El peor incendio de Hong Kong en décadas suscita la revisión de las fallas de seguridad

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En Hong Kong, una ciudad donde millones de habitantes duermen, comen y trabajan a gran altura en torres apiñadas como libros en una estantería, existe desde hace tiempo la amenaza de que un incendio masivo pueda atrapar a la gente en el interior de sus rascacielos.

El jueves se hizo evidente la magnitud de esa pesadilla, cuando un incendio que comenzó en un edificio de 32 plantas y rápidamente envolvió otras seis torres de un vetusto complejo de apartamentos causó la muerte de al menos 75 personas, y el paradero de decenas de personas sigue siendo desconocido. Fue el incendio más mortífero en Hong Kong desde que en 1957 un incendio en un edificio de viviendas causó la muerte de 59 personas.

Cientos de bomberos trabajaron para apagar las llamas que seguían ardiendo en tres edificios del complejo Wang Fuk Court, en el distrito de Tai Po, 24 horas después de que se informara de ellas por primera vez el miércoles por la tarde. Buscaron sobrevivientes que habían quedado atrapados en el interior de los edificios, y sacaron tanto personas como cuerpos.

Más de 70 personas estaban en el hospital, algunas en estado crítico. En el exterior de un centro comunitario cercano, decenas de personas cuyos familiares habían desaparecido esperaban en fila dentro de un cordón policial para ver si sus seres queridos estaban entre los cuerpos encontrados.

Los investigadores empezaron a averiguar cómo se habían propagado las llamas con tanta rapidez, concentrándose en la malla verde de construcción que envolvía los edificios que se iban a renovar, así como en la espuma de poliestireno que al parecer se había instalado en las ventanas. La policía detuvo a dos directores y a un consultor vinculados a una empresa constructora que había instalado los materiales de construcción, y los declaró sospechosos de homicidio involuntario y negligencia grave.

Los residentes, muchos de ellos ancianos, describieron cómo escaparon por poco y se quejaron de que no se les había avisado, ni siquiera con una alarma de incendios. Aumentó la indignación pública sobre si el sistema de seguridad de los edificios de Hong Kong se había adaptado a las vulnerabilidades de una de las poblaciones de más rápido envejecimiento del mundo.

Algunos observadores y políticos locales empezaron a preguntarse si la catástrofe era el resultado de la corrupción y de la falta de rendición de cuentas, y los residentes cuestionaron la supuesta colusión entre los contratistas y los comités de vivienda que supervisan el mantenimiento y las renovaciones de dichas urbanizaciones.

"Esto es absolutamente escandaloso, no es por lo que se conoce a Hong Kong", dijo Emily Lau, exlegisladora y política prodemocracia desde hace mucho tiempo, que ahora conduce un programa de entrevistas en YouTube. Dijo que la magnitud del incendio apuntaba a una supervisión insuficiente por parte del gobierno: "Esto ha abierto una caja de Pandora sobre la mala administración".

Ante el número cada vez más grande de preguntas y la presión del líder chino, Xi Jinping, para que se hicieran "todos los esfuerzos posibles" para responder a la catástrofe, el gobierno de Hong Kong actuó para demostrar que estaba tomando medidas rápidas.

John Lee, jefe ejecutivo de Hong Kong respaldado por Pekín, visitó el lugar y más tarde dijo a los periodistas que los incendios estaban bajo control. Anunció la creación de un fondo de 300 millones de dólares hongkoneses (38 millones de dólares estadounidenses) para las víctimas. Su gobierno también puso en marcha una inspección en toda la ciudad de las viviendas que se están renovando. La oficina anticorrupción de la ciudad anunció también la creación de un grupo de trabajo para investigar posibles casos de corrupción relacionados con las obras de construcción del complejo.

El incendio fue la última crisis para el gobierno de Lee, que ya se enfrenta a exigencias de Pekín para que arregle el mercado de la vivienda de Hong Kong, uno de los menos asequibles del mundo, y apuntale la economía.

"La cuestión más importante es esta: ¿Debería un alto funcionario asumir la responsabilidad general de este horrendo incendio?", dijo Wang Xiangwei, profesor asociado de periodismo en la Universidad Bautista de Hong Kong.

Las autoridades dijeron que una investigación preliminar reveló que las redes de protección, la lona impermeable y otros materiales utilizados para la renovación podrían no haber cumplido las normas de seguridad contra incendios. Identificaron al contratista registrado del complejo de edificios como Prestige Construction and Engineering Company.

La red de malla fue probablemente un factor determinante en la rapidez con que se propagó el incendio, dijo Tony Za, expresidente de la División de Construcción del Instituto de Ingenieros de Hong Kong. Estas redes, hechas normalmente de fibras y plástico, se utilizan para evitar que los materiales de construcción y otros objetos caigan de los andamios de bambú --que las empresas de Hong Kong suelen utilizar cuando reparan el exterior de un edificio-- y golpeen el suelo.

Los andamios de bambú también pueden haber contribuido al incendio, dijeron los expertos. El gobierno anunció a principios de año que eliminaría progresivamente el uso de este material y lo sustituiría por andamios de acero, para mayor seguridad. El mes pasado, otro andamio de bambú se incendió en el distrito central de negocios de Hong Kong. Ese incidente, junto con el devastador incendio de esta semana, probablemente aceleraría el cambio del sector de la construcción a los andamios metálicos, dijo Za.

La investigación del gobierno también apuntaba a placas de espuma que se habían encontrado instaladas en las ventanas.

Uno de los residentes de Wang Fuk Court, Lau Yu Hung, de 78 años, dijo que muchas de las ventanas de su edificio estaban cubiertas con una fina capa de espuma de poliestireno, y que había oído que su finalidad era proteger los cristales de las reparaciones que se estaban haciendo en la fachada. El material bloqueaba gran parte de la luz e impedía a los residentes ver el exterior, dijo. Fue solo gracias a un pequeño hueco en la espuma que cubría la ventana de su cuarto de baño que pudo ver que un edificio vecino estaba ardiendo y escapar a tiempo, dijo.

El incendio parecía especialmente peligroso en este complejo de unas 2000 unidades, que albergaba a muchos jubilados. Algunos residentes llevaban décadas viviendo allí, después de adquirir sus apartamentos a través de un programa de viviendas subvencionadas por el gobierno en la década de 1980. Lau dijo que llevaba 20 años viviendo allí.

Cerca del complejo, decenas de familiares que seguían buscando a sus seres queridos se reunieron en el exterior para entrar en fila y lentamente en un centro comunitario donde vieron fotos de las víctimas.

S. F. Chiang, de 68 años, había ido allí para ver si su hermano desaparecido, de 62 años, y su sobrina, de 24, estaban entre las víctimas. Pero no los encontró entre las fotos que proporcionó la policía. "Me duele el corazón de pensar en ellos", dijo.

Alexandra Stevenson es la jefa del buró del Times de Shanghái, y reporta sobre la economía y sociedad de China.

Tiffany May es una reportera radicada en Hong Kong que cubre la política, los negocios y la cultura de la ciudad y de la región en general.

Keith Bradsher es el jefe de la corresponsalía de Pekín para el Times. Antes fue jefe del buró en Shanghái, Hong Kong y Detroit, y corresponsal en Washington. Vivió e informó en China continental durante la pandemia.