Cómo Sean Combs ascendió al estrellato mientras eludía consecuencias legales

La carrera meteórica del gigante musical estuvo acompañada de una serie de escándalos en su vida personal

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 Combs enfrenta serias acusaciones
Combs enfrenta serias acusaciones de tráfico sexual y asociación delictiva. (Jenna Schoenefeld/The New York Times)

Jason Swain se dirigía a su casa en el Bronx cuando unos amigos le dijeron que algo le había ocurrido a su hermano en un partido de baloncesto de beneficencia en Harlem. Nueve jóvenes que se encontraban en un gimnasio del City College de Nueva York murieron aplastados en una escalera abarrotada. Dirk Swain, de 21 años, estaba tendido en el suelo del gimnasio con una sábana sobre su cuerpo.

El promotor del evento de diciembre de 1991 era un productor musical novato de 22 años llamado Sean Combs.

Durante más de seis años, los Swain y otras familias interpusieron demandas por homicidio culposo, alegando que Combs había sobrevendido el partido, y que una mala planificación y una seguridad inadecuada habían provocado la tragedia. Cuando se resolvieron sus casos, Combs había pasado de ser un empleado junior de una discográfica al estrellato mundial; los 750.000 dólares que aportó a los 3,8 millones de dólares en indemnizaciones representaban una fracción de su riqueza como el más nuevo y ostentoso magnate del hip-hop.

Combs nunca aceptó plena responsabilidad por las muertes y, para mucha gente, la estampida se desvaneció en la historia. Pero no para las familias que perdieron a sus seres queridos.

“Cada una de esas nueve personas estaba haciendo algo positivo en su vida”, dijo Swain en una entrevista.

El incidente del City College fue el primer momento de mala fama para Combs, pero para nada el último. En las tres décadas siguientes, se ha enfrentado repetidamente a acusaciones de violencia o mala conducta grave. La paliza a un ejecutivo musical rival. Disparos en un club nocturno. Amenazas a un miembro del reparto de un show de telerrealidad. La agresión a un entrenador de fútbol universitario.

P. Diddy en un show
P. Diddy en un show en Nueva York en 2006. (REUTERS/Lucas Jackson (UNITED STATES)/File Photo)

Algunos de los casos terminaron con la modificación o el sobreseimiento de los cargos penales. Un juicio concluyó con una absolución. Algunos incidentes acabaron en acuerdos sellados.

Pero ahora las cosas son diferentes, ya que Combs, de 55 años, se enfrenta al reto más serio de lo que ha sido en gran medida una vida de encanto. Este mes será juzgado en Nueva York por cargos federales de tráfico sexual, asociación delictiva y transporte para ejercer la prostitución. Los fiscales le acusan de dirigir una “empresa criminal” que forzaba a las mujeres —incluida su exnovia de muchos años, la cantante Cassie— a participar en escapadas sexuales maratónicas que él denominaba “freak-offs”, en las que intervenían prostitutos y se consumían abundantes drogas. Si se le declara culpable de todos los cargos, Combs, quien ha pasado los últimos siete meses en una cárcel de Brooklyn, podría pasar el resto de su vida en prisión.

Además de los cargos penales, Combs se enfrenta a más de 50 demandas civiles en las que se le acusa de abusos sexuales.

Combs se ha declarado inocente de los cargos y ha negado enérgicamente las acusaciones contra él tanto en la causa penal como en las demandas civiles. En una reciente declaración sobre la acusación del gobierno, el equipo legal de Combs dijo que las presuntas víctimas del caso eran “exnovias de relaciones duraderas, con quien mantenía relaciones consentidas. Se trataba de su vida sexual privada, definida por el consentimiento, no por la coacción”.

Cuando comience el juicio penal, el Tribunal de Distrito del Bajo Manhattan estará inundado de camiones con cámaras y comentaristas. Los focos brillan tanto ahora porque, al tiempo que escapaba de tantos enredos legales que podrían haber trastocado su carrera, Combs se convirtió en un coloso de la creación de éxitos y dominador del zeitgeist. En la industria del entretenimiento, se hizo famoso por su extraordinaria riqueza y su apetito al estilo Gran Gatsby por el espectáculo, entre otras cosas. Todo tipo de famosos y figuras políticas —Leonardo DiCaprio, Paris Hilton, Al Sharpton— asistían a sus fastuosas y atrevidas fiestas, en las que a veces todos vestían de blanco y algunos llevaban muy poco. Era un maestro de la imagen, quien se convirtió en la estrella de su propia lista de talentos, y desempeñó un papel fundamental en la transformación del hip-hop en una fuerza cultural mundial.

Hace solo dos años, Combs era aclamado como un visionario de niveles casi de estadista, un generoso donante a instituciones educativas que quería crear una red de empresarios negros.

Ahora ese halo se ha desmoronado. Muchos afirman ahora que vieron las semillas de su perdición hace mucho tiempo, en la imprudencia destructiva posibilitada por años de eludir consecuencias.

“Creo que este final era inevitable para alguien que creía que podía salirse con la suya en todo y exigía a todos los que lo rodeaban que le siguieran la corriente”, dijo Touré, un veterano periodista musical que documentó el ascenso de Combs. “Al final, alguien iba a decir: ‘Ya no más’”.

Sean Combs, anteriormente conocido como
Sean Combs, anteriormente conocido como Puff Daddy. (REUTERS/Lucas Jackson/File Photo)

Una infancia suburbana con sueños de Harlem

Sean Combs pasó gran parte de su infancia en una versión de lugar seguro de casa típica de cerca blanca en Mount Vernon, Nueva York, un suburbio de clase trabajadora al norte de la ciudad de Nueva York.

No era Shangri-La. Pero Combs ha dicho que su madre trasladó allí a la familia desde Harlem, donde había nacido y donde su padre había sido abatido a tiros en 1972, poco después de que Sean cumpliera dos años.

Melvin Combs murió por disparos en su flamante Lincoln Continental, que había aparcado junto a Central Park West. Los detectives de la policía creían que estaba vinculado a una red de tráfico de heroína que operaba en todo Harlem, el Bronx y el condado de Westchester.

Meses después de la muerte de Melvin, la madre de Sean, Janice, compró una propiedad en Mount Vernon. Para mantener a sus hijos —Sean y una hija menor, Keisha—, Janice Combs alquiló la unidad extra de su modesta casa bifamiliar de la avenida Dell y compaginó varios trabajos, como conducir un autobús escolar y trabajar en una guardería. “No iba a recibir asistencia social si tenía que trabajar todo el día y toda la noche”, declaró a The New York Times en 2001, mientras su hijo era juzgado por posesión de armas y soborno. “Nunca, nunca”.

De niño, Sean pasó parte de su tiempo en Harlem, donde vivía su abuela. Pero asistió a una escuela Montessori en Mount Vernon, jugó en la liga infantil de béisbol y fue a la Academia Mount Saint Michael, en el Bronx, un colegio católico mixto para chicos, donde los alumnos llevaban chaqueta y corbata. Fue esquinero titular en el equipo de fútbol americano campeón de la escuela, con el número 27, pero dejó una crítica ambivalente en su anuario de graduación: “Fue una gran experiencia, ¡pero podría haber sido mejor!”.

Damian Blyden, parte del círculo de Combs en Mount Vernon y a quien se conoce como “Deo”, recuerda su dormitorio en la avenida Dell lleno de afiches de estrellas del baloncesto de la época como Michael Jordan, junto con una consola de videojuegos y cómics regados por el lugar.

“Lo normal”, dijo Blyden. “La habitación usual de un adolescente”.

El cantante y actor estadounidense
El cantante y actor estadounidense Sean 'Diddy' Combs, en una fotografía de archivo. (EFE/PAUL BUCK)

Para entonces, Combs ya tenía un apodo: Puffy. Ha dicho que era porque “resoplaba” (“puff”, en inglés) cuando se enfadaba. Algunos conocidos de su época en Mount Vernon han insinuado otros motivos, como que Combs hinchaba el pecho, que en inglés se dice “puff out”, para aumentar su corpulencia.

Ruby Patterson, inquilina de los Combs, dijo que Sean y su familia eran vecinos amistosos, y calificó a Janice Combs de casera amable. “A Dios no le gustaría que dijera nada malo de ellos”, dijo por teléfono Patterson, que ahora tiene 86 años, “porque no puedo”.

Sean Combs se sumergió en la escena hip-hop de Nueva York, yendo regularmente a la ciudad para bailar y mezclarse en los clubes nocturnos de Harlem. Tras graduarse en Mount Saint Michael en 1987, se matriculó en la Universidad Howard de Washington DC, donde acumuló capital social —y ganó un buen dinero extra— organizando grandes fiestas.

Pero Nueva York, y en concreto Harlem, se convirtió en su destino, y centró allí su atención, como si nadara a contracorriente hacia su lugar de origen. Se convirtió en un artista secundario al margen del negocio de la música, apareciendo como bailarín de apoyo en videos musicales de Fine Young Cannibals y otras bandas.

Con el paso de los años, a medida que Combs cuidaba de su historia de origen, viejos amigos y compañeros de colegio se dieron cuenta de que Mount Vernon se había degradado, y Combs hacía hincapié en sus raíces de Harlem por encima de todo. “¡De Harlem a Hollywood!”, proclamó al aceptar un premio cinematográfico en 2017.

Entre sus viejos amigos de Mount Vernon, existe una aceptación a regañadientes de su papel disminuido en la leyenda.

“No quería reivindicar Mount Vernon”, recordaba Howard Knox, conocido como Rudy, que formaba parte de la camarilla de Combs en su ciudad natal, “porque es un nombre más grande si dices que eres de Harlem”.

Un pie en la puerta, seguido de tragedia

El juicio de Combs atrae
El juicio de Combs atrae la atención de medios en el Tribunal de Distrito del Bajo Manhattan (REUTERS/Danny Moloshok)

Había una cosa que Combs seguía necesitando en Mount Vernon: una forma de entrar en el negocio de la música.

Combs le suplicó a Heavy D, el orgullo del rap del suburbio (“Moneyearnin’ Mount Vernon” era un tema emblemático), que le presentara a Andre Harrell, el jefe de su discográfica con sede en Manhattan, Uptown Records. Funcionó. Cuando aún estaba matriculado en Howard, Combs se hizo becario en Uptown, y tomaba el tren desde Washington a las 5 a.m.

Kurt Woodley, vicepresidente de A&R de la discográfica, recordó en una entrevista que Combs no causó la mejor primera impresión.

“No parecía del hip-hop”, dijo Woodley. “Tenía el corte de pelo a lo Gumby, la camisa azul de lunares. Pero tenía esa mirada de ‘estoy listo para salir’”.

Combs se convirtió en el factótum polivalente de Harrell, recogiendo material de oficina y trayendo tarta de queso de Junior’s en Brooklyn, un ritual de iniciación que Combs impuso más tarde a otra generación de novatos despistados del estudio en Making the Band, su exitoso programa de telerrealidad de MTV de la década de 2000.

Al mismo tiempo, Combs —quien había abandonado los estudios en Howard— aprendía los trucos del estudio y organizaba fiestas de baile semanales muy populares a las que llamaba Daddy’s House, convirtiéndose en una parte indispensable de la escena. “Era tenaz, tenaz, tenaz”, dijo Kirk Burrowes, uno de los primeros ejecutivos de Bad Boy, en una entrevista antes del arresto de Combs el año pasado.

Fue en ese entonces que Combs y Heavy D se apuntaron para promocionar el funesto partido de baloncesto en el City College.

A lo largo de los
A lo largo de los años, Combs ha enfrentado repetidas acusaciones de violencia (REUTERS/Jane Rosenberg)

El acto se anunció como benéfico para un programa educativo no especificado sobre el sida, con la asistencia de famosos como Mike Tyson, Run-DMC y LL Cool J. Promocionado en la radio local, atrajo a más de 5000 personas a un recinto con capacidad para 2730.

Una investigación municipal descubrió que la multitud del exterior se volvió caótica en cuanto llegaron los primeros invitados famosos. Los aficionados derribaron barricadas, rompieron vidrios y bajaron a toda prisa por una escalera, aplastando a la gente contra unas puertas cerradas.

Ocho personas murieron aquella noche, y otra fue declarada muerta en un hospital cuatro días después.

No se presentaron cargos penales. Pero los medios de comunicación se centraron en Combs, y un columnista del New York Post culpó directamente a “un tonto llamado Puff Daddy”.

El proceso judicial fue complejo y llevó mucho tiempo, en parte porque el City College, gestionado por el estado de Nueva York, figuraba como demandado.

Pero algunas familias consideraron que Combs había alargado deliberadamente el proceso. “Creo que algunos miembros del equipo de Combs tomaron numerosas medidas para impedir el progreso del caso y provocar retrasos, y siguieron con esta estrategia durante todo el proceso”, dijo Peter DeFilippis, abogado. Su clienta vio a su mejor amiga asfixiarse en el partido, y él dijo que ella desarrolló una enfermedad tiroidea como consecuencia de la estresante experiencia.

En un juicio celebrado en 1998, el juez dictaminó que el City College y el estado de Nueva York tenían el 50 por ciento de la responsabilidad del incidente, y Combs y Heavy D el otro 50 por ciento.

 A pesar de los
A pesar de los inicios humildes, Combs emergió como un titán del entretenimiento. (REUTERS/Jane Rosenberg)

En “Pain”, un tema de 1997, Combs, como Puff Daddy, rapeó:

A los fallecidos del City College, que descansen en pazA las familias, nunca quise causar dolorSé la verdad, pero si quieren, yo asumo la culpa

Para las familias de las víctimas, eran palabras huecas. Solo unos años antes, en un perfil de 1993 en la revista Vibe, Combs había parecido eludir toda responsabilidad. Dijo que las muertes no se debieron a que el evento se vendiera en exceso, ni que la policía o los bomberos tuvieron la culpa.

“Es solo que, en general, en la comunidad negra hay una falta de amor propio”, dijo, según una cita en la revista. “La mayoría de los chicos no se iban a poner necesariamente en situación de salir heridos, pero cuando llegó el momento de amar a sus vecinos y retroceder, no pudieron amar a sus vecinos porque no se amaban a sí mismos”.

El informe de la ciudad sobre la investigación señalaba que, a pesar de facturar el acto como benéfico para la educación sobre el sida, los promotores no habían hecho tales arreglos.

Abriendo camino en el rap y el R&B

Tras el incidente del City College, dijeron personas cercanas a Combs, este se sintió afligido.

Pero al cabo de unos meses, tuvo un regreso espectacular.

En el verano de 1992, Uptown publicó What’s the 411?, el álbum debut de la cantante Mary J. Blige; Combs fue uno de los productores ejecutivos. “You Remind Me”, el primer sencillo, fue un éxito en los clubes de Nueva York y en la radio negra, y encarnaba la ambición de Combs.

En aquella época, el rap y la música R&B eran vertientes distintas del pop negro; incluso en Uptown, los grupos de R&B solían vestir elegantemente, con trajes brillantes y colores vivos, lejos del estilo callejero. Pero la mezcla de ambos géneros se estaba imponiendo entre los DJ clandestinos, mezclando ritmos crudos de hip-hop con voces encantadoras. Combs aprovechó ese burbujeante híbrido, sobrealimentándolo hasta convertirlo en un sonido irresistiblemente comercial y en un movimiento cultural inteligentemente empaquetado.

“Remezcló lo que las calles ya hacían”, dijo Touré.

What’s the 411? estableció un nuevo modelo —el hip-hop soul— con Blige como heroína sobre el escenario y Combs como cerebro. La imagen de Blige estaba tan cuidadosamente orquestada como su música, con el pelo largo y ondulado como el de una diva de la década de 1970, pero con ropa de b-girl que la situaba en el modo callejero contemporáneo. Combs realizó un cambio de imagen similar para el grupo Jodeci, y se ganó el apoyo de la radio con una serie de remezclas pegajosas.

Harrell chocó cada vez más con Combs, y en 1993 lo despidió. Pero su protegido se recuperó rápidamente y le llevó su sello Bad Boy a Clive Davis, de Arista Records, para un acuerdo de distribución multimillonario. Davis, el pez gordo de la industria que había dirigido campañas de conquista de listas para Whitney Houston, Aretha Franklin y muchos otros, vio en Combs a un prometedor futuro magnate, y puso a su equipo corporativo a disposición de Combs.

El Incidente en 1991: La
El Incidente en 1991: La tragedia en City College marcó un punto de inflexión en la carrera de Combs. (REUTERS/Jane Rosenberg)

“Él estaba convencido de que el hip-hop podía ser mucho más grande de lo que ya era y de que podía moldear la escena musical a su alrededor”, escribió Davis en sus memorias, The Soundtrack of My Life (2012). “Realmente tenía una visión”, añadió.

El siguiente gran artista de Combs fue Notorious B.I.G., un rapero de Brooklyn que era un cautivador narrador de las duras realidades del tráfico de drogas.

Con su álbum debut, Ready to Die (1994), B.I.G. se convirtió en una estrella instantánea, y Combs se convirtió en un nuevo tipo de empresario del hip-hop, en parte Berry Gordy y en parte PT Barnum. Fue tanto el arquitecto del sonido, cargado de armonías R&B y ganchos pop listos para la radio, como de su marca. Combs derrochó dinero en videos musicales exagerados y convirtió la plantilla de talento de su discográfica en una línea de productos que se reforzaban mutuamente —una “familia”— en la que los artistas aparecían como invitados en las canciones de los demás y, con cada aparición, amplificaban la imagen general de Bad Boy.

Combs se colocó a sí mismo, como Puff Daddy, en el centro de todo: rapeando en las canciones, posando en las portadas de las revistas, haciendo el tonto junto a sus artistas en sus videos.

“Con Puffy había una estética firme que estaba desarrollando desde el principio”, dijo Monica Lynch, expresidenta de Tommy Boy Records, otro sello neoyorquino de hip-hop. “Con Mary, Biggie, Jodeci había un aspecto, había un sonido. En cierto modo creó un nuevo Motown”.

Para entonces había iniciado una relación con Kim Porter, modelo y antigua recepcionista de Uptown. Combs era conocido por tener múltiples parejas románticas, pero su relación intermitente con Porter duró aproximadamente hasta 2007, y tuvieron tres hijos juntos; tras la muerte de ella en 2018, Combs dijo que eran “más que almas gemelas”.

Cuando B.I.G. fue asesinado en 1997 —un crimen que sigue sin resolverse, pero que durante mucho tiempo se ha considerado un acto de represalia por el asesinato de Tupac Shakur el año anterior—, Combs mostró su duelo en público. Solo dos meses después de la muerte de B.I.G., Puff Daddy lanzó su canción “I’ll Be Missing You”, en la que participaban Faith Evans, viuda de B.I.G., y 112, un grupo de R&B de Bad Boy.

En la canción, Combs rapeaba sobre un sample no autorizado del éxito de 1983 de The Police, “Every Breath You Take”. Al utilizar un gancho muy reconocible de un clásico del pop blanco de la década de 1980, la canción parecía marcar un cambio estratégico en la evolución del hip-hop hacia la cultura pop global. Ineludible en el verano del 97 —en las calles de Nueva York y en todas partes—, “I’ll Be Missing You” se mantuvo en el primer lugar de la lista Hot 100 de Billboard durante 11 semanas y demostró cómo, en manos de Combs, el hip-hop había alcanzado una nueva cima en la corriente principal del pop estadounidense, infiltrándose en todos los grupos demográficos.

Notorius B.I.G. (Photo © 2020
Notorius B.I.G. (Photo © 2020 REX Features/Shutterstock /The Grosby Group)

Combs se convirtió en el nuevo niño mimado de los medios de comunicación por su ambición de sacar pecho, siempre listo con una cita desvergonzada.

“¿Recuerdas lo genial que era Mozart en su día? Yo soy el Mozart de 1997”, le dijo al Times aquel verano.

Quien tachaba a Combs de ser simplemente arrogante no entendía nada. La propia fama se convirtió para él en un arte escénico, así como en una forma de demostrar que no había límites para los mundos que el hip-hop podía conquistar ni para el botín que Combs podía ganar.

Eso incluía ascender por la escala social estadounidense hasta la cima. Combs se codeó con Martha Stewart, Anna Wintour, Salman Rushdie, Oprah Winfrey y Donald Trump, quien, como señaló Vibe, fue el primer invitado famoso que llegó a la fiesta del cumpleaños 29 de Combs en 1998.

“Cuando salías con Puff, era como si tuvieras la llave de la ciudad”, dijo una vez Quinnes Parker, del grupo 112, al New York Post.

Un trasfondo de violencia

Aun cuando Combs ascendía, la violencia, o las amenazas de violencia, siempre formaban parte de su cadencia.

En 1996, fue declarado culpable de delito por amenazar con una pistola a un fotógrafo de un tabloide, y pagó una multa de 1000 dólares. Explotó de ira contra unos periodistas que consideraba insuficientemente deferentes hacia él. De las muchas demandas civiles que se han presentado contra Combs desde finales de 2023, al menos cinco se refieren a acusaciones de violencia que supuestamente ocurrieron antes de 2000.

Y más tarde, en 2004, Kimora Lee Simmons, exesposa de otro magnate del hip-hop, Russell Simmons, dijo en una entrevista que Combs la había amenazado una vez con pegarle mientras estaba embarazada. (En la misma entrevista, concedida a la revista New York, Simmons dijo que Combs le había pedido disculpas). Tres años después, la coreógrafa Laurieann Gibson, que formaba parte del reparto de Making the Band, declaró a la policía que Combs la había amenazado con una silla mientras alguien la sujetaba. (Se reconciliaron, y Gibson ha seguido trabajando con Combs).

Combs ha pasado años, quizá décadas, intentando evitar las especulaciones de que de algún modo tuvo algo que ver en la riña entre Notorious B.I.G. y Shakur, que condujo a la muerte de ambos. En una entrevista, Shakur dijo una vez que creía que Combs estaba al corriente de un tiroteo anterior en el que él había resultado herido, pero Combs lo ha negado desde mucho tiempo.

Al poco tiempo, Combs fue acusado de formas de violencia aún más descaradas.

A principios de 1999, tras una disputa sobre un video musical, Combs fue acusado del ataque a un ejecutivo musical rival, Steve Stoute, en la oficina de Stoute en Nueva York. Combs y dos guardaespaldas fueron acusados de darle patadas y puñetazos, y de golpearlo con un teléfono y una botella de champán.

Combs, que se declaró culpable de un cargo menor, fue condenado a un curso de control de la ira de un día de duración. También llegó a un acuerdo confidencial con Stoute. Contactado por correo electrónico, Stoute declinó hacer comentarios.

La más publicitada de las veces en que Combs se libró por un pelo se produjo a finales de 1999.

Justo después de la medianoche del 27 de diciembre de ese año, Combs y su entonces novia, Jennifer Lopez, estaban en el Club New York, en la calle 43 Oeste, con su protegido en el rap, Shyne, cuando sonaron disparos. Tres personas resultaron heridas, y Combs y Lopez huyeron en un Lincoln Navigator, saltándose 11 semáforos en rojo por la Octava Avenida antes de ser detenidos.

El nombre de Jennifer Lopez
El nombre de Jennifer Lopez podría ser incluido en el caso de Sean "P. Diddy" Combs. (Grosby Group)

Acusado de posesión de armas y de sobornar a un testigo, Combs fue juzgado durante siete semanas a principios de 2001, enfrentándose a la posibilidad de 15 años de prisión y, posiblemente, a la ruina de su carrera.

Pero los testigos no se ponían de acuerdo sobre quién había disparado las armas. Siete dijeron que vieron disparos efectuados por Shyne, quien nació con el nombre de Jamal Barrow en Belice. Tres dijeron que vieron a Combs con una pistola. Una testigo, una mujer que había recibido un disparo en la cara, dijo que vio destellos de dos pistolas: una disparada por Barrow y otra por Combs.

Combs negó tener un arma en el club, pero un abogado de Barrow dijo a los miembros del jurado que su cliente llevaba un arma y que la disparó dos veces hacia el techo.

El jurado absolvió a Combs de todos los cargos. Barrow fue declarado culpable de cinco de los ocho cargos que se le imputaban, y cumplió casi nueve años de prisión. El año pasado, Barrow, que se ha convertido en un destacado político de Belice, dijo en un documental que le habían “tendido una trampa para que fuera el chivo expiatorio” de Combs en el incidente.

En respuesta a la afirmación de Barrow, el equipo jurídico de Combs dijo en un comunicado: “Estas afirmaciones son inequívocamente falsas. Combs fue absuelto de todos los cargos relacionados con el incidente del Club New York de 1999 y ha mantenido siempre su inocencia”.

La fiesta interminable continúa

Durante el juicio del Club New York, Combs se reunía con su equipo para trabajar en su más reciente gran proyecto: diseños para Sean John, su línea de moda, que había iniciado en 1998. El juicio no frenó el ascenso estratosférico de la marca, y sus ventas pasaron de 250 millones de dólares en 2001 a 325 millones dos años después.

Aprovechando su fama, Combs salió en televisión, interpretando a un exigente y malhablado jefe de discográfica en Making the Band. Incluso protagonizó una reposición de Broadway de A Raisin in the Sun. Creó una plataforma mediática por cable y en línea, Revolt. Y se convirtió en el rostro del vodka Ciroc gracias a un lucrativo acuerdo con el conglomerado de bebidas espirituosas Diageo, aunque posteriormente, en un pleito, acusó a la empresa de racismo por no promocionar sus productos a su satisfacción. (El caso se resolvió el año pasado, cuando Diageo pagó a Combs unos 200 millones de dólares por su mitad de una marca de tequila de propiedad conjunta).

Desde finales de la década de 1990, las Fiestas Blancas de Combs, celebradas en su finca de los Hamptons y en lugares exóticos como Saint-Tropez, Francia, eran la apoteosis de todo lo que él había llegado a representar: la cultura negra echando abajo las puertas de la alta sociedad blanca, regodeándose sin complejos en el lujo, el placer hedonista y el espectáculo por sí mismo. En cierto modo, Combs seguía llevando a cabo su primer gran talento, promoviendo fiestas bulliciosas, esta vez con la versión hip-hop de una bacanal romana.

Incluso la marca personal de Combs, Puff Daddy, había evolucionado. Menos de dos semanas después de su absolución en el tiroteo del Club New York, anunció, regiamente, que a partir de entonces se le conocería como P. Diddy, apelativo que finalmente sería truncado a Diddy.

Luego, en 2017, hizo otro intento de cambio de marca, llamándose a sí mismo Love, sin aparente sentido de la ironía.

“Tengo que recordarme siempre que vivimos en un mundo tóxico”, explicó Combs en un programa de entrevistas de la BBC en 2023. “Y es el amor contra el odio. Eso es lo que está pasando ahora. Y yo elijo el amor”.

Los fiscales federales del Distrito Sur de Nueva York hicieron un guiño a esta historia en su acusación del pasado septiembre, que llevaba por título “ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA contra SEAN COMBS, alias ‘Puff Daddy’, alias ‘P. Diddy’, alias ‘Diddy’, alias ‘PD’, alias ‘Love’”.

Una demanda explosiva y un magnate esposado

Unos puñetazos en la puerta de un apartamento de Los Ángeles rompieron el silencio una madrugada de septiembre de 2016.

Bryana Bongolan, quien estaba visitando a su amiga, la cantante Casandra Ventura, cuyo nombre artístico es Cassie, dijo más tarde en documentos judiciales que reconoció la voz desquiciada del novio de Ventura, Sean Combs.

Ventura, quien ocupaba el moderno apartamento del piso 17, se quedó en su dormitorio. Pero Bongolan dijo que rápidamente le dijo a una tercera amiga que se encerrara en el cuarto de baño.

Según el relato que Bongolan, artista y diseñadora, hizo en una demanda que interpuso el año pasado, Combs no tardó en entrar en el apartamento y encontró a Bongolan en el balcón. Gritando obscenidades, empezó a manosearle los pechos, dicen los documentos judiciales, y luego la tomó por las axilas —ella dijo que mide 1,50 m y pesa menos de 45 kg— y la elevó sobre la barandilla del balcón, con “solo el agarre de Combs evitando que cayera al vacío”.

Cuando Ventura salió de su dormitorio, gritando a Combs que se detuviera, este sacó a Bongolan del borde, solo para aventar su cuerpo contra una mesa del patio, dijo Bongolan en su relato, causándole lesiones no especificadas.

Tras la presentación de la demanda de Bongolan, los representantes de Combs dijeron que este negaba sus acusaciones y que “en última instancia se demostrarían infundadas”.

Para entonces, la carrera musical de Combs estaba estancada. Pero la diversificación de marcas le había hecho más rico que nunca: en 2017, Forbes nombró a Combs el artista más rico del hip-hop, con una fortuna estimada en 820 millones de dólares.

Sin embargo, su predilección por la violencia, como impulso incontrolado o herramienta de manipulación, distaba mucho de estar a raya, según los documentos judiciales. En su escrito de acusación, los fiscales dijeron que este comportamiento se extendía a los empleados de Combs, alegando que utilizaba a varias personas de su entorno “para llevar a cabo, facilitar y encubrir sus actos de violencia, abuso y comercio sexual”.

La investigación que desembocó en la acusación fue desencadenada por una demanda explosiva que Ventura presentó en noviembre de 2023.

Con detalles desgarradores, Ventura alegó años de violencia y abusos sexuales, incluidos freak offs: episodios de sexo forzado alimentados por las drogas. Su demanda se resolvió en un solo día, con lo que los abogados de Combs dijeron que incluía un pago de ocho cifras para ella (aunque sin admisión de delito).

Uno de los episodios de la denuncia de Ventura se produjo solo seis meses antes del incidente del balcón que se alega en la demanda de Bongolan.

Ventura y Combs se encontraban en un Hotel InterContinental de Los Ángeles, donde, según dijo ella, se estaba produciendo un freak off. Según los documentos judiciales de Ventura, un Combs ebrio le dio un puñetazo en la cara y luego la siguió hasta el pasillo del hotel, donde le gritó, la agarró y le arrojó jarrones de cristal.

Sobre sus cabezas, una cámara de seguridad estaba grabando.

La defensa y la fiscalía
La defensa y la fiscalía continúan definiendo las pruebas que serán presentadas durante el proceso contra P. Diddy. (Crédito: Captura de pantalla CNN)

El pasado mes de mayo, CNN emitió fragmentos de esas imágenes de seguridad, en las que se veía a Combs golpeando, dando patadas y arrastrando a Ventura por el pasillo, mientras él llevaba solo una toalla. Dos días después, un Combs sumiso pidió disculpas, calificando su comportamiento de “inexcusable” y diciendo que asumía “toda la responsabilidad” por el acto.

Para entonces, dos de las casas de Combs habían sido allanadas por agentes federales fuertemente armados, en escenas que fueron captadas en directo por televisión. Un abogado de Combs se quejó de “un uso excesivo de la fuerza de tipo militar”, y un cierto grado de simpatía por Combs y su familia empezó a extenderse por las redes sociales.

Pero el video del hotel, que mostraba en términos innegables que Combs había golpeado brutalmente a Ventura, lo cambió todo. Incluso los abogados de Combs han admitido, en documentos judiciales, que el video “cambió inmediata y drásticamente el curso de la opinión pública” contra él.

En los tribunales, los abogados de Combs no han negado la violencia, pero dijeron que formaba parte de una relación problemática y duradera entre él y Ventura, y que no es prueba de tráfico sexual. La semana pasada, un juez dictaminó que el video de este incidente puede mostrarse a los miembros del jurado.

El verano pasado, el equipo legal de Combs empezó a prepararse para su arresto. El 5 de septiembre, Combs voló a Nueva York con la intención de entregarse. Todo formaba parte de un plan para presentar a Combs como alguien cooperador y de buen comportamiento, sentando las bases para argumentar favorablemente ante un juez que debía quedar en libertad bajo fianza tras su detención.

Pero el 16 de septiembre, la noche antes de que se hiciera pública su acusación, unos agentes federales con camisas abotonadas y placas que colgaban del cuello se acercaron a Combs en el vestíbulo del Park Hyatt de Nueva York, donde este se alojaba. Separaron al magnate, vestido con un largo abrigo oscuro, del grupo con el que entraba y lo sacaron del lujoso hotel con las manos esposadas a la espalda.

En su comparecencia, los abogados de Combs argumentaron que no había riesgo de fuga y que él no constituía un peligro para la comunidad, y ofrecieron una fianza de 50 millones de dólares. Pero los fiscales dijeron que el video del hotel InterContinental demostraba el peligro que representaba, y señalaron que cuando los agentes lo detuvieron, encontraron bolsas de polvo rosa en su habitación.

“En un momento en que debería estar comportándose muy, muy bien”, dijo en la audiencia Christy Slavik, una de las fiscales, “tenía lo que parecen ser estupefacientes en su habitación de hotel”.

El juez de instrucción denegó la petición de libertad bajo fianza, y Combs ingresó en el Centro de Detención Metropolitano, donde ha permanecido desde entonces.

“Tu abogado me pidió que confiara en ti y en él”, dijo la jueza, Robyn F. Tarnofsky, “y no sé si creo que puedas confiar en ti mismo”.

Julia Jacobs y Nate Schweber colaboraron con la reportería. Kirsten Noyes colaboró con la investigación.

Ben Sisario cubre la industria musical. Escribe para el Times desde hace más de 20 años.