La evolución de las bandas criminales en el Valle de Aburrá ha llevado a un preocupante uso de tecnologías avanzadas para consolidar su control territorial y contrarrestar la acción de las autoridades. Estas estructuras no solo han perfeccionado sus técnicas de vigilancia y comunicación, sino que también han implementado equipos que compiten con los recursos empleados por las fuerzas de seguridad.
En un fenómeno que recuerda a los sistemas de vigilancia urbana, algunas bandas han desplegado circuitos cerrados de televisión para monitorear sus zonas de influencia. En los últimos cinco años, las autoridades han desmantelado al menos 113 cámaras instaladas de manera clandestina por estos grupos. Estas herramientas les permiten supervisar a sus propios colaboradores, identificar movimientos sospechosos y anticiparse a los operativos policiales.
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Uno de los casos más recientes involucró al grupo delincuencial La Terraza, al cual se le decomisaron cinco cámaras y un computador que centralizaba las grabaciones. Estos dispositivos se encontraban ubicados en puntos clave de sus plazas de vicio, sustituyendo a los tradicionales “campaneros” como primera línea de alerta ante la llegada de las autoridades.
Este tipo de vigilancia no es exclusivo de una sola estructura. En 2020, durante la pandemia por covid-19, las bandas El Mesa y Pachelly operaban una red de 46 cámaras distribuidas en barrios estratégicos de Bello y Medellín. Estos circuitos no solo facilitaban el control de sus operaciones ilegales, sino que también se convertían en herramientas para monitorear a las comunidades sometidas a su influencia.
Equipos sofisticados y uso de drones
El avance tecnológico de estas organizaciones no se limita a las cámaras. Los drones han comenzado a jugar un papel crucial en la vigilancia desde el aire. Aunque las autoridades no han reportado incautaciones de estos dispositivos en el Valle de Aburrá, informaciones de inteligencia sugieren que grupos como El Mesa los emplean para rastrear movimientos de enemigos y patrullas policiales.
Por otro lado, la adopción de binoculares con visión nocturna y telescopios ha fortalecido el control territorial de bandas como La Sierra. Ubicados en puntos altos de la Comuna 8 y sus alrededores, miembros de esta organización aprovechan el terreno elevado para vigilar día y noche, consolidando su dominio en estas áreas periféricas.
Contramedidas contra la inteligencia Policial
Una de las estrategias más preocupantes de estas estructuras es el uso de inhibidores de señales de celular. Este tipo de dispositivos bloquea las comunicaciones en un radio específico, dificultando las interceptaciones de las autoridades. Aunque su uso se ha documentado principalmente en grupos de mayor poder, como el caso de alias Sebastián de La Oficina, su acceso en el mercado negro podría ampliar su adopción a otras organizaciones criminales.
Las autoridades de la capital de Antioquia ya se ha referido en varias ocasiones a los equipo usados por estructuras criminales que, con eso, dan una muestra del alto presupuesto que les deja las rentas de delitos como el narcotráfico y la extorsión.
La implementación de tecnologías avanzadas por parte de las bandas no solo refuerza su capacidad operativa, sino que también plantea nuevos desafíos para las autoridades. Cada circuito desmantelado representa una amenaza neutralizada, pero también revela la sofisticación creciente de estos grupos. Además, el costo asociado a estos equipos sugiere una inversión significativa que podría estar respaldada por las rentas criminales derivadas del narcotráfico, la extorsión y otros delitos.
En este contexto, la lucha contra estas estructuras requiere un enfoque interinstitucional que combine acción policial, tecnología y el apoyo de la comunidad. La modernización de los cuerpos de seguridad y el fortalecimiento de las redes de información ciudadana se perfilan como elementos clave para contrarrestar la amenaza de unas bandas que, lejos de quedarse atrás, evolucionan constantemente en su capacidad operativa.