Ni un bombardeo ni un ataque entre bandas delincuenciales, las explosiones la madrugada del 1 de diciembre en Medellín responde al tradicional festejo de la Alborada, que de la bienvenida a las fiestas de fin de año.
Así lo habría tenido que explicar a otros migrantes en la capital de Antioquia el tiktoker de origen coreano Jason Lee: “Esta ciudad no está siendo atacada. Miren esto, los locos fuegos artificiales ¡Miren esto! Es la Alborada a principios de diciembre, el comienzo de la temporada oficial de vacaciones”.
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Durante al menos una hora, se escucharon los estruendos de la pirotecnia en Medellín y municipios del Valle de Aburrá, en donde suele darse la bienvenida a la Navidad de la misma manera que las AUC celebraron su proceso de desmovilización en el 2003.
“Con la Navidad y el año nuevo miren la increíble cantidad de fuegos artificiales, miren eso. Están locos en Medellín ¿o no?”, precisó Lee, que ya se encuentra familiarizado con la tradición.
La historia de impunidad, crimen y narcotráfico que se esconde tras la alborada en Medellín
Desde la última semana de noviembre, bares, discotecas y rooftops en Medellín promocionan la alborada, una celebración caracterizada por el uso masivo de juegos artificiales a la medianoche del 1 de diciembre. No obstante, John Wilson Osorio, jefe del departamento de Humanidades de la Universidad CES, explicó que este evento tiene orígenes profundamente ligados al narcoterrorismo y al paramilitarismo en Colombia.
La alborada nació en el 2003, en el contexto de la desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), especialmente del Bloque Cacique Nutibara, liderado por Diego Fernando Bejarano Murillo, alias don Berna o Adolfo Paz. Osorio recordó que “ese primer día de diciembre de 2003, finalmente, se desmovilizaron los bloques de las AUC en Medellín, una entrega que se hizo desde los acuerdos con el gobierno del entonces presidente Álvaro Uribe Vélez”.
La tradición de iluminar el cielo con pólvora, explicó Osorio, surgió como una forma de los grupos narcotraficantes y paramilitares de reafirmar su dominio en el Valle de Aburrá. “Era la manera de don Berna y las extintas AUC de decir: ‘Yo soy el dueño de Medellín, yo mando en el territorio. No desmovilizamos, pero seguimos acá, seguimos mandando en Medellín’”, señaló el académico.
A pesar de que la alborada refleja el espíritu fiestero de los colombianos, Osorio lamentó las consecuencias que cada año deja en Medellín y otros municipios de Antioquia: quemaduras causadas por la pólvora, incendios en áreas rurales y estructuras, además de afectaciones graves a los animales. Para el docente, la persistencia de esta celebración es un recordatorio de “los años de la desmovilización de las autodefensas y del control que estos siguen manteniendo en muchos territorios del municipio”. Medellín, insistió, celebra una tradición cuyo origen está marcado por un “contexto tenebroso y delincuencial”.
¿Cómo proteger a sus mascotas de los fuegos artificiales en la temporada de fin de año?
A pesar de las restricciones impuestas por las autoridades en varias ciudades colombianas, como Bogotá, el uso indiscriminado de pólvora durante la Navidad continúa poniendo en peligro la salud de muchas mascotas. Según Esteban Bravo, veterinario de la Cruz Roja Bogotá, los animales sufren graves consecuencias por el miedo y el estrés generados por los fuertes ruidos, que pueden desencadenar reacciones como agresividad, aislamiento, temblores y hasta lo que se conoce como “entumecimiento emocional”. Este estrés es exacerbado por la liberación de cortisol, lo que puede derivar en problemas de salud graves, como infartos.
La pólvora, que afecta especialmente a los animales debido a su agudo sentido auditivo, ha llevado a expertos en comportamiento animal a recomendar evitar su uso. Ángelo Torres, educador canino de la Cruz Roja, explicó que los animales tienen un oído selectivo y, por ejemplo, un perro puede ignorar el sonido de una aspiradora, pero reaccionar de inmediato ante el ruido de un paquete de galletas. Como solución, Torres sugiere entrenar a las mascotas con sonidos similares a los de la pólvora, pero a un volumen bajo, combinados con juegos y recompensas alimenticias, lo que podría ayudarles a tolerar los ruidos festivos. Este entrenamiento debería durar entre dos y tres días, aunque, en muchos casos, la falta de tiempo para prepararlas impide llevarlo a cabo.
Cuando no es posible entrenar a las mascotas, Torres recomienda crear un ambiente tranquilo, alejándolas de las ventanas y cubriéndolas con una manta oscura para que se sientan más seguras. Además, subraya la importancia de la presencia del dueño durante estos episodios de miedo, ya que la sensación de soledad podría intensificar el estrés. En situaciones graves, como pánico extremo o convulsiones debido al estrés, Bravo sugiere que los propietarios mantengan la calma, cronometrando la duración de los episodios para ofrecer al veterinario información útil. Asimismo, advierte sobre el uso de elementos como algodones o tapones en las orejas de los animales, ya que esto podría causarles problemas adicionales.