
Colombia enfrenta una creciente preocupación sanitaria ante el aumento sostenido de casos de fiebre amarilla registrados entre 2024 y lo que va de 2025.
Según los más recientes reportes entregados por las autoridades nacionales, un total de setenta personas han sido diagnosticadas con la enfermedad en este periodo, de las cuales 33 han fallecido, lo que equivale a una tasa de letalidad del 47,1 %, una cifra que pone en evidencia la gravedad del brote.
El Ministerio de Salud y Protección Social, junto con el Instituto Nacional de Salud (INS), presentó este jueves un balance actualizado de la situación, revelando que 388 municipios en 27 departamentos del país se encuentran clasificados como zonas de alto riesgo por fiebre amarilla.
La enfermedad, de origen viral y transmitida por la picadura de mosquitos infectados, tiene circulación tanto en zonas selváticas como urbanas, lo que amplía su potencial de expansión geográfica.
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El ministro se Salud Guillermo Alfonso Jaramillo se refirió en rueda de prensa a la obligatoriedad de los padres para que todo menor de 18 años se vacune contra esta enfermedad. De no hacerlo, señaló que el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) tomará medidas.
Aumento acelerado en 2025
Uno de los datos que más genera alarma es el crecimiento acelerado de los casos en 2025. Solo en los primeros meses del año, se han confirmado 47 contagios, una cifra que ya duplica los 23 casos reportados durante todo 2024. De esos 47 casos recientes, 29 personas han muerto, lo que implica una letalidad aún mayor que la del periodo anterior.
Además del aumento numérico, el comportamiento geográfico del virus ha cambiado. Mientras que en 2024 los casos se distribuyeron en distintas zonas, en 2025 el 87,2 % de los contagios (41 de 47) se han concentrado en el departamento del Tolima, considerado ahora como un nuevo foco epidemiológico para esta enfermedad.

Perfil de las personas afectadas
El análisis por género muestra una fuerte disparidad: el 81,1 % de los casos (58) se han presentado en hombres, frente a un 18,9 % (12) en mujeres. Este comportamiento ha sido relacionado con el tipo de actividades que realiza la población masculina en zonas rurales o de reciente colonización, donde hay mayor exposición a vectores en ecosistemas selváticos.
Otro dato relevante es el impacto de la enfermedad en personas mayores de 60 años. Desde el inicio de 2024, este grupo etario ha representado el 32 % de los casos, una cifra que podría estar relacionada con el hecho de que, hasta hace poco, esta población no era incluida dentro de los esquemas de vacunación. A partir de enero de 2025, se inició la inmunización de adultos mayores, en respuesta a esta brecha de protección.
Respuesta institucional: vacunación y control vectorial
Para enfrentar la crisis sanitaria, el Gobierno Nacional ha desplegado una campaña de vacunación masiva que ya ha superado las 100.000 dosis aplicadas, incluyendo 7.493 inmunizaciones dirigidas a mayores de 60 años. La vacuna contra la fiebre amarilla, de aplicación única, proporciona inmunidad de por vida y ha sido considerada la herramienta más efectiva para prevenir nuevos casos.
A esta estrategia se suman acciones como la fumigación intensiva, la eliminación de criaderos de mosquitos, campañas educativas en zonas de alto riesgo, y una vigilancia epidemiológica más robusta, tanto en comunidades rurales como en instituciones de salud.

Además, el Ministerio de Salud evalúa reinstaurar la exigencia de certificado de vacunación contra fiebre amarilla a los viajeros procedentes de Brasil, una medida que había sido suspendida a inicios de año, pero que podría volver como parte de un enfoque preventivo más estricto.
Desafíos en infraestructura y vigilancia
Más allá de las medidas ya en curso, las autoridades sanitarias han advertido sobre la necesidad de fortalecer la capacidad de respuesta en terreno, especialmente en regiones como Tolima, donde el acceso a servicios de salud es limitado. Esto implica mejorar el transporte institucional de pacientes, ampliar la red de atención primaria, y potenciar la búsqueda activa de casos, tanto a nivel comunitario como institucional.
La fiebre amarilla, aunque no tiene un tratamiento específico, puede prevenirse de forma efectiva mediante la vacunación y la intervención oportuna en los focos de transmisión. El desafío para Colombia radica ahora en contener el brote antes de que se consolide una expansión más agresiva, en especial considerando que la enfermedad puede circular tanto en zonas selváticas como urbanas, dependiendo del mosquito transmisor involucrado.
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