Yoko, el chimpancé que durante años fue símbolo de la lucha contra el maltrato animal en Colombia, dejó el 23 de marzo el Bioparque Ukumarí en Pereira para ser trasladado al santuario Sorocaba, en Sao Paulo, Brasil. Este recinto, especializado en el cuidado de grandes simios rescatados, será su nuevo hogar, donde compartirá espacio con otros 50 chimpancés que, como él, han sido víctimas de tráfico ilegal, explotación en circos y otras formas de abuso. Este traslado marca el fin de una era, ya que Yoko era el último gran simio en cautiverio en Colombia.
El viaje de Yoko a Brasil es el desenlace de una historia marcada por tragedias y esfuerzos de rescate. En julio de 2023, el país se conmocionó tras la muerte de Pancho y Chita, dos chimpancés que escaparon de sus jaulas en el Bioparque Ukumarí y fueron sacrificados por las autoridades debido al peligro que representaban para las personas cercanas. Este hecho dejó a Yoko en completa soledad, lo que impulsó a las autoridades y activistas a buscar una solución que garantizara su bienestar.
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Una vida marcada por el abuso y la explotación
La historia de Yoko es un reflejo de las consecuencias del tráfico ilegal de fauna silvestre. Según detalló el medio, siendo apenas un bebé, fue capturado y vendido a un narcotraficante en Colombia, quien lo mantuvo como un símbolo de estatus. Durante ese tiempo, Yoko vivió en un apartamento rodeado de lujos, aprendiendo comportamientos humanos como fumar, montar en moto y ver televisión. Sin embargo, tras la muerte de su dueño, su vida dio un giro drástico.
El chimpancé fue trasladado a un circo, donde sufrió constantes maltratos. Posteriormente, las autoridades lo rescataron en la frontera con Venezuela, encontrándolo en condiciones deplorables dentro de un contenedor. Tras su recuperación inicial en un hogar de fauna en Cali, fue reubicado en el Bioparque Ukumarí en 2018, donde pasó los últimos siete años de su vida.

El traslado de Yoko al santuario Sorocaba fue el resultado de un proceso que tomó más de un año y requirió la colaboración de múltiples entidades públicas y privadas. La operación, conocida como “Arca de Noé”, fue liderada por la senadora Andrea Padilla y el director de la Corporación Autónoma de Risaralda (Carder), Julio César Salazar.
El santuario Sorocaba, gestionado por el Proyecto Gran Simio, ofreció recibir a Yoko para garantizarle una vida digna en compañía de otros chimpancés rescatados. Este proceso implicó una meticulosa coordinación entre los ministerios de Ambiente y Agricultura de Brasil, la embajada de ese país en Colombia y diversas instituciones colombianas, como el Ministerio de Ambiente, el ICA, la Secretaría de Ambiente de Bogotá, la Dian y la Policía de Aduanas.

El costo total del traslado, que ascendió a aproximadamente 23.000 dólares, fue cubierto por la aerolínea Avianca y la Carder. Además, la Fuerza Aérea Colombiana se encargó de transportar a Yoko desde Pereira hasta Bogotá, mientras que un veterinario que lo cuidó en Ukumarí lo acompañará durante su adaptación en Brasil.
La senadora Andrea Padilla, que ha sido una figura clave en la defensa de los derechos de los animales, destacó la importancia de este traslado no solo para Yoko, sino también como un mensaje para la sociedad colombiana. “Esto es muy importante. Yo creo que socialmente para Colombia implica reconocer que hay animales que merecen una protección especial en virtud de su cercanía genética con los humanos”, afirmó Padilla.

Además, la senadora anunció que presentará la Ley Yoko, una iniciativa que busca declarar a Colombia como un país libre de grandes simios en cautiverio y reconocerles derechos fundamentales como la vida y la libertad. Esta propuesta se suma a la reciente aprobación de la Ley Ángel, que refuerza las medidas contra el maltrato animal en el país.
Un nuevo comienzo para Yoko
Con 38 años de edad, Yoko inicia una nueva etapa en el santuario Sorocaba, donde podrá vivir en condiciones que se asemejan más a su entorno natural. Este lugar alberga a chimpancés que han sido rescatados de situaciones similares, brindándoles un espacio seguro y adecuado para su recuperación física y emocional.

La historia de Yoko, desde su captura en la selva hasta su traslado a Brasil, es un recordatorio de los impactos devastadores del tráfico de fauna y la explotación animal. Su partida marca el fin de una era en Colombia, pero también representa un paso hacia un futuro más compasivo y respetuoso con los derechos de los animales.
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