El elemento inadvertido del fenómeno 'Las guerreras k-pop'

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Más allá de sus canciones pegadizas y sus personajes memorables, la película de Netflix hace un trabajo admirable a la hora de captar lo que supone ser un fan adorador.

El fin de semana pasado vi tres veces Las guerreras k-pop, el ineludible megaéxito del verano de Netflix. Una vez en el Teatro París, ese imponente cine de arte y ensayo cerca de Central Park, como parte de una serie de proyecciones cantadas por todo Estados Unidos. Más tarde, ese mismo día, cuando llegué a casa. Y otra vez al día siguiente. Eso significa que desde el estreno de la película la he visto 6 o 7 veces, y cada vez que lo hago me vuelvo a fascinar con sus efectos visuales vibrantes y sus melodías contagiosas.

Esa media decena de veces que he visto la película siguen estando muy lejos de los fanáticos más devotos de Las guerreras k-pop, muchos de los cuales me encontré en las proyecciones cantadas. La proyección a la que fui era tanto una función en la que se cantaban las canciones como en la que se recitaban los diálogos; muchos de los pequeños espectadores estaban tan familiarizados con la película que también replicaban las líneas. Niñas con largas trenzas moradas, como Rumi, la heroína de Las guerreras, y con camisetas y gorras de la película, hacían fila para hacerse fotos con las cosplayers. Pero no eran solo niñas; mi fila en el cine era exclusivamente de adultos. La mujer adulta que estaba a mi lado cantaba y gritaba con tanta pasión como el resto.

A lo largo del verano, Las guerreras k-pop ha pasado de ser un éxito a fuego lento a un éxito en las listas de Netflix y a un auténtico fenómeno. La canción "Golden" alcanzó el número 1 en la lista Billboard Hot 100, y proyecciones en salas de cine como a la que yo asistí, la impulsaron a lo más alto de la taquilla, hazañas impresionantes para lo que en un principio se consideraba una modesta película de animación en streaming. Esta misma semana, Netflix anunció que era la película más vista de la historia de la empresa, lo que demuestra que el ferviente compromiso del servicio de reproducción en continuo con la producción de nuevas obras de animación está dando sus frutos.

Su éxito se debe a muchos factores, pero hay uno que creo que ha pasado inadvertido al intentar explicar el fenómeno: la comprensión y el respeto fundamentales de la película por la comunidad de seguidores o fandom. Estamos constantemente inundados de medios pensados para acumular seguidores, pero la mayoría de las veces eso se traduce en que las empresas tratan al público como consumidores. Las franquicias que cuentan historias cada vez más infladas de héroes con capa se construyen para dar prioridad a la producción más que a la integridad narrativa o cinematográfica, por no hablar de la aprobación de los fans. Las guerreras k-pop hace hincapié en la experiencia de los fans, al tiempo que atrae a devotos de comunidades nicho, como el anime y el k-pop. Y al hacerlo, ha fomentado el crecimiento de su propio y floreciente fandom.

Todo empieza con la propia historia. "Fans felices, feliz Honmoon" es la frase recurrente de las Huntrix --Rumi, Mira y Zoey--, las estrellas pop cazadoras de demonios de la película. Su misión es utilizar la música para ayudar a proteger el Honmoon, una barrera mágica que separa a los demonios del mundo humano. Pero cuando los Saja Boys, un grupo de k-pop demoníaco, amenazan con robarles a sus fans, las cazadoras se proponen derrotarlos y evitar así que la barrera Honmoon se destruya.

El público está en el centro de la acción de la película, que a menudo muestra a Huntrix y a los Saja Boys desde el punto de vista de su público y seguidores. En las escenas de los conciertos, los directores Chris Appelhans y Maggie Kang despliegan los glamurosos trajes, las letras pegadizas y las coreografías hipnotizantes casi en igualdad de condiciones que las tomas de los fans. Vemos sus videos de reacción y sus comentarios en internet, el tatuaje de corazón "Huntrix" recién tatuado de una fan, sus camisetas, letreros y merchandising, e incluso se nos presenta el nuevo single de Huntrix, "Golden", a través de las pantallas de los teléfonos de los fans que las siguen con emoción. La película capta a la perfección la emoción de ser fan en nuestra era moderna, con las complejidades de los trolls y las tendencias de TikTok.

Gran parte de Las guerreras k-pop se centra intencionadamente en los distintos grupos demográficos de fans, desde niñas preadolescentes a hombres adultos, y en las diversas formas en que estos fans se relacionan con las bandas que aman. Rumi, Mira y Zoey pueden ser las heroínas de la historia, pero su poder está inextricablemente ligado a su comunidad de seguidores; durante el número inicial de la película, "Cómo se hace", cuando Rumi interpreta sus notas altas, el tórax de los fans del público brilla, lo que hace que el Honmoon resplandezca. El poder no reside tanto en la voz de Rumi como en su capacidad de utilizarla para conmover, unir e inspirar a los fans.

La propia Las guerreras k-pop también se mueve en el centro de un diagrama de Venn de comunidades de fans específicos, que a menudo se subestiman en cuanto a su relevancia cultural. Comienza con el género que se menciona en el título: k-pop. La película atrae a los fans del k-pop no solo porque sus canciones estelares captan con precisión los ritmos y compases de la música, sino también por la forma en que honra respetuosamente la actitud, el estilo visual, los movimientos y las personalidades de lo que se ha convertido en un fenómeno global.

Es tanto para los fans del anime como para los del k-pop. Muchos de los guiños visuales --las expresiones exageradas y superrápidas de emoción, llanto o indignación, por ejemplo-- utilizan el mismo tipo de taquigrafía cómica que puedes encontrar en la animación japonesa. Y las protagonistas superpoderosas de la película también se inspiran en el tropo de las chicas mágicas del anime, que tuvo su apogeo en los años 1990 con series como El anillo mágico de Úrsula y Sailor Moon.

Las especificidades culturales --la salpicadura de palabras en coreano en los diálogos y las canciones, las localizaciones coreanas, los guiños a los mitos coreanos-- se dirigen al público coreanoestadounidense y a quien, en general, es fan del hallyu, o la "ola coreana" de la cultura que se ha extendido por todo el planeta a través de la música, el baile, el cine y la televisión.

A pesar de todo el énfasis que pone en los fans, la película tiene cuidado de abstenerse de etiquetar al fandom como irreprochablemente bueno. Cuando la comunidad de fans de los Saja Boys se apodera de Huntrix, el rey demonio, Gwi-Ma, se alimenta de las almas de sus fieles seguidores; es una metáfora de las formas en que las comunidades de seguidores pueden volverse tóxicas, una situación que se reproduce cada vez más en nuestra era de obsesiones por la cultura pop.

En el clímax de la película, Rumi, Mira y Zoey se unen, sus voces se funden con las voces de los fans, su resplandor se une al de las almas que los rodean en corrientes de luz vibrante, hasta que la barrera Honmoon se mantiene sólida y Gwi-Ma es derrotado. En el Teatro de París, el público cantó jubiloso junto con Huntrix y los fans en pantalla, como si la Honmoon fuera tan real allí como en el mundo de Las guerreras k-pop. De eso se trata. Lo que separa a un fandom de otro producto más de la cultura popular dominante es lo reales que son ese mundo ficticio y sus personajes para el público. En ese sentido, la barrera Honmoon no solo es real, sino que es fuerte y dorada.

Maya Phillips es crítica de arte y cultura del Times.