
La búsqueda del amor hoy sucede, cada vez más, en las aplicaciones. Esta historia que toca contar hoy no llegó al mail de Infobae, la obtuve de primera mano durante el cumpleaños de una amiga. A la protagonista, desde hace un tiempo amiga por transición, la he visto pocas veces, pero es de esas mujeres que se llevan al mundo puesto. Me cuenta hoy en el jardín y pucho en mano, una de sus últimas experiencias sin temor a ser juzgada.
Ya separada, con dos hijos varones grandes, agotadas las citas con amigos de los maridos de sus amigas, esa primera cadena de contactos, se asomó divertida a las aplicaciones y a sus infinitas propuestas amorosas.
Divertida, sin rollos y de una franqueza casi increíble, Jackie (así la llamaremos) ahora anda bien acompañada, pero lo que relata ocurrió durante 2023.
Jackie conoce a Guille
Es alta, de pelo lacio y abundante, con una figura de mujer todopoderosa. Determinada, jamás víctima, ella siente que puede con todo. De hecho, crió sola a sus dos hijos y ejerce con éxito su profesión de contadora eficiente. Desde que se separó del padre de sus hijos hace ya tantísimos años, tiene hoy 48, le costó encontrar un hombre con el que compartir un nuevo trayecto de la vida. Fue después de mucho salir con “presentados” por amigas casamenteras empezó a probar con citas emanadas del espacio virtual. Un espacio donde un día empezando el 2023 se encontró con alguien interesante.
“Encontrar un tipo que se banque cómo soy no resulta fácil: tengo carácter, vivo trabajando, no demoro en concretar lo que quiero, no preciso que me mantengan y adoro divertirme… con cordura. Los hombres grandes son complicados y vienen con mucho mambo o están en la de hacerse los pendejos irresponsables. Los jóvenes me resultan anodinos y escurridizos, no quieren compromiso. Hay de todos los colores. La mejor manera que encontré para conocer gente, después que agoté a los conocidos de conocidos, fue sumarme a las aplicaciones de citas”, explica mientras da una bocanada de humo, “Un día apareció Guille. Y fue bueno, este sí que podría ser. Era un bombón, se lo notaba deportista, te chamuyaba poco pero sugería más. Los mensajes fueron subiendo de tono y comenzó un increíble sexting. Sabés de qué te hablo ¿no?”, arremete Jackie.
Me sorprende y me deja con la boca abierta. Murmuro que creo saber, que algo he leído, pero no tengo más remedio que pedirle con sinceridad que me explica mejor en qué consistía, soportando el riesgo de que me considere como la dama antigua con miriñaque de los actos del colegio. Jackie me mira comprensiva y exhibe media sonrisa. Ante mi desconcierto por el término precisa mejor de lo que habla: “¿Sexting? Ponele que es sexo, pero no sexo común. Es por mensajes, con fotos y videos. Te mandás contenido sexual y es re hot… Funciona. Todos deberían probar. Ahora es común. Bueno eso andaba tan bien que a los seis meses de charla un día dijimos de conocernos”.
Le pregunto preocupada si no teme que eso que hacía pudiese ser un problema, que pudieran viralizar sus mensajes. Se ríe.
“Nahhh, ¿por qué? Igual yo no estaba haciendo nada reprochable. Era libre, soltera. El espacio virtual debe estar colapsado de estas cosas”, dice dejándome afuera de la cancha, “Sigo contándote. Por fin, pusimos fecha y pactamos un encuentro. Guille me había dicho que era economista, que trabajaba en una consultora que es archiconocida, que estaba separado desde hacía poco tiempo y que tenía una hija chiquita, en jardín de infantes. Era un hallazgo alguien como él. Teníamos, además, la misma edad. Que no es un tema menor, nos gustaba el vino y la misma música. La relación personal física fue tan buena o mejor que la virtual.”
Desencuentros y el ulular de las sirenas
Bares, restaurantes fashion, algún que otro fin de semana de amor en el departamento medio vacío de él con vista al río. Jackie ayudó con la elección de muebles y cortinas. Estaba recién mudado. De amor no se hablaba, pero había pasión, encuentro y charlas eternas sobre la vida. Jackie creía que podía estar comenzando una relación larga y que podrían presentarse a sus familias. Por ahí, se estaba enamorando.

“Pero empecé, dice, a notar algunos detalles que me hacían ruido. En su depto no había nada pero nada personal. Ni un papel, ni una foto, ni una boleta de luz. Nada. Parecía un AirBnB sin referencias a un pasado.
No me cerraba. Por momentos me parecía que podía estar ocultando algo. Comencé a maquinar que por ahí no estaba realmente separado y que ese depto podía de alquiler temporal, tipo bulo. O que trabajara en una inmobiliaria y fuera de otro. No sé pero empecé a parar mis antenas y a sospechar. Lo sentía demasiado impersonal, medio vacío. No era una casa que pareciera habitada”.
Al tiempo empezaron otros detalles a hacerle sonar todas las sirenas: encuentros que se frustraban sin explicación o salidas anuladas sobre la hora hacían ulular el globo rojo sobre el corazón de Jackie. ¿Ocurriría algo? Jackie no les dio mucha importancia, pero los plantones no eran algo a lo que ella estuviese acostumbrada. Ni dispuesta a bancar indefinidamente.
“Yo estaba a full con él. Me encantaba. Si bien me molestaban bastante los contratiempos me los banqué. Eran cosas de la vida. Podrían tener explicación. Aunque yo no las pedía. Mi vida iba a mil y corría de un lado a otro. Pero mi olfato me decía que algo pasaba”.

La historia de una amiga planta dudas
Hubo un encuentro una tarde con una amiga que aclaró el panorama mental y sentimental de Jackie.
“Fue justo por esas semanas que andaba medio bajón que un día me encontré a comer con mi amiga Rosie que venía de una experiencia horrible. Queríamos ponernos al día con nuestras vidas. Rosie, está separada y tiene tres chicos adolescentes, había conocido a un tipo, por otra aplicación, con el que se había puesto formalmente de novia. Hasta ahí sabía. Pero esa noche me contó que a los pocos meses el pibe ya mostraba rasgos raritos… Era controlador con todo y se mostraba tan posesivo con ella que no la dejaba hacer nada sola. No era que le decía que no lo hiciera, simplemente inventaba algo para que no pudiese ir o hacer otra cosa que no fuera con él. Me contó que había sido tan natural que ni ella se había dado cuenta. Además, ella tiene plata, él había comenzado a manejarle su dinero. Trabajaba en finanzas en una sociedad de bolsa. Parecía que la hacía ganar plata pero ella había pensado que lo que estaba era tomando el control de su vida. Él siempre estaba muy atento a lo que precisaba, a la cartera de Rosie y a sus abrigos, era tan caballero que había empezado a sentir que la ahogaba. Lo cierto es que un día ella encontró en esa cartera que rara vez cambiaba durante la semana, una cosa redondita. No entendía qué podía ser y le preguntó a su hijo mayor Santi. Él la miró, buscó no sabe dónde información y terminó por explicarle que eso que tenía en la mano era un tag geolocalizador. Rosie se descolocó y me contó que entró en pánico. Se subió al auto y lo tiró en un contenedor en otro barrio lejos de su casa. Obvio había terminado la relación sin decirle lo que había encontrado, optó por miedo a no confrontar para sacar al mal genio de la lámpara. Pero esa noche Rosie estaba triste. Cuando volví a mi casa quedé pensando qué estaba pasando con mi relación con Guille. Yo también tenía problemas. No creía que Guille fuera quien decía ser y de hecho, entre mis amigas, le decíamos Turbio. Que Turbio tal cosa o que Turbio tal otra”.
Fisuras en el relato y un acto fallido
Fue en uno de esos días post charla con Rosie. Después de un escarceo amoroso en el depto impersonal mirando el brillo del agua del Río de la Plata, que Guille tuvo un fallido: contándole algo se mencionó a sí mismo con otro nombre. Jackie no dudó, le exigió que le mostrara su DNI: “Sos Turbio flaco, muy turbio. Hace meses que salimos ¿y resulta que ahora tenés otro nombre? Mostrame ya tu documento o no nos vemos más”.
Lo dijo con tanta energía que él, luego de ensayar respuestas absurdas y fue hasta su billetera y se lo enseñó: Guille era Juan. La edad era cierta. El estado civil no lo terminó de aclarar. Que sí, que no, que separarse no es sencillo.

El desencanto invadió a Jackie. Le dijo chau, pero al tiempo él insistió, le mandó una ubicación, estaba cerca. Él logró un nuevo reencuentro. Así estuvieron otros seis meses.
“Fue una gran desilusión en cuotas. Porque aquello vivido tan lindo resultó que había sido todo una farsa. El se vendía como un hombre que apostaba al compromiso y que era tradicional. ¡El muy caradura, me enteré después, iba a misa todos los domingos! Me empezó a quedar claro que él no iba a querer nunca nada serio. Por eso no me presentaba amigos, por eso no venía a donde yo lo invitaba. Seguía casado aunque no lo dijese y no quería formalizar. Como pude, en una especie de relación chiclosa con idas y vueltas, logré dejar de verlo. Después de todo yo había sido una necia que no había querido ver lo obvio. Así que me guardé la tristeza de ese fracaso y me dispuse a estar sola”, dice ahora mientras mira de frente al agua de una laguna de un barrio privado.

Sobrevivir al desencanto
“Las mentiras, cuando tenés el detector de alertas encendido saltan enseguida”, arremete Jackie convencida. Hace un par de semanas, dice que tuvo un recordatorio de ese desencanto: “Lo vi de lejos por la calle de la mano de una mina. ¿Sería la mujer u otra como yo que cayó en su red? Turbio seguirá siempre siendo Turbio. Lo tengo claro. Con mis amigas cuando queremos decir algo que no es claro traemos a colación a Turbio. Me río porque con lo que se quiere ese narciso se muere si supiera como bardeamos con sus cuentos. Sabe que estoy de novia y feliz y me sigue mandando mensajes tontos cada tanto. Le respondo porque soy educada. Punto. Turbio ¡never more! (nunca más)”, afirma Jackie.
Cuando le pregunto si cree que lo que sintió por él fue amor real o si fue solo entretenimiento para la soledad dice que no sabe: “Llamalo, mejor, amor irreal”, resume mientras larga una carcajada gruesa y agrega: “Debe estar llenos de Mister Turbios por ahí, así que yo te lo cuento por si querés relatarlo en esas historias que escribís, ¡puede ser útil y servir para avivar gilas!”.
Jackie apaga el pucho y me dice de entrar. Hace un frío que ni los chismes jugosos pueden apaciguar.
*Escribinos y contanos tu historia. amoresreales@infobae.com
* Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas
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