Su primer novio se suicidó y en el camino de su resiliencia conoció al amor que la salvó y la ayudó a cumplir una promesa

Mariana nunca imaginó que su primer amor, Joshe, terminaría de manera tan trágica. Pero, en medio del sufrimiento, encontró una nueva oportunidad en Cristian, un hombre que la ayudó a superar la culpa y el miedo, y a cumplir la promesa que le hizo a Joshe

Guardar
Las historias de amor transcurren
Las historias de amor transcurren en el sur de Chile

Esta es una historia que parece triste y, aún así teniendo sus tragedias, es un verdadero relato de amor y supervivencia.

Mariana nunca imaginó que su primer amor se desvanecería de la manera más trágica posible. A los 10 años, en un pequeño pueblo en el sur de Chile, sus caminos se cruzaron por primera vez. Joshe llegó al colegio de Cabrero como un alumno nuevo, y aunque sólo estuvo allí por un breve período, fue suficiente como para captar la atención de Mariana. Era un amor de niña, uno que se guardaba entre las páginas del cuaderno, un cariño inocente y callado. Pero como tantas historias de la infancia, ese primer enamoramiento se desvaneció: “Me gustó como niña, obviamente, a esa edad uno no conoce bien lo que es el amor, pero me llamó la atención él. Fue solamente un año que estuvo en mi colegio. Cuando se fue no supe más de él, nada”, recuerda Mariana. Y aunque nunca llegaron a ser más que compañeros de clase, “el chico nuevo” protagonizó varios capítulos en su diario íntimo.

Mariana lo olvidó, o al menos eso pensó. Pasaron los años, y la vida de ambos siguió su curso. Él, en su búsqueda por encontrar su lugar en el mundo, se dedicó a sus estudios de agronomía, mientras que ella, en su propio camino, comenzó a estudiar psicología en la ciudad de Concepción, a más de una hora de su pueblo. Pero la vida tiene maneras curiosas de devolvernos lo que una vez dejamos atrás. En 2012, cuando los ex compañeritos de 5to. grado tenían 19 años, Joshe reapareció de forma inesperada. Una notificación en las redes sociales los reconectó. Un mensaje breve, como un suspiro del pasado preguntando cómo estaba, fue suficiente para que Mariana lo reconociera de inmediato. La niña enamorada, aquella que sentía mariposas en el estómago cada vez que veía a Joshe en los recreos, despertó en su interior, pero ahora era una joven con otras preguntas, con una visión más amplia de lo que significaba el amor.

A los 19 años Mariana
A los 19 años Mariana volvió a sentir las mariposas en el estómago al reencontrarse con Joshe

“¿Te acuerdas de mí?”, le preguntó él. Y Mariana, tras un par de intercambios, aceptó la invitación a reunirse. No había expectativas más allá de compartir un café y tal vez encontrar una respuesta a la pregunta no resuelta de su infancia: ¿qué habría sido de ellos si la vida no los hubiera separado?

Las primeras citas fueron casuales, sin presión ni promesas. “Apenas volví a ver a Joshe ya sentí una química, o sea, como que eso que sentí de niña también me pasó de adulta”, relata con ternura. El reencuentro fue orgánico y la chispa entre ellos se encendió de un modo automático. Lo que había sido un amor de niña se transformaba en algo más profundo y real. “Salimos un par de veces y enseguida nos enamoramos”, dice con la simpleza que habla el amor genuino. Ella descubrió que el niño tímido y algo inseguro de la primaria ahora se había convertido en un hombre con sueños y temores propios.

Pero, como tantas veces sucede en las historias de amor, la relación no fue un mero “felices para siempre”. Joshe, aunque profundamente enamorado, luchaba con su autoestima. Había un conflicto interno que no podía superar, algo que lo hacía sentirse menos valioso frente a Mariana, una mujer decidida y segura de sí misma. “Él se sentía menos que yo y yo trataba siempre de animarlo”, cuenta ella con algo de impotencia. Lo cierto es que se hacía complejo por la distancia; vivían cada uno en diferentes ciudades por los estudios, entonces intercambiaban mucho por redes sociales y se juntaban de vez en cuando, pero el día a día se tornaba complicado.

“Te quiero”, le decía ella. “Pero ¿por qué pensás que no podés estar conmigo? Yo te veo. Te valoro”, le respondía, con la esperanza de que sus palabras pudieran romper las barreras invisibles que él mismo había levantado alrededor de su corazón. No era un amor perfecto, pero era verdadero.

A lo largo de esos primeros meses juntos, el amor parecía haber triunfado sobre las inseguridades. La distancia entre Concepción y Cabrero se hacía más corta cada vez que decidían verse. Los fines de semana cuando viajaban entre ciudades se llenaban de risas y de conversaciones sobre sus sueños, sus miedos y sus planes para el futuro. “En uno de esos encuentros él me confiesa que vivió situaciones súper dolorosas y difíciles en su vida, que ahí no quiero especificar porque es privado de él, pero que de alguna forma todas esas cosas le habían afectado a que tuviera una mala autoestima, como una mala visión de sí mismo. Pero jamás, jamás jamás, él me dijo que pensara en hacerse daño o que había intentado antes hacerse daño, nada de eso”, revela ella. “Y las cosas estaban bien, como en una relación normal y bonita” de una pareja de novios. Sin embargo, el destino hace planes sin preguntar.

La relación no fue un
La relación no fue un mero “felices para siempre”. Joshe, aunque profundamente enamorado, luchaba con su autoestima (Imagen ilustrativa Freepik)

Mariana nunca imaginó que una tarde de primavera, llena de promesas y palabras dulces, terminaría siendo la que marcaría el fin de una etapa. Un día cualquiera, uno más en el que estaban “bien, no había ningún problema ni nada que diera a sospechar que algo pasaba”, Joshe llamó a su novia: “No me doy cuenta de nada y él me llama y me dice: ‘¿Sabes? Quiero que me prometas algo’. Lo noté angustiado y en los días anteriores estaba como triste y me había dicho que ‘después me iba a contar por teléfono’”, revive ella el momento sin esfuerzo por recordar. Fue una conversación habitual aunque cargada de incertidumbre: “Prométeme que vas a ser feliz, pase lo que pase”, le suplicó Joshe al otro lado del teléfono. Su voz, esa que siempre había sido cálida y llena de esperanza, ahora estaba nublada de una melancolía que Mariana no podía descifrar.

Mariana, que estaba a punto de dar un importante examen en la universidad, no entendió el peso de lo que estaba sucediendo. Aunque algo en el tono de Joshe la inquietó. “Pensé que quizás estaba preocupado por mí por el tema de mis exámenes y que no tenía que ver con él, sino que quería que yo estuviera bien nomás”, dice como disculpándose con el pasado. Sin pensarlo demasiado y a la insistencia de su novio contestó al pasar: “Sí, ya, ok, te prometo que voy a ser feliz”, largó sin saber que ese juramento sería lo último que le diría. “Me lo preguntó muchas veces”, incide apesadumbrada. Y al escuchar lo que quería, Joshe suspiró: “Ahora puedo estar tranquilo”. Y cortó el teléfono sin antes despedirse con un sentido “Te amo, nunca lo olvides”.

Joshe estaba “extraño, pero no triste”. Distante tal vez. Pasaron cinco minutos y una rara sensación quedó rondando por la cabeza de Mariana. Lo llamó. “No me contestaba, no me contestaba. Me salía apagado después. Primero me cortaba, después me salió apagado el teléfono”, enumera con una desprolija desesperación que muestra su bronca por no volver a escucharlo. Durante media hora persistió sin obtener la respuesta que quería, hasta que su cuerpo reaccionó antes que su mente: “Me empecé a sentir pésimo físicamente; me empezó a doler el estómago; tenía ganas de vomitar; vomité; y después… sentí un alivio”, revela sorprendida de lo que ella misma deja traslucir. La sensación de dolor de estómago de repente cesó.

Mariana se quedó quieta, mirando el teléfono, como si esperara una respuesta que no llegaba pero tenía un examen que rendir. Cumplió y al entregar la prueba “por fin” recibió el llamado de Joshe: “Oye, al fin me llamaste, estaba preocupada por ti, ¿qué te pasó?” Pero en ninguna de todas sus vidas hubiera querido escuchar lo que siguió: “No soy Joshe, soy su papá. Joshe se quitó la vida”, revive lo peor.

El desenlace llegó con una llamada inesperada. Joshe había tomado una decisión irreversible, una decisión que quizá había estado gestando en silencio, lejos de los ojos de Mariana. “Jamás pensé que iba a hacer algo así”, se desarma. La noticia llegó como un golpe devastador, como un rayo en un cielo despejado. Joshe se había suicidado. “En ese momento sentí que todo el mundo se caía, como un terremoto, no sé, algo demasiado horrible. Primero caí en negación, decía: ‘No, mentira, si yo hablé con él hace un rato’”. Pero la confirmación era contundente: lamentablemente Joshe había tomado el fallo más drástico y su corazón ya no latió.

Las reacciones son tan personales como infinitas. Y Mariana sólo pudo gritar. “Gritar como loca”. Cortó el teléfono y, a la preocupación de sus compañeras que no entendían qué le pasaba, lo dijo por primera vez: “Joshe se mató”. Salió corriendo. Tomó el primer bus a Cabrero para acreditar lo que había escuchado todavía sin terminar de creer: “Iba llorando, pero llorando mal, tratando de contenerme para que la gente no se diera cuenta”, recuerda agregando un dato que deja entrever su sufrimiento encubierto: “Una señora al lado mío me miró, se dio cuenta que estaba muy mal, me pasó un pañuelo pero no le dije nada. Lloraba, lloraba, lloraba y lloraba”, describe sobre la hora y media en su trayecto al lugar menos deseado.

Llegó al pueblo donde vivía su novio y se fue directo a su casa. La escena era de película: “Estaban los carabineros, la policía, la familia y yo estuve ahí con él, vi su cuerpo, me despedí, me refiero físicamente, le di un beso. Fue súper fuerte pero era necesario para mí”. Joshe había dejado una carta que Mariana nunca pudo leer porque la policía se llevó como prueba pero sí supo que decía “los motivos relacionados con todas sus vivencias complejas” y, para su consuelo, si es que existe, aclaraba que la amaba mucho y que quería que ella fuera feliz, lo mismo que le había hecho prometerle en su último llamado. Además, la familia nunca la señaló: “En la carta especificaba que yo no tenía la culpa. Nunca leí esa carta, pero el papá la leyó y, al contrario, decía que de alguna forma yo le había entregado un poquito de alegría en sus últimos meses de vida. Ellos no me echaron nunca la culpa, nunca”. Igual internamente Mariana se sentía muy culpable.

Mariana y Cristian. a quien
Mariana y Cristian. a quien conoció en medio del duelo

“Fui a su velorio y a su funeral, donde dije unas palabras y posteriormente me guardé todo, todo, todo, todo”, corea la palabra que resignifica la completud en un tono fuerte hasta apagarse. En su despedida Mariana dijo que Joshe había marcado su vida y que había sido “la persona más buena que había conocido, porque él era una persona muy humana, muy buena, no tenía malos sentimientos hacia los demás, le gustaban mucho los animales, le gustaba leer, era bien sabio y culto, sabía hartas cosas y era bondadoso”. Aseguró que nunca lo iba a olvidar, que él iba a ser siempre importante para ella y que deseaba que descansara en paz, “porque el tema del suicidio es un tema complejo por todo el estigma que hay de juzgar que la persona hizo algo incorrecto y no va a descansar”. No fue nada fácil, la gente se empezó a retirar del cementerio y Mariana desolada se quedó ahí: “No me quería ir de la tumba, era una sensación de querer quedarme con él”. Acaso, ¿hay manuales que digan cuánto tiene que durar una relación para marcarnos de por vida? “Fue una relación súper corta, no fue larga –se refiere Mariana a los seis meses con Joshe–, pero fue demasiado significativa e intensa; era muy intenso lo que nosotros sentíamos”.

Al otro día Mariana conversó con su propia familia sobre lo sucedido y “jamás” volvió a hablar de él. Pasaron días, luego meses y ella, como quien esconde sus pesares debajo del sillón, se guardaba todo. Fingía que estaba bien, iba a la universidad y continuaba con su vida normal: “Al otro día no falté a clase, lo tomé como un día normal”, simula entereza. Pero en cada viaje de Concepción a Cabrero lloraba a escondidas la hora y media del trayecto. Cuando faltaba poquito para llegar se secaba las lágrimas para que nadie notara su tristeza y su familia no se preocupara. “Estuve mucho tiempo así, como unos dos años”.

En medio de todo su duelo oculto apareció Cristian, un compañero de la facultad que la vio rara, “más bajoneada” y se interesó. Aunque ella hablaba del tema con muy poca gente, pudo abrirse con Cristian que la escuchó de un modo incondicional. A veces un oído amable es todo lo que alguien necesita. “Cuando uno se siente realmente escuchado las cosas fluyen”. Las charlas se volvieron las caricias que a ella le urgían, y con el tiempo Mariana y Cristian se enamoraron. Empezaron una relación aunque ella sentía mucha culpa: “Sentía que traicionaba a Joshe por estar con Cristian”.

Mariana se permitió ser feliz
Mariana se permitió ser feliz con Cristian, su compañero de psicología y más tarde marido

Pero el amor, que poco entiende de razones, hizo lo suyo y Mariana se fue permitiendo “ser feliz”. Aunque la mala inclinación persistía, ¿pero cuál era el monstruo que la perseguía? “Sentía que si yo no le hubiera prometido que iba a ser feliz, él quizás no se hubiera quitado la vida. Eso pasó por mi cabeza mucho tiempo, mucho tiempo”, se desahoga por fin. Su falsa creencia la torturó largo rato: “Lo único que a él lo retenía un poquito era pensar que yo iba a sufrir. Entonces, como yo le prometí que iba a ser feliz, él se fue tranquilo entre comillas, pensando, ‘Ok, a pesar de que yo no esté va a ser feliz. Entonces, como me importa su felicidad, puedo hacerlo’”, resume el pensamiento que la castigaba.

Mariana amaba a Cristian con quien estaban formando una linda relación con “momentos de felicidad o mayor tranquilidad”, pero igual aparecía este fantasma de Joshe que la “envolvía”. Se refugió mucho en su carrera y cuando se recibió de psicóloga empezó a especializarse en el tema de trauma y duelo, y tratar de entender lo que había pasado. Empezó a hacer terapia y a sentir un poquito más de alivio. “Nunca había ido a terapia, nunca, es loco lo que digo porque siendo psicóloga no iba a terapia; me lo tenía que permitir porque nunca es demasiado tarde”, dice y a medida que suelta su proceso de recuperación se la ve más distendida. En el transcurso se dio cuenta de que quería trabajar con supervivientes de duelo por suicidio: “Es un duelo muy solitario y creé una comunidad para apoyar al que necesite desde ahí”. En su Instagram (@psicologa.marianamoreno) comparte información del tema para apoyar a otras personas en su proceso. “Mi primera historia de amor quizás triste, porque terminó mal, puede transformarse en una experiencia con sentido. O sea, lo que pasó fue terrible, pero el significado que yo le di, hoy hace que pueda ayudar a otras personas”.

En su proceso de sanación Mariana descubrió que antes de la tragedia de su novio hubo corazonadas. “Antes que él se quite la vida hubo dos sueños premonitorios. Primero soñé que estábamos en un concierto. Yo lo veía a él, pero él no me veía a mí. Se lo llegué a contar porque fue un sueño extraño. Después, como un mes antes de que él falleciera, tuvo un sueño super raro que me contó: estábamos juntos, felices en un bosque, en un lugar con muchas flores y muy hermoso, y de repente se abría la tierra y había como una especie de hoyo negro que me tragaba a mí. Y él quedaba desesperado porque yo no estaba. Eso me lo contó él”, relata con precisión frunciendo el ceño para recordar en detalle. Y por otro lado, una vez analizada, Mariana pudo sacar cuentas de que su malestar físico justo cuando estaba sucediendo el fatal episodio no fue casualidad: “En el momento que él falleció fue el mismo en el cual yo empecé a sentirme mal; tuve un presentimiento”, explica con los ojos bien abiertos.

"Hoy estoy tranquila conmigo", expresa
"Hoy estoy tranquila conmigo", expresa Mariana

“Hoy me siento libre de esta culpa y siento que con lo que estoy haciendo estoy honrando a Joshe y cumpliendo mi promesa, que es lo que yo le dije a él, que iba a ser feliz, que mucho tiempo no fue así, de hecho decía, ‘Yo no voy a ser feliz’, porque sentía rabia también contra él de por qué me había abandonado, que es algo común que pasa en el duelo por suicidio. Pero hoy estoy tranquila conmigo”, cuenta Mariana que se siente realizada y feliz por lo que hace. Pero no sólo eso: en 2021 se casó con Cristian y fue una “decisión superconsciente”. Previo a eso sentía que estaba “soltando” a Joshe, y no quería hasta que finalmente entendió que siempre sale el sol: “Independiente que siga queriendo a Joshe, lo sigo queriendo, sigue siendo parte importante de mi vida, pero también puedo volver a amar y ser feliz”.

Con Cristina llevan tres años de matrimonio y proyectan tener hijos. “Cristian siempre ha sido mi gran apoyo”, dice y por primera vez se le ilumina la mirada, y agrega: “Nos recibimos juntos de psicólogo y él me ayudó mucho a superarlo”. Porque cuando el amor es verdadero puede correrse de su ego para cuidar al otro: “Él no fue egoísta, no fue celoso para nada, porque yo a veces le hablaba de Joshe y él me escuchaba. No me juzgó. Entonces eso fue bonito porque me ayudó poco a poco a entender que no estaba traicionando a Joshe”. El apoyo ilimitado de su marido la sanó y, de premio, él supo ganarse el más preciado de los tesoros: “Cristian es como mi felicidad”. Y para que no queden dudas vuelve a describir a su marido “como la confirmación de que en la vida se puede salir adelante”. Y con poesía lo define: “Él fue un faro en medio de la tormenta, la luz que me sostuvo cuando todo parecía perdido. Hoy es mi refugio, donde la vida renace”. De hecho, su nuevo amor la influyó para lograr sostener el pacto con su primer amor: “Cristian hoy es la persona que me ayudó a poder cumplir la promesa de ser feliz porque, sin duda, si él no hubiera aparecido las cosas hubieran sido mucho más difíciles para mí. Entonces Cristian es importante, muy importante. Ambos son importantes para mí”.

Y finalmente, con paz dice: “Agradezco demasiado el espacio, para mí es muy significativo publicar mi historia porque es todo lo contrario a lo que hacía cuando comencé mi duelo, que era ocultar y ahora lo estoy dejando para que sepan todos; eso es bonito porque es parte de mi proceso de transformación”.

* Escribinos y contanos tu historia. amoresreales@infobae.com

* Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas

ultimas

Una mancha de nacimiento, un lugar donde encajar y seis meses de ensueño: el amor entre un buscavidas argentino y una médica italiana

Matías buscó durante 28 años un refugio donde ser feliz. No lo había encontrado en Córdoba, donde se crio, creció y donde se maquillaba para esconder el angioma de su cara. Después de la pandemia, se embarcó un viaje laboral e introspectivo por Europa. Buscaba sentirse bien consigo mismo cuando Beatrice le sonrió en un hostel londinense. Le escribió “si te llegara a besar ¿te molestaría?” antes de que su vida cambie por completo

Una mancha de nacimiento, un

Fueron novios en la adolescencia y se reencontraron 35 años después para descubrir que nunca debieron separarse

Ángeles estaba “muerta de amor” por el mejor amigo de su primo: Adrián. Tuvieron una “historieta” que duró un suspiro. Luego de toda una vida separados volvieron a encontrarse y sintieron la misma confianza de la adolescencia, pero claramente ya no eran los mismos

Fueron novios en la adolescencia

Se enamoró por las redes de un nigeriano 18 años menor, viajó a conocerlo y ahora quiere casarse con él y traerlo a la Argentina

Después de 26 años de estar felizmente casada, Susana, una docente jubilada y martillera, se encontró nuevamente en soledad. Su marido perdió la vida a causa de una cruel enfermedad. Después de varios meses sumida en una depresión, comenzó a chatear en Facebook con un hombre que le transmitía su calma desde África. De ahí en más, inició un camino fascinante hacia lo desconocido

Se enamoró por las redes

La historia de amor e infidelidad entre las góndolas de un supermercado de un encargado de edificio y su cajera favorita

Sentada en el banco de una plaza cordobesa, Mariel soñaba en secreto con un amor verdadero, a pesar de que todos los días a la salida la esperaba su marido en la casa. En el momento menos pensado, un cliente con quien se robaba miradas, le dio su número de teléfono escrito en birome y le susurró algo al oído

La historia de amor e

De una relación tóxica al amor virtual perfecto con una egipcia que se niega al encuentro: “Es todo por voz, sin videollamada”

Carlos es venezolano y vivió en Caracas hasta 2015. Antes de venir a probar suerte en la Argentina, vivió un tiempo en República Dominicana, donde se convirtió al Islam. Las lecciones de árabe que marcaron el comienzo de una extraña relación donde lo máximo que hubo fue un intercambio de fotos y mensajes telefónicos

De una relación tóxica al
MÁS NOTICIAS