El presidente de Colombia, Gustavo Petro, realizó el miércoles 22 de enero una visita oficial a Haití que no pasó desapercibida. A pesar de la grave crisis de orden público que afecta la región del Catatumbo, el jefe de Estado viajó al país caribeño en un gesto que busca fortalecer los lazos entre ambas naciones.
La visita, que destaca por su relevancia histórica, ha sido objeto de controversia en las redes sociales, donde sus opositores criticaron su decisión de mantenerse en el exterior en un momento tan delicado para la seguridad en el país.
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Sin embargo, llamó la atención que, durante su intervención en Haití, Petro se refirió a la situación de los migrantes, en un discurso en el que expresó su solidaridad con aquellos que enfrentan condiciones de vida precarias y son víctimas de explotación. “Hablan de echar migrantes, trabajadores, la inmensa mayoría, sacar el proletariado, como se decía en el siglo XIX, a la fuerza de las fábricas, de las calles que barran, de las paredes que pintan, y entre ellos muchísimos haitianos, muchísimos venezolanos, y muchísimos colombianos. Nos echan. Se aprovechan de una nueva esclavitud y nos echan”, afirmó el mandatario.
Con estas palabras, Petro denunció las políticas que buscan excluir a los migrantes, y manifestó su rechazo a las prácticas que perpetúan lo que él considera una “nueva esclavitud”. A su juicio, la expulsión de estos grupos no es más que una forma de explotación, y recalcó que quienes son desplazados por estas políticas, como los haitianos, venezolanos y colombianos, se ven forzados a abandonar los lugares donde no se les quiere.
El presidente también destacó la importancia de la solidaridad entre los países de América, haciendo un llamado a la unidad: “Yo la verdad creo que donde no somos bienvenidos tenemos que irnos. Nada tenemos que hacer allá. Algún día descubrirán que a quienes echaron los necesitaban. Pero no se va donde no se impida. Por tanto a nosotros nos corresponde, entre nosotros mismos, entre los americanos de la libertad, de todos los colores, ayudarnos. Por eso estoy aquí. Para agradecerles en primer lugar el que nos haya ayudado en nuestra libertad”, expresó.
Entre tanto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, avanza con firmeza en su agenda migratoria con el respaldo del Congreso. Justamente, el miércoles 22 de enero, la Cámara de Representantes dio la aprobación final a un proyecto de ley que exige la detención de inmigrantes no autorizados acusados de delitos como robo y actos violentos. La legislación marca un alejamiento significativo de las políticas más humanitarias promovidas por su predecesor, Joe Biden, y refuerza los esfuerzos de Trump por endurecer las medidas contra la inmigración ilegal.
“No queremos que criminales entren a nuestro país”, afirmó Trump durante un discurso en el Capitolio, reafirmando su compromiso de priorizar la seguridad nacional y fortalecer las fronteras.
La nueva legislación exige que las autoridades federales detengan a migrantes acusados de hurto o delitos que causen lesiones o muertes, al tiempo que otorga a los estados un nuevo estatus legal para impugnar decisiones federales de inmigración, incluidas las emitidas por jueces especializados en el tema.
Sin embargo, la implementación de esta ley enfrenta desafíos significativos. Para llevar a cabo las medidas exigidas, se requeriría un aumento considerable de las capacidades del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés). No obstante, el proyecto no contempla nueva financiación, lo que genera incertidumbre sobre su ejecución a corto plazo.
¿Con este movimiento, Trump refuerza su postura de línea dura frente a la inmigración ilegal, una de las piedras angulares de su administración, mientras pone fin a varios programas fronterizos de la administración Biden, alejando al país de las políticas diseñadas para gestionar el arribo de cifras récord de migrantes en la frontera con México de manera más humanitaria.