El precio del dólar estadounidense en Colombia cerró la jornada del 25 de julio en un promedio de $4.110,54. Esto significó una subida de $47,23 frente a la Tasa Representativa del Mercado (TRM), que se ubicó en $4.063,31.
La divisa norteamericana tuvo un precio de apertura de $4.082,00, tocó un máximo de $4.147,40 y un mínimo de $4.074,30. Además, durante el día, de acuerdo con la plataforma Set-FX, se negociaron más de USD1.317 millones en 1.860 transacciones.
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Teniendo en cuenta la última semana, el dólar estadounidense acumula un ascenso 3,09%, por lo que desde hace un año aún acumula una subida del 0,4%.
Respecto de días anteriores, giró las tornas respecto del de la sesión previa, cuando se anotó una disminución del 0,92%, sin ser capaz de establecer una tendencia estable en las últimas fechas. En la última semana la volatilidad presentó un balance superior a la volatilidad que mostraron las cifras del último año, de forma que está presentando un comportamiento más inestable.
Así se movió el mercado
El aumento en la cotización del dólar en Colombia no es un simple reflejo de factores internos. Detrás de este repunte hay una red compleja de eventos internacionales, decisiones políticas y reacciones de los mercados globales que, de forma directa, terminan impactando la economía colombiana y su moneda.
Uno de los principales detonantes de esta volatilidad es la nueva escalada en la guerra arancelaria impulsada por el expresidente estadounidense Donald Trump, quien anunció que, a partir del 1 de agosto, Estados Unidos impondrá aranceles del 30 % a varios de sus principales socios comerciales. Esta medida genera una respuesta en cadena puesto que, presiona a otras potencias a defender sus intereses comerciales, mientras se incrementa la incertidumbre en los mercados internacionales.
En respuesta, la Unión Europea anunció su propio plan financiero para contrarrestar los efectos de estos aranceles, contemplando tasas espejo del 30%, que entrarían en vigencia si las negociaciones con EE. UU. fracasan. Esta tensión comercial entre potencias empezó a configurar una nueva etapa de proteccionismo global, una señal negativa para los flujos internacionales de inversión y para las economías emergentes como la colombiana, que dependen fuertemente del comercio exterior, la estabilidad del dólar y el apetito de riesgo de los inversionistas.

La posibilidad de una inflación importada en Estados Unidos como consecuencia del encarecimiento de productos extranjeros genera un efecto inmediato sobre las decisiones de política monetaria. Es decir, ante una presión inflacionaria, la Reserva Federal (Fed) tendría que reevaluar su estrategia, mantener o incluso subir las tasas de interés. Esto haría más atractivo invertir en activos denominados en dólares, fortaleciendo aún más la moneda estadounidense en los mercados globales.
Cuando sube el dólar, se encarecen las importaciones, se incrementan los costos para empresas que dependen de insumos traídos del exterior y, por ende, se eleva el costo de vida. En este contexto, el peso colombiano se ve doblemente golpeado. Por un lado, por la salida de capitales hacia mercados considerados más seguros como EE. UU., y por otro, por la incertidumbre de los inversionistas frente al panorama económico y comercial global.
A esto se suman factores internos, un crecimiento económico moderado, dudas fiscales persistentes y un entorno político que no siempre da señales de estabilidad. Aunque Colombia mantiene fundamentos macroeconómicos sólidos en comparación con otros países de la región, su moneda sigue siendo muy sensible a las decisiones externas, especialmente aquellas relacionadas con la política monetaria estadounidense y el comercio global.
Con este panorama, no es sorprendente que las previsiones apunten a un dólar oscilando en torno a los $4.000, al menos en el corto plazo. Aunque todavía existe la posibilidad de que se alcancen nuevos acuerdos comerciales antes del 1 de agosto —lo que podría calmar los mercados—, la incertidumbre predomina. El solo anuncio de medidas proteccionistas ya tiene un efecto anticipado sobre las decisiones de inversión y el comportamiento de las divisas.
Además, si la Fed termina endureciendo su política monetaria para controlar la inflación interna, el flujo de capitales hacia América Latina podría seguir reduciéndose, lo que ejercerá aún más presión sobre monedas como el peso colombiano.
Por ahora, tanto inversionistas como gobiernos están en modo espera, atentos a lo que ocurra en los próximos días con las negociaciones entre EE. UU. y sus principales socios comerciales. Cualquier avance —o ruptura definitiva— en los diálogos puede disparar nuevos ajustes en las tasas de cambio. Lo cierto es que el dólar se ha convertido, una vez más, en el termómetro de una economía global que vuelve a tensarse.
Para Colombia, esto representa un desafío doble, seguir navegando la volatilidad externa mientras refuerza la confianza interna, especialmente en su política fiscal, sus instituciones y su compromiso con la estabilidad económica.
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