Lo mejor del arte en 2025

Reportajes Especiales - Lifestyle

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Museos y galerías en Nueva York y Washington abrieron sus puertas al arte disruptivo de creadores diversos, algo que posiblemente cese ante la actual situación política en EE. UU.

Fue un año luminoso y oscuro para el arte. Un museo neoyorquino que rompe los moldes estrenó una sede nueva impresionante; otros dos se ampliaron y renovaron. Tanto en grandes como en pequeñas exposiciones, artistas desconocidos salieron a la luz y fueron tendencia. Al mismo tiempo, la llegada de un nuevo orden político con mandatos contrarios a la diversidad ensombreció el año y el futuro cultural.

El "nuevo" Studio Museum de Harlem

La African American Flag del artista David Hammons -la bandera estadounidense reversionada con los colores panafricanos rojo, negro y verde- ondea en lo alto del resplandeciente Studio Museum de Harlem, que inauguró en noviembre su nueva sede en la 125th Street. El edificio de siete plantas de color negro carbón es un éxito, y aún más emocionante es la colección permanente que se expone en su interior, con objetos que se remontan a la fundación del museo, en 1968, en la planta alta de una licorería de Harlem. Todos son hitos en la historia de una institución fundada como espacio alternativo para la creatividad de las personas negras que ha sido la fuente de muchos de los artistas más apasionantes que tenemos.

El Ala Rockefeller del Met y su renovación

El Ala Michael C. Rockefeller, concebida originalmente para albergar la legendaria colección de arte de África, Oceanía y América Latina de Nelson A. Rockefeller, se inauguró en 1982, pero se sentía extrañamente separada del resto del museo. Con un nuevo diseño, esto ha cambiado de manera maravillosa: ahora, cuando atraviesas la entrada principal del ala desde las salas griega y romana, te encuentras en África, con objetos sensacionales a tu alrededor y un archipiélago de otros mundos y culturas se despliegan ante ti. La sensación inconfundible del arte como forma de abrazar --como cuando la estrella del pop senegalés Youssou N'Dour nos envolvió con el sonido de su voz durante la inauguración en mayo-- es palpable.

Una ampliación para el Frick

Los neoyorquinos pueden ser muy posesivos con la Frick Collection, pues la consideran un hogar lejos de casa, donde uno puede relajarse como si estuviera en la sala de su casa en compañía de Rembrandts y Vermeers. Cuando el museo reabrió sus puertas la primavera pasada, después de una renovación de 220 millones de dólares, fue estupendo volver a ver la colección, reluciente y pulida, aunque me sorprendió encontrarla algo reorganizada. Varias habitaciones del segundo piso, que en su día fueron dormitorios y armarios de la familia Frick, se han convertido en salas de exposición, y algunas cosas que antes estaban abajo ahora están arriba. No hay problema. Todo tiene un aspecto fabuloso. Y el San Francisco en éxtasis de Bellini, que para algunos es la pintura favorita de Nueva York, sigue colgado exactamente donde lo colocó Henry Frick, aunque con una flamante alfombra delante. (Los visitantes encantados, incluidos nosotros, repetidores crónicos, habíamos hecho jirones la que solía estar ahí).

Jack Whitten en el MoMA

"Soy un producto del apartheid estadounidense", escribió el artista Jack Whitten, un hecho contundente que lo llevó a proyectar, en su arte, una realidad muy diferente, una de "diversidad infinita en combinaciones infinitas". Fue una visión que lo animó a lo largo de casi seis décadas de carrera. "Es por eso me levanto por la mañana", escribió, "¡y voy a trabajar!". Y qué suerte hemos tenido, en un momento en el que las referencias a lo diverso estaban siendo borradas de nuestra historia, de contar con el maremoto liberador que supuso Jack Whitten: The Messenger, que arrasó en The Museum of Modern Art. La retrospectiva incluía unas 200 pinturas, esculturas y obras sobre papel, desde un collage que realizó en la escuela de arte en 1963 hasta un cuadro hecho justo antes de que Whitten muriera en 2018. Él llamaba a cada pieza que creaba un "experimento", y la emoción de saber qué vendría después iluminaba la muestra.

Coco Fusco en El Museo del Barrio

El arte político puede encender las alarmas y promover la reflexión. "Coco Fusco: Tomorrow, I Will Become an Island" en El Museo del Barrio (hasta el 1 de marzo) toca ambas cosas en una retrospectiva de la carrera de una de nuestras artistas más imaginativamente polémicas. El performance y el video son las principales técnicas de Fusco. En los años de la "guerra contra el terrorismo" después del 11 de septiembre, contrató a un equipo de exinterrogadores del ejército estadounidense para que mostraran sus técnicas de persuasión a un grupo de mujeres, entre las que se encontraba Fusco. La Cuba revolucionaria, su tierra natal por ascendencia, es el blanco crítico de películas que se enfocan en los artistas y poetas perseguidos en la isla. Y en un elogioso video de 2021, se la ve remando en una pequeña barca alrededor de Hart Island, el cementerio neoyorquino de las poblaciones desamparadas -- como migrantes, proscritos, víctimas de covid-- que rondan su arte.

Los legados del Grupo de Arte Moderno de Bagdad

Acudo al Centro de Estudios Curatoriales del Bard College en Annandale-on-Hudson, Nueva York, en busca de exposiciones históricas que no veré en ningún otro lugar, y este año he vuelto a encontrar una. All Manner of Experiments: Legacies of the Baghdad Group for Modern Art hablaba de una comunidad de artistas vanguardistas y audaces en el Iraq poscolonial que fusionó el modernismo occidental con el arte islámico y mesopotámico más antiguo para inventar un nuevo híbrido radical. La muestra comenzaba a finales de la década de 1940 con las pinturas estimulantes y atrevidas de los fundadores del grupo, Jewad Selim y Shakir Hassan Al Said, y concluía, después de Sadam Huseín y de la guerra de Estados Unidos en Irak, con una dolorosa animación de 2010 de Sadik Kwaish Alfraji sobre la pérdida personal y cultural.

Identidades indígenas en el Zimmerli

Indigenous Identities: Here, Now & Always, del Zimmerli Art Museum (Universidad de Rutgers, hasta el 21 de diciembre), fue organizada por la artista Jaune Quick-to-See Smith, quien falleció en enero pocos días antes de la inauguración. Dijo que llevaba mucho tiempo queriendo crear el equivalente de una Bienal del Whitney que abarcara la amplitud de la obra indígena contemporánea. Y lo ha conseguido aquí, mezclando figuras conocidas (Edgar Heap of Birds, Nicholas Galanin, Brad Kahlhamer, Cara Romero, Kay WalkingStick) con otras menos visibles (Frank Big Bear, Linda Lomahaftewa, Mikayla Patton, Roxanne Swentzell), que juntos definen algo llamado "nativo americano" pero cada uno con sus propias carismas y peculiaridades.

Tres muestras individuales que cuentan la historia

Tendemos a dejar la historia en manos de los museos, pero esta temporada las galerías han demostrado lo valiosas que pueden ser como cronistas. Una exposición titulada Dearly Loved Friends: Photographs by Sheyla Baykal, 1965-1990 en Soft Network, un espacio dedicado a preservar los acervos de los artistas, dio a conocer la obra de la artista poco reconocida Sheyla Baykal (1944-1997), y los febriles márgenes del mundo del arte neoyorquino que documentó durante las décadas de 1960, 1970 y 1980.

He visto muchas veces la obra de la artista Fanny Sanín, nacida en Bogotá, pero nunca en una exposición individual que abarcara toda su carrera tal y como la que se celebró el verano pasado en Americas Society, su primera retrospectiva institucional en Nueva York, donde vive y trabaja desde hace más de 50 años. En dos salas compactas, la vimos dar un audaz salto del expresionismo gestual a la abstracción geométrica, y luego de la llaneza rectangular a composiciones que aluden a la arquitectura, los estampados textiles y los iconos devocionales, todo ello suavizado por una paleta de colores oscuros y suntuosos. El resultado: metáforas visuales y alegría óptica.

Y este otoño, en Chelsea, la Matthew Marks Gallery presentó Nayland Blake: Sex in the 90s, una muestra de esculturas, dibujos y videos de este artista de inventiva inigualable y defensor de la identidad queer radical desde los años de la crisis del sida hasta la actualidad. Como extra, Blake añadió una exposición paralela de artistas a los que admira. Y todo ello coincidió con la publicación de una recopilación de 40 años de sus escritos y entrevistas. En conjunto, un botín magnífico.

Dos exposiciones colectivas causan sensación

Y hubo exposiciones colectivas que aún hacen saltar chispas en mi memoria. Una exposición en tres partes titulada Legendary Looks, compartida entre City Lore Gallery, en el East Village de Manhattan; Pioneer Works, en Red Hook, Brooklyn, y ArtsWestchester, en White Plains, Nueva York, analizaba --a través de fotos, carteles, videos y vestuario-- el fenómeno artístico de performance de la comunidad LGBTQ+ conocido como house ballroom, en una visión perfilada por tres de sus líderes: Twiggy Pucci Garçon, Jonovia Chase Lanvin y Michael Roberson Maison-Margiela.

Y la primavera pasada, cuando el mundo del arte abordaba con extremo cuidado el tema de la política nacional, el galerista veterano Mitchell Algus dio un paso al frente con una exposición titulada An America en su espacio de exposición del Lower East Side, una bofetada a las directrices de censura procedentes de Washington. Las obras de 40 artistas golpearon con fuerza, al igual que lo hacían los poderes a los que iban dirigidas.

Diversidad, equidad e inclusión en D. C.

En las muchas visitas que hice a Washington durante la primavera y el verano pasados vi algunas cosas atrevidas y reveladoras. En el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana se presentó In Slavery's Wake: Making Black Freedom in the World, una exposición multimedia itinerante que viajará a África, Europa y Sudamérica. Y en el Museo Smithsonian de Arte Americano, The Shape of Power: Stories of Race and American Sculpture, una respuesta mordaz y dura a nuestra fijación por los monumentos. En la Galería Nacional de Retratos vi dos magníficas exposiciones de homenaje, una dedicada al escritor James Baldwin y la otra al escultor estadounidense nacido en Cuba Félix González-Torres. Y en la Phillips Collection saboreé una retrospectiva de alto voltaje de Vivian Browne (1929-1993), pintora afroestadounidense que merece más reconocimiento, y una instantánea de archivo del poeta y activista gay nacido en Chicago, Essex Hemphill (1957-1995).

No me habría perdido ninguna de estas revelaciones. Todas ellas, como la mayoría de los proyectos ambiciosos, tomaron años --tres, cuatro, cinco-- de planeación, lo que significa que fueron concebidos durante la década del movimiento Black Lives Matter, cuando una nueva conciencia de los derechos civiles alcanzó el ámbito nacional. Esa era parece, por ahora, terminada. Así que, aunque las exposiciones de 2025 me han animado el corazón y encendido la mente, también me han dejado con un pesar anticipado por las que quizá no vea dentro de tres, cuatro, cinco o más años. Porque con los recortes de financiamiento y la censura a los museos, lo más probable es que no se organicen.

Holland Cotter es el codirector de crítica de arte y escritor jefe para la sección de cultura de el Times, donde ha colaborado como miembro del staff desde 1998.