
India tiene una población rebosante de trabajadores en buena condición física, decenas de millones más de los que sus empleadores pueden contratar. Muchos otros países tienen el problema opuesto: más empleos que trabajadores.
En la actualidad, un movimiento está cobrando fuerza en el gobierno y el sector empresarial indios para empezar a exportar más trabajadores. La idea, que los economistas denominan movilidad laboral, consiste en poner en contacto a jóvenes indios con empresas de lugares cuya población está disminuyendo y donde la escasez de mano de obra frena el crecimiento.
El reto para India y sus socios en el extranjero es la creciente oposición a la migración que existe en muchos países. Las autoridades están tratando de elaborar políticas que faciliten el traslado rápido de los trabajadores indios al extranjero y garanticen que tengan opciones claras para volver a casa.
El 9 de octubre, el Ministerio de Relaciones Exteriores de la India anunció un proyecto de ley de Movilidad en el Extranjero para reemplazar la Ley de Emigración de 1983. El texto propone ayudar a los ciudadanos indios a vincularse con el "mercado laboral global", prestando especial atención a garantizar el "regreso seguro y ordenado, y la reintegración de quienes regresen".
En los últimos seis años, Nueva Delhi ha firmado discretamente acuerdos de movilidad laboral con al menos 20 países --en Europa y Asia, incluido el golfo Pérsico--, todos ellos con economías desarrolladas y la mayoría sin mucho historial de contratación de trabajadores indios.
"Mi sueño es ir a Japón", dijo Vanlal Peka, hijo de un criador de cerdos de Mizoram, una región montañosa en la frontera de India con Birmania. Este sueño lo llevó a un laberinto de habitaciones con paredes de cristal en un sótano de Nueva Delhi, donde estudia japonés en la Furusawa Academy. Peka, de 21 años, quiere conseguir un nuevo visado para trabajadores extranjeros semicualificados y convertirse en mecánico de automóviles en Japón antes de abril.
El movimiento para encontrar nuevos mercados de trabajo para indios como Peka está cobrando impulso a medida que Estados Unidos, que durante mucho tiempo fue un destino favorito para los trabajadores cualificados, toma medidas drásticas contra todo tipo de migración. El presidente Donald Trump ha puesto en la mira al programa de visados H-1B, creado originalmente para asignaciones temporales, lo que ha dificultado el ingreso de estudiantes y trabajadores menos calificados a la fuerza laboral estadounidense.
En el Learnet Institute of Skills, una empresa conjunta con la Corporación Nacional de Desarrollo de Habilidades de India, a unos 32 kilómetros de Furusawa, las aulas bullen de adultos jóvenes que aprenden a trabajar en hotelería, administración de negocios y otros campos. Muchos están tomando clases de japonés y alemán.
Aradhana David, de 18 años, empezó a interesarse por Japón a través del anime y los influentes de YouTube. Ahora estudia japonés en Learnet y cree que en Japón podría ganar lo suficiente para vivir por su cuenta, sin el apoyo de su familia. David espera ir como trabajadora del sector salud, dentro de un programa de capacitación técnica para pasantes.
Al igual que sus compañeros de clase, David tiene la intención de solicitar un visado temporal. Pero, igual que muchos de ellos, no le gusta pensar en su estancia en Japón como algo temporal. Además de trabajar en salud, dijo: "Quería hacer allí un canal de YouTube y publicar videos, como un trabajo extra".
El mayor reto para el movimiento será asegurar a los países receptores que la migración realmente es temporal.
En la mayoría de los países receptores, resulta políticamente arriesgado sugerir que extranjeros como los indios podrían sustituir a los trabajadores nativos. La alternativa a la migración permanente, denominada retorno y reintegración, no se ha puesto a prueba. Los jóvenes trabajadores migrantes, después de invertir en un gran cambio y de ganar bien en sus nuevas vidas, suelen enamorarse, emprender negocios y querer establecerse en los lugares donde despegan sus carreras.
Sin embargo, la demografía de las economías desarrolladas ofrece un argumento contundente a favor de atraer a los millones de trabajadores indios. Las poblaciones nacionales están disminuyendo, y los jubilados viven más tiempo. Con un número de muertes superior al de nacimientos en todas partes desde Italia hasta Rusia y Corea del Sur, las preocupaciones por la sobrepoblación son obsoletas. El mes pasado, un estudio elaborado por el Boston Consulting Group estimaba un déficit mundial de entre 45 y 50 millones de trabajadores para 2030, frente a los cinco millones de 2023.
Imagina a 50 millones de personas marchando a través de las fronteras, llenando esos huecos en la fuerza laboral global: más que toda la población en edad de trabajar del Reino Unido. Esa es la visión de la Fundación Acceso Global al Talento de India, un grupo de reflexión creado en Nueva Delhi este año.
Arnab Bhattacharya, director ejecutivo de la fundación, estimó que India podría duplicar su exportación actual de 700.000 trabajadores al año a 1,5 millones para 2030. Su país, dijo, "tiene una fuerza laboral que debería estar al servicio del mundo y no solo de India".
En amplias zonas de India hay demasiados jóvenes con aspiraciones laborales. Un estudio de Chetan Ahya, economista jefe para Asia de Morgan Stanley, sostiene que, aunque la economía india crece con tanta rapidez que ya rivaliza con las de Alemania y Japón, no generará empleos con la suficiente velocidad para resolver la crisis de subempleo.
Desde que comenzó la pandemia de COVID-19, alrededor de 50 millones de indios que trabajaban en los sectores de servicios o manufactura han tenido que volver al trabajo agrícola, un duro retroceso para quienes aspiran a integrarse a una fuerza laboral cualificada y globalizada.
Alemania y Japón son los países que más están atrayendo la atención dentro de India: Alemania como corredor hacia el resto de Europa y Japón como otro hacia Asia Oriental. Finlandia y Taiwán también han firmado recientemente acuerdos con India.
Los grandes países angloparlantes ya cuentan con vías consolidadas para la entrada de trabajadores indios, especialmente en campos de alta especialización. Canadá, Estados Unidos, Australia y el Reino Unido no necesitan ayuda del gobierno indio para fomentar la movilidad, en opinión de la Fundación Acceso Global al Talento de India.
Si funciona como se pretende, los migrantes trabajarán durante periodos de tres o cinco años sin cambiar de nacionalidad. Los países receptores evitan el estancamiento económico. Para India, los trabajadores expatriados temporalmente seguirán enviando remesas a casa --ya envían 135.000 millones de dólares al año-- y traerán consigo el capital y los conocimientos necesarios para estimular la actividad empresarial en su propio país.
En un foro anual India-Japón celebrado en Nueva Delhi el pasado diciembre, el ministro de Asuntos Exteriores indio, S. Jaishankar, empezó la cumbre pidiendo "intercambios de movilidad laboral". Esta era su prioridad por encima de la cooperación en defensa, las cadenas de suministro y los chips. En agosto, los países iniciaron un programa que podría enviar 50.000 trabajadores de India a Japón al año.
Sin embargo, los líderes del movimiento de movilidad laboral temen que se produzca una reacción negativa en el extranjero. Trump ha hecho de las deportaciones una de las principales prioridades de su gobierno. El visado H-1B, que millones de indios altamente cualificados han utilizado para establecerse en Estados Unidos, ahora tendrá un costo de 100.000 dólares.
Corrientes políticas similares están trastornando las democracias de Europa y Japón, donde la necesidad de mano de obra migrante es mayor. Esto no ha impedido a los gobiernos contratar trabajadores de India.
Philipp Ackermann, embajador de Alemania en Nueva Delhi, dijo que su gobierno tendría que intensificar sus mensajes sobre la incorporación de más trabajadores.
"Tenemos que asegurarnos de que la población entienda que la migración legal es necesaria y, al mismo tiempo, combatir la migración ilegal", afirmó Ackermann. También dijo que Alemania tenía que hacer un "esfuerzo adicional" para atraer a los trabajadores indios, la mayoría de los cuales hablan inglés e hindi, no alemán.
Ritesh Jagra, de 20 años, estudia procedimientos de quirófano en Learnet. Sentado al fondo de una clase, observaba a un compañero preparar un maniquí de entrenamiento para la cirugía.
Jagra aún no ha empezado a estudiar alemán, pero ha deducido de las redes sociales que, con más trabajo, "Alemania podría darme la oportunidad de ir".
Suhasini Raj colaboró con reportería.
Alex Travelli es corresponsal del Times en Nueva Delhi, donde se ocupa de asuntos económicos y empresariales en la India y el resto del sur de Asia.
Suhasini Raj colaboró con reportería.
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