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El Miércoles de Ceniza, una de las fechas más significativas del calendario litúrgico católico, no solo marca el inicio de la Cuaresma, sino que también ha sido escenario de experiencias que trascienden lo espiritual y se adentran en lo paranormal.
Este día, que simboliza el arrepentimiento y la fragilidad de la vida, ha sido relatado por creyentes y no creyentes como un momento de conexión con lo divino, pero también como un portal hacia lo desconocido. En 2025, la celebración se llevará a cabo el 5 de marzo.
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En Colombia, la tradición tiene un significado especial, incluso personas que no son practicantes habituales asisten a misa para recibir la ceniza, y es común ver a los fieles con la cruz marcada en la frente como muestra de fe. Sin embargo, en algunas regiones rurales, esta práctica se mezcla con creencias populares que atribuyen a la ceniza poderes protectores contra enfermedades, desgracias e incluso fenómenos paranormales.
Relatos de lo inexplicable en torno al Miércoles de Ceniza
En un video publicado por Howard Gutiérrez de Conexión Enigma, para la plataforma YouTube, el creador de contenido compartió algunos testimonios de sus seguidores que van más allá de la tradición religiosa, narrando experiencias inquietantes vividas durante el Miércoles de Ceniza.
La maldición del cura
“Si nunca fui de los que creen en esas vainas de la iglesia. Para mí todo eso de la ceniza, las misas y el agua bendita eran solo tradiciones que la gente seguía sin pensar. A ver, póngase a pensar lo siguiente: ¿Cómo va a funcionar algo inventado por el hombre hace millones de años? ¿Y qué nos dicen y aseguran fue dizque Dios? Si es que creencias hay miles, ¿qué garantía tenemos de todo esto? (…) Pero tengo que retractarme de algo, porque esa era la forma en que pensaba hasta que todo cambió.“, así inicia el primer relato paranormal de esta celebración popular.
Este relato describe cómo un hombre, inicialmente escéptico, acompañó a su pareja a la iglesia en el municipio de Santa Fe de Antioquia. Durante la ceremonia, el sacerdote que le impuso la ceniza le susurró al oído una frase desconcertante: “No debiste venir”.
A partir de ese momento, el hombre comenzó a experimentar fenómenos extraños, como migrañas intensas, visiones perturbadoras y la sensación de ser observado por sombras en su habitación. La situación se tornó más aterradora cuando descubrió que el sacerdote que lo había marcado había fallecido días antes de la ceremonia.
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“Esa noche soñé con una iglesia vacía. Prácticamente fue una pesadilla. La iglesia estaba iluminada solo por velas rojas. Frente al altar había un hombre de espaldas, vestido con sotana negra. Su voz resonaba en toda la iglesia, rezando en un latín gutural que yo no entendía. Cuando se giró, tenía la cara quemada y en su frente la misma cruz de ceniza que el cura me había puesto a mí, solo que ardía en fuego en ese momento de susto. Lo único que pasó fue que me desperté sudando frío y con un dolor punzante en la frente. Al mirarme al espejo, la cruz seguía ahí, marcada en mi piel como una cicatriz”.
Entre la duda y la incertidumbre, el hombre solo se preguntaba, ¿Quién le había puesto la cruz aquel día? “Entonces entendí. Lo que fuera que me había marcado no era de este mundo y no pertenecía como tal a esa iglesia”. El relato concluye que después de esa experiencia, cada Miércoles de Ceniza, el hombre sigue despertando con la cruz marcada en su piel, señalando que Dios no es solo amor, sino que también imparte justicia.
La muerte que nos seguía
El segundo testimonio proviene de una mujer que, siguiendo un sueño en el que su madre fallecida le pedía llevar a su padre enfermo a la iglesia, logra movilizarlo hasta el templo a pesar de su delicado estado de salud. “Bueno, Howard, quiero contarle mi historia. Resulta que para ese entonces mi papá estaba muriendo. Un cáncer lo tenía en los huesos, seco, consumido. Ya no hablaba, apenas respiraba y el cuarto donde dormía apestaba a algo rancio, a enfermedad y a muerte. A veces, cuando le limpiaba el sudor, me daba la impresión de que la piel se le iba a desprender. Y lo peor era el aire pesado, ese ambiente oscuro que me aterrorizaba cada vez que entraba”.
Las condiciones para trasladar a su padre eran complejas. Su destino estaba a kilómetros, y sin un vehículo que facilitara la travesía, el viaje no era nada sencillo. A pie y abrigado con una ruana se dispusieron a caminar hasta llegar a la iglesia. Entre miradas de lástima y un frío penetrante, la voluntad fue más contundente.
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“Sin embargo, yo sentía que algo no estaba bien. ¿Y entonces mi papá, con su voz ronca y apenas audible, susurró - Nos sigue, nos está siguiendo - ¿Quién nos está siguiendo, papá? - Es alta. Más alta que los árboles. Me está llamando. — Un escalofrío me recorrió la espalda. No me atreví a mirar atrás. Solo lo sujeté con más fuerza y seguí caminando. Pero el aire se sentía espeso, pesado, como si algo invisible estuviera respirando detrás de nosotros, como si nos estuvieran siguiendo de verdad. Según mi papá, era la mismísima muerte que lo venía siguiendo”.
Según el relato, tras recibir la ceniza, el hombre experimentó una mejoría inexplicable que los médicos no pudieron justificar. “Cuando llegamos a la iglesia, el Padre nos vio y entendió de inmediato lo que pasaba. Nos hizo pasar sin decir nada. Mi papá apenas podía mantenerse en pie, pero en cuanto el sacerdote le puso la ceniza en la frente, algo cambió. Su piel recuperó un poco de color y el temblor desapareció. Ahora se podía sostener el solo de pie”.
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En la puerta de la iglesia, una sobra imponía su presencia, era más grande que cualquier hombre. Estaba quieta, sin un rostro notable, pero proyectaba una amargura. Luego de un tiempo desapareció. El hombre vivió por más tiempo. Los doctores no entendían su pronta recuperación y mucho menos la desaparición del cáncer que los consumía. Su fallecimiento años después fue de manera natural. Para la mujer, lo que aconteció ese Miércoles de Ceniza puede explicarse simplemente como un milagro.
La marca del diablo
“Mi tío Carlos nunca fue un hombre de iglesia, no era ateo ni nada de eso, pero la religión le daba igual. Sin embargo, él tuvo, digámoslo así, que un escarmiento por estar jugando con esto de las creencias un Miércoles de Ceniza, asegurando que cualquier persona, creyente o no creyente la podía usar sin ningún problema”, así inicia el tercer relato, titulado ‘La marca del diablo’.
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En Mompox, un pueblo conocido por su fervor religioso durante la Semana Santa, un hombre que no era particularmente devoto decidió recibir la ceniza en una iglesia que, según él, tenía un ambiente inusual. Al salir, descubrió que la cruz en su frente estaba invertida y rodeada de símbolos que asociaba con el Anticristo. “¡Ah! Juemadre, cura corrompido, me dibujó lo que no era”, dijo el hombre al verse en un espejo.
A partir de ese momento, comenzó a experimentar episodios de parálisis del sueño, escuchar voces y sentir que era perseguido por una fuerza oscura. “Luego comenzó a escuchar voces de muchas personas. Al principio decía que los escuchaba muy muy lejos y solo en la madrugada, pero poco a poco fueron tomando forma de palabras, pero también como de oraciones que él no entendía muy bien, hasta que esas palabras comenzaron a transformarse en órdenes que lo llamaban y le indicaban que hiciera cosas malvadas".
El relato destaca que se trataba de un culto que aprovechan la energía del Día de la ceniza para marcar a los suyos, dado a energía que produce el día santo. El hombre intentó evitar a toda costa que las voces que lo llamaban dominara su mente, voz y cuerpo. Sin embargo, no lo lograba. Es más de una ocasión parecía un “imbécil, un tonto o incluso un zombi” que hacía todo lo que ese culto le indicaba.
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Y es que, cada vez que intentaba alejarse de aquella fuerza oscura, algo lo llamaba de vuelta. Hasta que una noche lo encontraron vagando por el cementerio, con los ojos en blanco y la piel cubierta de ceniza negra. Finalmente, fue sometido a un exorcismo, un ritual que fue aterrador, dado que Carlos gritó como si le arrancaran la piel. Su cuerpo se retorcía en algunos imposibles, hasta se arqueó de una manera inhumana, como si algo dentro de él tratara de romper su cuerpo, además su voz no era la misma, ronca y llenar de fuerza atemorizó más de uno.
El sacerdote presionó un crucifijo ardiente contra su frente y un chillido llenó toda la iglesia. Carlos cayó al suelo, inmóvil. Cuando despertó, todos los malestares que se generaron una vez le colocaron la cruz invertida habían desaparecido. Aunque se alivió de algunos de sus síntomas, dejó dudas sobre si había sido completamente liberado.
“Dicen que la fe puede salvar, pero también puede condenar, porque no sabemos si él quedó liberado por completo. Hoy en día está en un hospital psiquiátrico”, así concluye el relato de ‘La marca del diablo’.
Los testimonios, compartido por Howard, aunque inquietantes, subrayan la importancia de respetar las tradiciones y comprender su significado profundo. En un país como Colombia, donde la fe y las creencias populares coexisten, el Miércoles de Ceniza sigue siendo un día cargado de simbolismo, misterio y, para algunos, experiencias que desafían la lógica humana.
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