas comunidades mediante el traslado conjunto al pie del Ingrumá, en la zona en conflicto. El 28 de noviembre de 1814, los vecinos de ambos pueblos firmaron un acta de convenio para formalizar el traslado.
El proceso de fusión urbana se materializó en 1815, cuando La Montaña inició su traslado y dio origen a la Plaza de la Candelaria, cuyo trazado fue obra del juez mayor Joaquín Venancio Álvarez Ramírez. Posteriormente, Quiebralomo se sumó al traslado, conformando la plaza y el sector de San Sebastián, diseñados por el ingeniero alemán Juan Federico Bayer.
Riosucio cumple 206 años: fue fundado el mismo día de la Batalla de Boyacá
La fecha tradicional de fundación de Riosucio se sitúa el 7 de agosto de 1819, -que en 2025 conmemora 206 años- cuando se completó oficialmente el traslado de Quiebralomo y se consolidaron los elementos básicos del conjunto urbanístico. La fusión administrativa de los distritos de Quiebralomo y La Montaña se formalizó el 17 de junio de 1846 mediante decreto del gobernador de la provincia del Cauca, José Laureano Mosquera.

La rivalidad entre San Sebastián de Quiebralomo y La Montaña persistió durante los siglos XVII y XVIII, alimentada por la existencia de parroquias separadas y una cerca que, durante más de 20 años, dividió físicamente a los dos pueblos, sus iglesias y plazas. Los días de mercado se convirtieron en escenarios de insultos, agresiones y burlas, que con el tiempo adquirieron un tono picaresco y fueron recogidos por la literatura matachinesca.
De este prolongado conflicto, en un contexto de mestizaje e interculturalidad entre negros, blancos e indígenas, emergió la figura del Diablo como mediador simbólico: capaz de canalizar las tensiones y ritualizarlas en una tradición festiva.
La figura del Diablo, omnipresente en el Carnaval de Riosucio, no responde a los cánones tradicionales del catolicismo. Según el análisis del escritor y periodista Álvaro Gärtner, citado por el Ministerio de Cultura en 2007, este personaje encarna un sincretismo profundo: es una proyección del Diablo católico, pero fusionada con creencias indígenas y africanas, lo que le otorga un significado que trasciende los sistemas teológicos, políticos, sociales y económicos. Esta reinterpretación simbólica, nacida de la tensión y el mestizaje, ha convertido al Diablo del Carnaval en un mediador cultural, capaz de transformar la rivalidad histórica en un elemento de cohesión comunitaria.

El Carnaval de Riosucio, instaurado desde 1846, se distingue precisamente por la centralidad de este Diablo mestizo, que ha sido objeto de análisis por parte de investigadores como Gärtner o Julián Bueno. La celebración, que integra música, teatro, literatura y crítica social, representa la capacidad de la comunidad para transformar la discordia en identidad compartida, pues lo que comenzó como una enemistad entre dos pueblos se convirtió en una festividad que une a la población y resignifica el pasado a través de la creatividad colectiva.
Esta noticia se construyó gracias a los documentos archivados y publicados por la Alcaldía de Riosucio (Caldas), así como del Ministerio de Cultura en 2007, titulada ‘Plan Especial de Salvaguardia Carnaval de Riosucio’. Además de una investigación publicada por Infobae Colombia a inicios del 2025: Los niños que no le temen al Diablo: un legado del Carnaval de Riosucio.
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