
El Panóptico de Tunja, una de las cárceles más temidas de Colombia, guarda entre sus muros un legado de sufrimiento, misterio y leyendas que aún hoy resuenan en la memoria colectiva. Este edificio, también conocido como el Claustro de San Agustín, se ha convertido en un lugar emblemático no solo por su arquitectura y su pasado como prisión, sino también por los relatos paranormales que lo rodean.
En su más reciente video de historias de misterio y paranormales, el creador de Conexión Enigma, Howard Gutiérrez, indicó que ese sitio, que cerró como cárcel en 1966, sigue siendo objeto de investigaciones y visitas; aunque el acceso al público está restringido en la actualidad.
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De acuerdo con lo expuesto en la producción, que se puede hallar en la plataforma de YouTube, el Claustro de San Agustín, construido en 1578, fue originalmente un espacio religioso en el que los monjes agustinos desarrollaban su vida espiritual. Sin embargo, con la independencia de Colombia, el edificio cambió de propósito en varias ocasiones: primero como colegio, luego como hospital, hasta que en 1862 se transformó en el panóptico de Tunja. Ese modelo de prisión, inspirado en las ideas del filósofo Jeremy Bentham, permitía que un solo guardia vigilara a todos los reclusos sin ser visto, lo que lo convirtió en un símbolo de control y disciplina.
“De hecho, si ustedes preguntan aquí si esto fue el antiguo panóptico de Tunja, la gran mayoría le van a decir que no“, destacó el creador de contenido, durante su visita a esta histórica infraestructura del Tunja.

Un lugar marcado por el sufrimiento y la violencia
Howar resalta que durante más de un siglo, el panóptico albergó a algunos de los criminales más peligrosos de Colombia. Entre ellos se encontraban figuras como el infame ‘doctor Mata’, un asesino en serie que utilizó sus conocimientos médicos para cometer crímenes sin dejar rastro, y el temido hombre fiera, conocido por su comportamiento salvaje y su inclinación al canibalismo. También estuvo recluido allí Jaime Arias, apodado “El vampiro”, cuyas prácticas macabras aterrorizaron a toda la región.

“Con la independencia de Colombia, el claustro dejó de ser un convento y fue usado para múltiples propósitos. Primero como colegio, luego como hospital, hasta que finalmente, en 1862, se convirtió en el temido panóptico de Tunja, el cual estaba inspirado en el modelo de vigilancia del filósofo Jeremy Bentham. Esta prisión permitía que un solo guarda pudiera observar a todos los reclusos sin ser visto. Allí se vivieron torturas, desapariciones inexplicables y eventos que marcaron para siempre la historia de Boyacá“.
Durante el video, Howard compartió relatos archivos que destacaban los castigos inhumanos que se ejecutaban allí, como el caso de una celda de castigo donde los presos eran enterrados hasta la cintura y alimentados únicamente con pan y agua. Ese tipo de trato, junto con las desapariciones inexplicables y las torturas, dejó una huella imborrable en la historia de Boyacá y en la memoria de quienes conocieron el lugar.

La leyenda del monje sin rostro
Más allá de los horrores documentados, el panóptico de Tunja es también conocido por las historias paranormales que lo rodean. Una de las más impactantes es la del monje sin rostro, una figura espectral que, según los relatos, aparece cada 1 de noviembre, vísperas del Día de los Difuntos, y cada Viernes Santo. Según consignó el creador de Conexión Enigma, esta leyenda se remonta a la época en que el edificio aún era un convento.
Se dice que un monje agustino, obsesionado con prácticas ocultistas, fue descubierto por sus compañeros religiosos y castigado severamente. Lo encerraron en una celda profunda, donde murió de hambre y sed. Su cuerpo nunca recibió los ritos funerarios adecuados, y desde entonces, su espíritu atormentado vaga por los pasillos del antiguo claustro. Los testimonios aseguran que quienes logran ver su rostro solo encuentran una calavera en lugar de una cara humana.

“Cuenta la tradición que cada 1 de noviembre, vísperas del Día de los Difuntos y cada Viernes Santo, la silueta de un monje vestido con su hábito negro, capucha y mangas anchas, aparece recorriendo los pasillos del antiguo convento. Pero lo más perturbador es que quienes han logrado ver su rostro solo han encontrado una calavera en lugar de una cara humana“, cuenta en su relato Howard.
Que además añade que la figura no es inofensiva. Los relatos indican que el monje puede empujar violentamente a quienes se cruzan en su camino, arrojándolos contra las paredes o al suelo. Durante su tiempo como prisión, tanto los reclusos como los carceleros temían profundamente la llegada de estas fechas, pues los pasillos se llenaban de susurros y un frío inexplicable recorría el lugar.

Uno de los testimonios más destacados sobre el monje sin rostro proviene del poeta tunjano Alfredo González Jaime, quien decidió investigar la leyenda por su cuenta. En vísperas del Día de los Difuntos, se aventuró a pasar la noche en el antiguo convento con la intención de encontrarse con la figura espectral. Según su relato, logró ver al monje avanzando por los corredores, lo que le provocó un terror indescriptible. El aire se volvió pesado y un frío gélido lo paralizó antes de que perdiera el conocimiento.
Tras ser encontrado inconsciente, González Jaime fue trasladado al hospital de Tunja, donde permaneció varios días en recuperación. Esta experiencia lo llevó a escribir el poema “La Garra Fría”, una obra que captura el miedo y la angustia de aquella noche.

El folclorólogo colombiano Javier Ocampo López también documentó ampliamente esta leyenda, recopilando testimonios de habitantes y ex prisioneros del panóptico. Según sus investigaciones, la figura del monje aparece especialmente durante la noche, en Semana Santa y el Día de los Difuntos, y se manifiesta con un escalofriante susurro antes de interactuar con quienes osan recorrer los pasillos.
A pesar de su importancia histórica y cultural, el panóptico de Tunja enfrenta un futuro incierto. Según destacó Howard, el edificio fue restaurado en los años 80, pero actualmente se encuentra en un estado de deterioro que preocupa a los habitantes de la zona. Aunque se le informó que el lugar está en proceso de una nueva restauración, la falta de acceso al público y el abandono de algunas áreas, como la iglesia adyacente, generan dudas sobre el compromiso con la preservación de este patrimonio.

Algunos investigadores creen que la energía residual del sufrimiento y las muertes violentas ocurridas en el panóptico ha quedado impregnada en el lugar. Howard comentó que quienes han visitado el sitio aseguran que, al permanecer en silencio en una de las celdas, es posible sentir la presencia del monje sin rostro y de los presos atormentados que fallecieron allí.
Aunque el acceso al panóptico está restringido, el interés por este sitio no ha disminuido. Las leyendas y los testimonios que lo rodean siguen alimentando la curiosidad de quienes buscan respuestas sobre lo que realmente ocurrió entre sus muros. “¿Es el monje sin rostro una manifestación de justicia divina o simplemente una figura atrapada entre el mundo de los vivos y los muertos?“, resaltó el creador de contenido, que además concluye su visita que lo que es seguro es que el panóptico de Tunja permanece como un símbolo de misterio y terror en la historia de Colombia.
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