
En diciembre de 2024, el equipo astronómico del Observatorio Pan-STARRS en Hawái detectó un asteroide de tamaño considerable, aproximadamente entre 50 y 90 metros de diámetro, al que se denominó 2024YR4.
Desde su descubrimiento, la comunidad científica ha seguido de cerca su trayectoria orbital debido a la posibilidad, aunque lejana, de que este objeto pudiera colisionar con la Tierra.
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A medida que han avanzado los estudios, el panorama ha pasado de un riesgo mínimo a una probabilidad de impacto de un 3,1% para el año 2032, un incremento que ha encendido las alarmas entre expertos y aficionados, dado que entre la posible zona de afectación del asteroide se encuentran Colombia y Venezuela.
Un asteroide bajo la lupa científica
Al respecto, el físico y doctor en física de partículas Javier Santaolalla, conocido por su habilidad para traducir conceptos complejos al lenguaje cotidiano, compartió un detallado análisis en su canal de YouTube.

En el video, Santaolalla explicó que las nuevas estimaciones sitúan al asteroide en un nivel 3 en la escala de Turín, una métrica internacional que evalúa la amenaza de impactos con la Tierra.
Según Santaolalla, esto representa el mayor riesgo de impacto que se ha registrado hasta la fecha, lo cual no significa que la catástrofe sea inminente, pero sí merece atención.
El aumento de la probabilidad de impacto
Santaolalla describió cómo la probabilidad inicial de colisión era casi nula, pero ha ido incrementándose conforme se recopilan más datos.
“Al principio parecía una posibilidad remota, pero con cada nueva observación se han refinado los cálculos orbitales y ahora estamos en un 3,1%”.
Este incremento ha sido impulsado por la reducción de la incertidumbre en la trayectoria del asteroide, algo que suele ocurrir cuando los astrónomos obtienen más mediciones precisas.
Simulaciones de un impacto potencial
El posible impacto de 2024YR4 sería devastador en términos locales, pues Santaolalla ilustró el escenario mediante simulaciones que mostraban los efectos de un choque sobre una ciudad como, por ejemplo, Bogotá que está ubicada en la trayectoria de colisión del asteroide.

Según el análisis, un cráter de 2 km de ancho y 420 metros de profundidad se formaría, vaporizando a más de 6,485 personas instantáneamente con un impacto, equivalente a 27 megatones de TNT, que liberaría más energía que la mayor prueba nuclear jamás realizada.
Además, vientos de hasta 2 km/s barrerían la ciudad, causando la muerte estimada de 452,516 personas. Dentro de un radio de 6.4 km, todas las estructuras serían destruidas, y en un área de 19 km, casi todos los árboles serían derribados.
Sin embargo, el experto subrayó que lo más probable es que, en caso de colisión, el asteroide termine cayendo en el océano, lo que, aunque menos destructivo para áreas urbanas, podría desencadenar tsunamis de proporciones alarmantes.

Lecciones del pasado: el caso Apophis
La preocupación de 2024YR4 recuerda a casos previos como el asteroide Apophis, que en 2004 generó una alerta global hasta que posteriores observaciones descartaron el riesgo de impacto.
Santaolalla explicó que algo similar podría ocurrir con 2024YR4, dado que a medida que se recopilen más datos, la probabilidad de impacto podría disminuir significativamente e incluso llegar a cero.
“Lo más probable es que, en un futuro cercano, este asteroide deje de ser motivo de preocupación”, pero también añadió que no es momento para bajar la guardia.
En cuanto a posibles medidas de mitigación, Santaolalla destacó algunas estrategias que se han discutido en la comunidad científica, entre las que se incluyen el uso de naves espaciales para desviar la trayectoria del asteroide mediante impactos controlados, o incluso tecnologías más avanzadas como explosiones nucleares controladas para alterar su curso.
Aunque estas opciones puedan sonar drásticas, los expertos coinciden en que un empujón muy pequeño, aplicado con suficiente antelación, podría desviar el asteroide de su rumbo hacia la Tierra.
Observación constante, clave para la seguridad
Un tema central en el análisis de Santaolalla fue la importancia de la observación constante y la cooperación internacional.
“En el siglo XXI, tenemos herramientas avanzadas y conocimientos que nos permiten anticiparnos a estas amenazas”.
No obstante, también hizo un llamado a la coordinación global, señalando que, aunque existen protocolos científicos bien establecidos, los mecanismos políticos y logísticos aún presentan desafíos.
El divulgador científico concluyó que a medida que pasan las semanas, los astrónomos seguirán monitorizando la trayectoria de 2024YR4 y actualizando los cálculos con cada nueva observación.
Es un proceso que requiere paciencia y rigor, pero que finalmente permitirá determinar con precisión si este asteroide representa un riesgo real para la Tierra o si, como en casos anteriores, la probabilidad de impacto se reducirá a valores insignificantes.
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