En un nuevo dictamen para el esclarecimiento de la verdad del conflicto armado en Colombia, el Centro de Memoria Histórica publicó un informe denominado El estallido de un trueno ajeno: memorias de sobrevivientes al Bloque Catatumbo, en el que se detalla cómo fue el operar de la subestructura armada de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) comandado por Salvatore ‘el Mono’ Mancuso y Armando Alberto Pérez Betancourt, alias Camilo.
El informe número 20 publicado por la Dirección de Acuerdos de la Verdad del Centro Nacional de Memoria Histórica detalla el origen y la actuación de las agrupaciones paramilitares en las regiones, también describe cómo fue la estructuración, movilización y zonas de operación del grupo paramilitar, que perpetró 13 masacres en cinco departamentos, donde dejaron como saldo 118 personas muertas.
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“El informe fue construido con los aportes al esclarecimiento de la verdad de 686 exintegrantes de este grupo y a partir de 96 ejercicios de toma de información a 116 personas que fueron testigos o víctimas de este grupo armado, así como con los aportes voluntarios del postulado a Justicia y Paz, Jorge Iván Laverde, alias el Iguano”, indicó el Centro de Memoria Histórica.

De acuerdo con lo expuesto en el informe, entre mayo y noviembre de 1999 varios vehículos con paramilitares del Bloque Catatumbo de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) atravesaron cinco departamentos, desde Córdoba hasta Norte de Santander y solo en ese recorrido perpetraron 13 masacres, siendo una de las más recordadas y sangrientas la de La Gabarra.
En ese municipio de Tibú (Norte de Santander), los paramilitares hicieron una incursión armada alegando que estaba controlado por las Farc y asesinaron entre 35 y 43 personas que señalaron, sin fundamentos, de ser guerrilleros de este grupo armado. Extraoficialmente se asegura que fueron más de 100 personas las asesinadas por los integrantes del Bloque Catatumbo.
El documento detalla cómo los hermanos Castaño y Salvatore Mancuso, comandantes de las AUC, idearon la creación del frente armado del Catatumbo con la excusa de combatir a la guerrilla del ELN y las Farc en esa subregión del país, pero que en realidad tenía fines de expansión del grupo armado con fines lucrativo.
Fue así como, por medio del desplazamiento y el despojo, los cabecillas debajo de los Castaño y Mancuso, en orden jerárquico, llegaron a controlar las economías legales e ilegales del territorio e impusieron cambios en las prácticas sociales cotidianas, imponiendo como eje central de subsistencia la economía de la producción de base de coca, el ocio y la explotación sexual.

Así los paramilitares crearon los frentes La Gabarra, Tibú, Móvil-El Tarra y Fronteras, con los que se tomaron el poder de las economías ilícitas que estaban en manos de otros grupos criminales. durante su existencia, el grupo criminal cometió decenas de masacres más, estableció centros de adoctrinamiento, entrenamiento militar, de tortura y desaparición de víctimas, como los hornos crematorios de Juan del Frío, en territorios que fueron tomados a la fuerza por medio del desplazamiento de campesinos.
“Si bien hubo expresiones de seguridad privada en Norte de Santander, el Bloque Catatumbo de las AUC fue, de lejos, el principal ejército paramilitar de la región y el actor más violento del conflicto en este territorio. En tan solo uno de sus frentes se confesaron más 115 masacres entre 1999 y 2004 y más de 5.000 homicidios, según palabras de uno de sus comandantes”, detalló León Rodríguez, investigador del informe.
El Centro de Memoria Histórica indicó también que los paramilitares extendieron sus hilos hasta la política, la cual permearon con corrupción y sobornos con dinero del narcotráfico; también introdujeron sus tentáculos en las Fuerzas Armadas, donde recibieron apoyo de todo tipo para delinquir.

“Este grupo cooptó bandas delincuenciales locales, funcionarios del DAS y de la Fiscalía, entre otras instituciones (...) Mandos como Armando Alberto Pérez Betancourt, alias Camilo, comandante general, y Diego Fernando Fino Rodríguez, alias Marlon, eran exmilitares, y de acuerdo a lo que estableció el Centro de Memoria Histórica, el 52% de la muestra tuvo vinculación con algún organismo de seguridad, de los cuales el 43% perteneció al Ejército”, dice en un apartado del informe de dos tomos con más de 1.100 páginas en las que se entregan detallados relatos de cómo actuó el grupo paramilitar en el Catatumbo y sus alrededores.
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