La región del Catatumbo, ubicada en Norte de Santander, se ha convertido en el escenario de combates entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y la estructura 33 de las disidencias de las Farc, como sucedió el 16 de enero de 2025, cuando habitantes de las poblaciones como Teorama, Convención, Tibú y La Gabarra estuvieron en riesgo de quedar en medio del fuego.
Esta escalada de violencia mantiene a las comunidades locales bajo una constante incertidumbre y encendió las alarma sobre el impacto de estas disputas en las negociaciones de paz que se adelantan con ambas estructuras al margen de la ley, como parte de la política de Paz Total liderada por el presidente de la República, Gustavo Petro. La misma que hasta el momento no ofrece, por desgracia, resultados significativos en dicho propósito.
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La disputa por el control territorial y el narcotráfico, que se han convertido en elementos centrales en este conflicto, explican parte de la tensión en esta área del oriente. Y responderían a las pugnas no solo por el territorio, sino el control de recursos y rutas del narcotráfico, que han aumentado debido a la posición estratégica de esta zona, fronteriza con Venezuela y convertida en un corredor para sacar, por allí, la producción de pasta de coca.
Sobre el particular, Roberto García Alonso, profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de La Sabana, explicó que aspectos como el vacío de poder en estas regiones permiten que organizaciones como el ELN y las disidencias actúen “como autoridades de facto”. Un fenómeno que, desde su perspectiva, perpetúa el ciclo de violencia y reafirma lo que serían las serias dificultades que enfrentan las autoridades para establecer el orden en esta región fronteriza.
¿Qué impacto tendría esta confrontación en las negociaciones de paz?
La violencia en el Catatumbo podría complicar aún más el panorama de los diálogos de paz entre el Gobierno y los distintos grupos armados, según expresó el académico. “La ruptura de pactos de no agresión entre el ELN y las disidencias desgasta la credibilidad y la voluntad de avanzar hacia acuerdos duraderos”, expresó García Alonso en su análisis. Y señaló los desafíos que representan las luchas internas y la falta de unidad de mando dentro de los grupos negociadores, especialmente en el ELN, en el que la autonomía de sus frentes dificulta implementar acuerdos a nivel nacional.
Con este parangón, el profesor hizo énfasis en que los enfrentamientos armados entre facciones podrían ser utilizados como “estrategias para ganar posiciones en las mesas de negociación”. Sin embargo, esta escalada se convierte en una clara amenaza de desestabilización de los avances logrados en el marco de la Paz Total.
Asimismo, el catedrático recordó que el Estado Mayor Central (EMC), el mayor grupo disidente de las Farc, mostró cierta disposición a los acuerdos durante sus diálogos iniciales con el Gobierno. “Han mostrado voluntad de paz al acordar ceses al fuego y renunciar al secuestro extorsivo. Sin embargo, desde entonces el proceso ha estado permanentemente en crisis a causa de las acciones de los disidentes contra las propias comunidades o la fuerza pública.”, afirmó.
Intervención estatal: el desafío de Gustavo Petro y su impacto en la población civil
Ante la pregunta acerca del porqué se han intensificado los enfrentamientos, y sobre qué acciones podría tomar el Gobierno para frenar esta ola de violencia en el Catatumbo, García Alonso indicó que el Estado podría optar por reforzar la presencia militar en la zona “para proteger a la población y garantizar la seguridad”. No obstante, en este punto advirtió que tal situación “podría minar la confianza en el proceso de paz” y resultar contraproducente para los acuerdos en curso.
Otra estrategia podría ser priorizar operaciones de inteligencia específicas para desarticular redes de apoyo de los grupos armados. “Y priorizar operaciones de inteligencia para identificar liderazgos y redes logísticas, ya que todo sugiere que estos grupos armados como el ELN y las disidencias de las Farc están reconfigurando sus estructuras en el Catatumbo”
Siendo este un contexto socioeconómico ya complejo, debido a que la población local enfrenta graves consecuencias debido a los combates, masacres, desplazamientos y secuestros, lo cual ha causado, a juicio del experto, un deterioro sustancial en la calidad de vida, también se ha perpetuado lo que llamó el “abandono de la región en términos de presencia estatal“. Escenario que degrada su calidad de vida y genera desconfianza en los procesos de paz, así como lo que podría acuñarse como un cansancio social.
Es por ello que García Alonso remarcó, en el epílogo de su análisis, que todo esto acontece en un momento particularmente delicado en el panorama de las negociaciones de paz. Por un lado, se registra la división ocurrida en el Estado Mayor Central (EMC) en 2024, que debilitó de forma significativa los esfuerzos iniciales, mientras que por el otro, las relaciones con el ELN han estado marcadas por recurrentes desacuerdos.
Estos factores, combinados con la violencia persistente, plantean un obstáculo para cualquier intención genuina de alcanzar la paz en zonas como el Catatumbo.