
Debido a una publicación que hizo el periodista Juan Pablo Barrientos, a través de su cuenta persona de X, se conoció pasado el mediodía del jueves 13 de marzo de 2025, que un sacerdote identificado como Iván Darío Restrepo, sería absuelto por parte de la Arquidiócesis de Medellín, luego de que el mismo comunicador asegurara que el religioso habría abusado, y tras dejar en embarazo a una joven, la obligó a abortar.
En los dos mensajes que compartió Barrientos, que dirige el medio alternativo Casa Macondo, en donde se publicó la denuncia del caso el 18 de abril de 2024, destacó que el arzobispo Ricardo Tobón “lo absolverá, como hizo con el tres veces denunciado por pederastia”.
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El periodista confirmó que el arzobispo “nunca lo suspendió”, en uno de los fragmentos de sus mensajes en la red social.
Según reportó el medio alternativo, la vida de Natalia Restrepo estuvo marcada desde su infancia por un profundo fervor religioso que la llevó a soñar con convertirse en monja, pero un infortunado episodio borró por completo sus deseos de entregarle su vida y dedicarla al Señor, por cuenta del episodio que vivió cuando acompañaba a Restrepo, tras tener el permiso de su abuela, que confiada en que estaba con el sacerdote, jamás se imaginó lo que tendría que vivir su nieta a la edad de diez años.

La historia de abuso que salpicó al sacerdote
Detrás de esta devoción de la entonces niña se esconde una historia de abuso y sufrimiento que involucra a figuras de la Iglesia Católica en el país. El caso, que generó conmoción, dejó en entredicho a la institución que, para muchos, representa un refugio espiritual.
Natalia creció en el municipio de Envigado, en el departamento de Antioquia, y allí se destacó desde pequeña por su compromiso con la fe. A los diez años, prometió a su abuela que tomaría los hábitos, convencida de que este acto garantizaría un lugar en el cielo para su familia.
Su abuela, una mujer profundamente religiosa, veía en Natalia la posibilidad de redimir a la familia a través de la vocación religiosa. Todos estos detalles hacen parte del reportaje titulado Abusada, embarazada y obligada a abortar: la historia de Natalia Restrepo, escrito por la periodista Diana María Pachón.
El entorno religioso y la figura del padre Iván Darío Restrepo
La parroquia Santa Gertrudis de Envigado, donde Natalia comenzó su camino como acólita, era dirigida por el padre Iván Darío Restrepo, conocido entre los feligreses como un sacerdote carismático. Sin embargo, su comportamiento fuera del púlpito contrastaba con la imagen de devoción que proyectaba.
Mientras que los fines de semana, el sacerdote, apodado “Ivancho” por sus conocidos, frecuentaba bares y compartía con mujeres en un ambiente alejado de la solemnidad religiosa, donde la figura que posaba ante las integrantes de la comunidad que iban en busca de consejos en horario diurno, distaba de la que veían, incluso, los acólitos y la misma comunidad.

El medio alternativo también destacó que este estilo de vida no era un secreto, y era tal su figura en la zona, que algunos jóvenes que aspiraban al sacerdocio incluso veían en estas conductas un modelo a seguir, dado que no es pecado ni delito que un sacerdote, por ejemplo, se tome sus tragos.
Sin embargo, al conocerse el caso de Natalia, la comunidad religiosa y educativa que rodeaba a la menor no detectó ni tomó acciones, y optaron por ignorar las señales de alerta que podrían haber prevenido su sufrimiento.
El episodio que le quitó el deseo de entregar su vida y obra al Señor
Como parte de los deberes eclesiásticos que debía cumplir el sacerdote Iván Darío Restrepo, este recién ordenado sacerdote solía ir a misas privadas, y para atender estos eventos solía ir acompañado de un acólito.
En 2004, cuando la niña ya se había convertido en una adolescente de 14 años, en uno de esos casos, el cura le pidió a Natalia que la acompañara a una eucaristía en el Club Campestre del barrio El Poblado, dado que ya habían ido juntos y en esas veces nunca pasó nada que hiciera desconfiar a la menor de edad en ese entonces. La abuela otorgaba el permiso con una sola condición: que la trajera de regreso a su casa.
Inclusive, y luego de varios viajes en el mismo carro del religioso, Natalia se percató de que el clérigo siempre llevaba consigo un arma de fuego en la cajuela del vehículo. “Él le respondió que la tenía por si acaso, en medio de un robo, la ayuda divina no era suficiente o tardaba demasiado”, menciona el texto periodístico, tras obtener la versión de la joven y hacer un seguimiento del caso, lo largo de los años.

Pero luego de terminar la ceremonia y regresar en el automóvil, Restrepo decidió parar en una fonda donde pidió media botella de ron y hasta le ofreció un trago a la menor, que no veía con malos ojos esto dado que a veces solían hacer brindis en fiestas religiosas y reuniones privadas en la casa cural, y en donde participan los acólitos.
Relata el mismo medio que luego de regresar al carro para seguir con la ruta de regreso, el religioso le propuso a la adolescente que ingresaran al motel InVegas. A lo que la joven le preguntó para qué quería que entraran los dos ahí, el hombre respondió: “Es para que nos tomemos un traguito, usted sabe que a un sacerdote se le ve feo andar bebiendo por fuera”. Ya adentro, y con el primer trago de ron, indicó el portal, el clérigo le dijo que sentía atracción por ella.
Acto seguido, y según el relato que Natalia brindó al medio alternativo, el sacerdote la violó (y le quitó la virginidad), aprovechándose de que en ese momento él doblaba a la adolescente en edad y peso. “¿Por qué mentir sobre eso?, ¿por qué iniciar una batalla legal luego de casi veinte años? Ese hombre me violó, yo era casi una niña, abusó de su poder, y no creo ser la única”, asegura la joven, que a partir de 2022, y tras su retorno al país tras pasar un largo periodo en Chile, decidió que la única forma de enfrentar todo esto era a través de vías legales, y denunció por segunda vez los hechos.
“En esos tiempos no me hubieran creído”, contó Natalia, que luego de pedir ayuda a una mujer que podría ser su mamá (por la edad), acudió a realizarse la prueba de embarazo, que dio positivo. Esto provocó que la joven acudiera al sacerdote Restrepo para contarle lo sucedido. Sin embargo, él le dijo que no podía hacerse cargo y que no le iba a dañar su vida por algo que, en palabras que dijo Natalia, ocurrió porque él le afirmó que “estaba con tragos”.

La denuncia por la que la joven se tuvo que ir de la casa: su abuela no le creyó
Fueron dos las ocasiones en las que el sacerdote acudió a buscar a Natalia, con el fin de “brindarle apoyo”. En la primera salida llegaron donde una mujer que conocía al padre, y allí le hicieron colocarse una bata a la adolescente, pero se concluyó que aún era muy temprano para poderle practicar un aborto.
La segunda ocasión, la joven fue hasta una farmacia con el mismo Restrepo (que en ese momento iba vestido como un parroquiano más), que en ese momento y según el testimonio de Natalia, sacó varios billetes para pagar un medicamento, y le dijo a la joven que tomárselo ayudaría a que le llegara el periodo.
Como no lo hizo al instante, y aguardó varios días para hacerlo, Natalia aseguró que lo hizo por miedo. “En ese momento ya sabía que me volvería el periodo al matar a mi bebé, pero tenía miedo de ese hombre que cargaba un arma en la guantera, bien podría usarla para defender como para hacer daño”.
Dicho medicamento que le causó un sangrado intenso y que provocó que fuera a urgencias en un centro médico local, resultó ser Misoprostol, el mismo por el que Andrés Felipe Muñoz fue condenado por violencia de género por parte de la Corte Suprema de Justicia.
En el hospital, una de las enfermeras alertó de lo sucedido a uno de los tíos de Natalia, debido a que lo conocían, y fue él quien se presentó como acudiente al lugar. Pero tras confesar que había tomado las pastillas para abortar, terminó ganándose el desprecio de su familia, y de paso el destierro. Varios después, y tras decirle a sus familiares todo lo que había ocurrido, su propia abuela la culpó de haber tentado al sacerdote.
Los siguientes dos años de su vida fueron incómodos, al sentirse como una paria y no encontrar una palabra de consuelo en el religioso, que le prohibió que entrara a la iglesia, y cuando se la cruzaba en el parque principal, la ignoraba y rechazaba cualquier intento de charla, y la dejaba allí.

A la edad de 16 años, y junto a la mujer que la acompañó a tomarse la prueba aquella vez en 2004, para 2006 Natalia se acercó hasta la Arquidiócesis de Medellín para denunciar al sacerdote. Allí fue atendida por Alberto Giraldo Jaramillo, expresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia. Cuenta la joven que en ese momento, y luego de narrar todo lo que le pasó en el motel, el clérigo solo le pidió que lo perdonara: “También somos de carne y hueso y nos podemos equivocar, siga con su vida”, le dijo.
Decepcionada, la joven se fue a Chile con el objetivo de iniciar una nueva vida, luego de concluir sus estudios como auxiliar de farmacia. Pero tras conocer a su actual pareja, y en los momentos de intimidad, fue que ella tuvo que contarle lo que había pasado en Colombia, para que pudiera comprender su reacción frente a un momento así.
Ya en agosto de 2022, volvió a iniciar el proceso en la Arquidiócesis de Medellín, y luego en la Fiscalía General de la Nación, donde dejó constancia de todo lo que pasó tras su paso por la parroquia, su tiempo como acólita, la violación y el posterior aborto.
La respuesta se obtuvo en 2023 y dejó perpleja a Natalia, y mediante un correo electrónico se aseguró que “la acción penal se encuentra prescrita”. De acuerdo con lo que le explicaron, los hechos se pusieron en conocimiento de las autoridades demasiado tarde. Sin tiempo para interrogatorios, el caso se cerró.
Pero el nombre de este sujeto ya estaba en los registros de la Arquidiócesis de Medellín, como aseguró el medio, cuenta con otra denuncia por “hechos ocurridos en 2010″, y trece años después seguía “en investigación”, cuando se publicó el artículo, en 2024. Ni el arzobispo anterior ni el actual lo suspendieron, y ese mismo año, se confirmó que este sujeto seguía ejerciendo como párroco de Nuestra Señora de la Asunción, en Medellín.
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