La serie de Netflix de Cien años de soledad ha reavivado el interés en la obra de Gabriel García Márquez, provocando un renovado entusiasmo en Colombia por su legado literario. Tanto los que ya han leído el libro como quienes aún no lo conocen, se sienten atraídos por la historia de la familia Buendía, que transcurre en el mítico pueblo de Macondo.
Este revuelo recuerda una iniciativa que tuvo lugar en 2006, cuando el entonces alcalde de Aracataca, Pedro Sánchez, propuso, en una consulta popular, que los habitantes del municipio votaran a favor o en contra de agregar el nombre “Macondo” al de la localidad, en honor al pueblo donde Gabo nació y vivió hasta los 8 años. Aracataca, en el departamento de Magdalena, fue el lugar que inspiró al escritor en su obra más famosa.
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El nombre “Macondo” siempre cautivó a García Márquez, desde sus primeros viajes con su abuelo. Lo utilizó en sus libros para denominar un pueblo ficticio, sin haberlo escuchado en ningún otro contexto. Más tarde, el maestro del Realismo mágico descubrió en una enciclopedia que Macondo también era el nombre de un árbol tropical, similar a la ceiba, pero en sus viajes por la Zona Bananera, nunca encontró a alguien que supiera de qué se trataba. Esto le llevó a pensar que tal vez “Macondo” era una creación suya, un lugar inexistente.
Cuando Cien años de soledad se publicó en 1967 en Buenos Aires, Aracataca comenzó a recibir numerosos turistas que buscaban conocer el Macondo de la novela. Al principio, los aracataqueños no entendían la razón de la afluencia, pero una vez leyeron el libro, comprendieron el poder simbólico del lugar.
En 2005, el nombre de Macondo volvió a ser tema de debate cuando el alcalde Pedro Sánchez planteó la idea de modificar el nombre de Aracataca para incluir “Macondo” y convertirlo en un atractivo turístico. Su propuesta fue presentada a la Asamblea de Magdalena, en la que sugería que el municipio pasara a llamarse “Aracataca-Macondo”.
El alcalde veía esto como una oportunidad para aprovechar la fama mundial de García Márquez y aumentar los ingresos del pueblo. De hecho, tras su visita a Europa, Sánchez se dio cuenta de que muchas personas reconocían más fácilmente “Macondo” que otras ciudades colombianas como Bogotá o Medellín, lo que lo convenció aún más de la viabilidad del proyecto. El mandatario local defendía que esta unión de nombres ayudaría a que el mundo entendiera que Aracataca y Macondo son inseparables, el uno la cuna del otro.
Según Rafael Darío Jiménez, coordinador de cultura y director de la Casa Museo Gabriel García Márquez, la casa natal de Gabo recibe miles de visitantes cada año, muchos de ellos extranjeros, que buscan la esencia de Macondo y el realismo mágico que allí nació. A propósito, comparó la idea del alcalde Sánchez con otros lugares literarios, como Illier-Combray, el pueblo ficticio creado por el escritor francés Marcel Proust.
Sin embargo, no todos en Aracataca estaban de acuerdo con esta propuesta. Algunos vecinos de la época de García Márquez consideraban que “Macondo” no era un nombre apropiado para el pueblo, ya que solo hacía referencia a un árbol. Otros opinaban que era una invención de Gabo, y que en el municipio no existían árboles con ese nombre, solo almendros y cauchos.
A pesar de la oposición, algunos habitantes defendían la propuesta, argumentando que “Macondo” daría más relevancia al pueblo, resaltando el vínculo indisoluble con García Márquez. Las nuevas generaciones también apoyaban la idea, señalando que el nombre de Aracataca siempre estará asociado a Gabo, y que añadir “Macondo” podría atraer aún más interés hacia el lugar.
Para tomar la decisión se realizó el 26 de junio de 2006 una consulta popular, pero por falta de votantes se hundió, lo que en últimas cumplió con la voluntad del escritor que en vida siempre expresó su deseo que Aracataca se mantuviera en el tiempo como la tierra que lo vio nacer.
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