La deportación de migrantes indocumentados, ordenada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, derivó en una crisis diplomática con Colombia que, en horas, pudo ser resuelta. Esto, luego de que el primer mandatario Gustavo Petro se sometiera a los requerimientos del jefe de Estado norteamericano y aceptara el ingreso de migrantes al territorio nacional.
El 28 de enero de 2025 llegaron dos aviones provenientes de San Diego (California) y El Paso (Texas), con 201 connacionales que fueron deportados por el Gobierno estadounidense. Tras su llegada, denunciaron tratos denigrantes por parte de las autoridades norteamericanas y señalamientos relacionados con la criminalidad.
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La manera en que fueron tratados en suelo estadounidense difiere del trato que recibieron en Colombia, teniendo en cuenta que el Gobierno dispuso de los aviones para trasladar a los connacionales de manera segura y sin ser esposados.
Una de las mujeres que llegó a Colombia en uno de los vuelos, cuyo nombre no fue revelado por motivos de seguridad, reveló detalles de la experiencia que vivió. La ciudadana, oriunda de Convención, Norte de Santander (región del Catatumbo), huyó por la violencia ejercida por grupos armados en el territorio; allí, mataron al padre de sus hijos. Entonces, eligió el país norteamericano como destino, para poder tener una mejor calidad de vida.
Luego de una larga travesía, pasó por “el hueco” y entró ilegalmente a Estados Unidos, pero se encontró con las autoridades, que impidieron que continuara su rumbo. “Ellos inmediatamente nos llaman, nos pasan una bolsa para que coloquemos solamente nuestro teléfono, nuestro cargador (...), nos hacen quitar los cordones de los zapatos, nos hacen quitar los cinturones”, relató en una entrevista con Caracol Radio.
De acuerdo con su testimonio, desde un inicio, los uniformados estadounidenses maltrataron a los migrantes y aseguraron que la situación por la que estaban pasando era merecida, por presuntamente querer llegar al territorio a delinquir. “Nos meten la mano por todos lados para revisar que no tengamos nada, y desde que llegamos son con puros gritos, nos tratan mal, (dicen) que eso nos pasa por estar de delincuentes… nos tratan demasiado mal, como si hubiéramos hecho el pecado más grande del mundo”, precisó al medio.
Junto con otros migrantes, fueron retenidos por y trasladados a una habitación, donde estuvieron incomunicados y solo les permitieron bañarse una vez: “Siete días que no me dejaban bañar”, contó la mujer, que estuvo privada de la libertad durante 10 días.
En medio de la incertidumbre sobre su futuro, fue deportada a Colombia. En el primer avión que salió de la Fuerza Aérea de Estados Unidos, todos los ocupantes iban esposados de pies y manos, y tenían una cadena en la cadera. No obstante, el trato que recibió cuando fue deportada en un avión colombiano, fue “diferente”, porque no estuvo encadenada ni esposada.
Además, aseguró que, en un inicio, se había planeado un futuro diferente para ella y los migrantes que estaban con ella: “A nosotros no nos iban a deportar, nos iban a mandar a prisión”.
El recorrido para llegar a Estados Unidos: travesía y secuestro
Además de los malos tratos que recibió en el país norteamericano, la colombiana padeció la violencia que se registra en las fronteras y en los pasos ilegales para llegar a Estados Unidos. Según detalló, pretendía hacer un ingreso legal, por lo que agendó una cita por medio de la aplicación CBP One, de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de dicho país. Sin embargo, debido a un secuestro, perdió la cita, y tuvo que seguir su camino en el “tren de la bestia”.
“Mi recorrido lo hice por la selva. Yo salí hace 10 meses, me fui por la selva, estuve en el bosque trabajando. Me llegó mi cita de CBP One, pero tuve un incidente: me secuestraron y la perdí”, relató al informativo citado.
Estando secuestrada en Tijuana (México), supuestamente por agentes de migración, exigieron un pago de 3.000 dólares por su liberación. Un contacto que tiene en Estados Unidos pagó la totalidad del dinero y, por eso, pudo continuar su comino. “Dicen que si no tienes para pagar tienes que prostituirte, ellos te agarran el número de teléfono, siguen llamando a la persona que pague”, dijo.
Su idea era entrar al país antes del 20 de enero de 2025, fecha de la posesión de Donald Trump como presidente. No obstante, alcanzó a ser retenida por las autoridades y, finalmente, fue deportada. Ahora, no sabe si regresar al Catatumbo, donde el ELN y las disidencias de las Farc están enfrentándose por el control del territorio.