Las aplicaciones para conocer personas, como Tinder, se han convertido en un espacio cada vez más utilizado por delincuentes que buscan ganarse la confianza de sus víctimas para luego engañarlas.
A nivel internacional, han salido a la luz sonados casos de “estafadores de Tinder” que aparentan lujos y vidas soñadas para seducir, manipular y finalmente robar a sus desprevenidas conquistas.
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Pero, en Colombia también se han registrado casos así, por lo que la historia de Leidy Tatiana Montoya, una joven de Antioquia, es un claro ejemplo de cómo alguien puede caer en las redes de un impostor que domina el arte de aparentar.
Un mensaje que lo cambió todo
A través de varios videos, Montoya decidió contar su experiencia que comenzó cuando, tras publicar unas fotos en redes sociales, recibió una reacción de un hombre al que ella, de forma burlona, denominó “el sapo perro”.
Aunque él llevaba años dejándole mensajes e interactuando con sus historias, hasta ese momento ella nunca había respondido; sin embargo, esta vez, por curiosidad, Leidy decidió contestar, sin imaginar que aquel simple gesto la llevaría a conocer al estafador de Tinder de Antioquia.
“Empezamos a hablar día y noche, noche y día, y él era muy chévere”, aseguró Montoya al describir la etapa inicial de su conversación virtual.
El hombre parecía amable, atento y con un gran sentido del humor, además, se mostraba como alguien exitoso, afirmando que se dedicaba al trading, un supuesto negocio rentable que, como luego se descubriría, resultaría ser la fachada perfecta para ocultar sus verdaderas intenciones.
El primer encuentro: amabilidad, gastos y mucho carisma
Tras varias semanas de conversaciones intensas por WhatsApp, el momento de conocerse en persona finalmente llegó y de acuerdo con Leidy, el hombre insistió en desplazarse en Uber hasta Santa Elena, un corregimiento de Medellín al que no todos están dispuestos a ir tan fácilmente, pues queda a unos 45 o 50 minutos de distancia; sin embargo, aquel desconocido no reparó en gastos: “El Uber valía unos 90.000 o 100.000 pesos y aun así él llegó hasta mi casa”.
Esa primera cita fue un éxito aparente: el individuo se mostró encantador, “superamable, supercaballeroso”, e incluso habría estado dispuesto a cubrir todos los gastos de la salida.
Leidy Montoya describió cómo aquel hombre hacía gala de una generosidad notable invitándola a restaurantes, comprando bebidas y haciendo todos los planes necesarios para garantizar una velada inolvidable.
Según cuenta ella, no parecía ahorrar un solo peso, lo que la llevó a pensar que efectivamente contaba con grandes ingresos o, al menos, un estilo de vida muy holgado.
Un estilo de vida “festivo” que despertó sospechas
La historia comenzó a complicarse cuando Montoya notó que su nuevo conocido pasaba la mayor parte del tiempo de fiesta: “Salía demasiado, pero demasiado es demasiado”, relató, y agregó que ya fuera un martes, jueves o fin de semana, siempre parecía haber una excusa para celebrar.
Cuando ella lo cuestionó por el motivo de tanto festejo, él respondió que se lo merecía tras haber superado una supuesta depresión o un grave problema de extorsión.
Para reforzar su papel de víctima, el hombre aseguraba que su expareja lo había abandonado justo cuando sufría las consecuencias de un chantaje y que, además, su madre había enfermado de esquizofrenia debido al estrés provocado por aquel momento tan difícil, por lo que dicha situación habría sido, según él, el detonante de su desenfrenado estilo de vida.
El viaje familiar y el inicio de la gran estafa
Con el paso del tiempo, la relación fue escalando hasta el punto en el que Leidy Montoya, aunque renuente a presentarlo ante su familia, finalmente invitó al hombre a una reunión en la finca de un tío.
Allí, el supuesto empresario se ganó la simpatía de todos con su carisma, dado que compró licor para la reunión, llevó regalos y no paró de cantar y bailar, generando una atmósfera festiva que encajaba a la perfección con su imagen de “novio ideal”.
Sin embargo, un detalle aparentemente inofensivo se convertiría en la clave de la estafa: la prima de Leidy Montoya vendía productos por catálogo y él, sin pensarlo, ordenó una cantidad excesiva de artículos, prometiendo pagarlos más adelante, pero poco después, el estafador partió de viaje a Cartagena supuestamente a cerrar nuevos negocios de trading.
El silencio que encendió las alarmas
Al regresar, Montoya notó un cambio radical, pues el hombre ya no respondía sus mensajes y, cuando ella insistió en pedirle el dinero para cubrir la compra del catálogo, él desapareció.
Después de varios días de silencio, reapareció con otro pretexto dramático: su padre había sido víctima de un asalto, razón por la cual no había podido ponerse al día con la deuda.
Sin embargo, el tiempo pasó y el pago nunca llegó, por lo que extrañada y preocupada, Leidy Montoya contactó a una amiga de él, quien le reveló que el hombre era un estafador profesional dedicado a engañar a todos los que se cruzaran en su camino.

Y fue allí cuando se reveló su forma de estafar, pues según su propia amiga, el “Sapo perro” tenía una técnica que consistía en simular ser un exitoso hombre de negocios para obtener grandes sumas de dinero de inversionistas incautos, quienes creían en el supuesto retorno económico que él prometía.
Un final de película, con repercusiones legales
Entre sus víctimas se contaban amigos, familiares y parejas románticas que confiaron en sus mentiras: “Se robó millones de pesos, hipotecó propiedades de quienes lo rodeaban y engañó a todo el que pudo”, incluso la propia familia del hombre terminó siendo afectada, pues parte de sus deudas motivó el empeoramiento de la salud de su madre.
Actualmente, según Leidy Montoya, el paradero del estafador de Tinder de Antioquia es desconocido, pues varios de quienes lo apoyaron económicamente lo buscan para recuperar su dinero, pero todo indica que continúa huyendo, quizá utilizando la misma estrategia en otro lugar.
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