EE. UU. y China van camino a una ruptura 'monumental' que pone en vilo a la economía mundial

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Una guerra comercial cada vez más profunda podría debilitar aún más los lazos entre las superpotencias. Los efectos repercutirán en todas partes.

Una vertiginosa escalada de aranceles ha desentrañado una relación comercial entre Estados Unidos y China, forjada durante décadas, poniendo en peligro el destino de las dos superpotencias y amenazando con arrastrar a la economía mundial.

La política arriesgada desplegada por ambos países ya ha superado con creces las batallas que libraron durante el primer mandato del presidente Donald Trump. En 2018 y 2019, Trump elevó los aranceles a China durante 14 meses. En su mayoría, la escalada más reciente se ha desarrollado en cuestión de días, con gravámenes que son mucho mayores y se aplican a un grupo más amplio de mercancías.

El miércoles, Trump respondió a la decisión de China de igualar su gravamen del 50 por ciento --una penalización por la contramedida de Pekín a un arancel estadounidense anterior-- con un arancel adicional, elevando la tasa sobre las importaciones chinas al menos al 145 por ciento.

Por mucho que Trump haya presionado, China se ha negado a retroceder. El país ha elevado sus aranceles sobre los productos importados de Estados Unidos al 84 por ciento. El jueves prometió de nuevo "luchar hasta el final", un enfoque coherente con la forma en que Xi Jinping, el máximo dirigente del país, ha tratado de redefinir el orden mundial, uno en el que Pekín, y no Washington, esté en el centro.

"Nos acercamos a una ruptura monumental y desastrosa", dijo Orville Schell, el director Arthur Ross del Centro de Relaciones Estados Unidos-China de la Asia Society de Nueva York. "El tejido que con tanto cuidado hemos urdido durante las últimas décadas se está desgarrando".

Está en peligro una relación que dio forma a la economía mundial en el siglo XXI. Durante años, ambas partes se beneficiaron. El amplio uso de las fábricas chinas por parte de las empresas estadounidenses mantuvo los precios bajo control para los consumidores estadounidenses y aumentó las ganancias de las empresas más grandes del país. China obtuvo puestos de trabajo e inversiones que sacaron de la pobreza a millones de familias. Y a medida que el poder adquisitivo de China crecía, se abría un mercado gigantesco y lucrativo para las marcas estadounidenses.

Ese sistema ha sido puesto a prueba por el surgimiento de China como potencia mundial, y por la creciente preocupación de Estados Unidos por haberse vuelto vulnerable a las presiones de China sobre el acceso a componentes y materiales cruciales para la tecnología y la fabricación avanzadas.

No está claro quién cederá primero, ni si ambas partes podrán encontrar puntos de acuerdo. Una cosa es cierta: la inminente interrupción del flujo de mercancías por valor de miles de millones de dólares entre China y Estados Unidos, así como del comercio que a menudo pasa por otros países, tendrá un impacto devastador en ambas economías y en sus socios comerciales.

"Esto no se puede modelar", dijo Steven Okun, director ejecutivo de APAC Advisors, una consultora geopolítica. "¿Los países tendrán que elegir entre Estados Unidos y China?".

Los economistas predicen que la división podría llevar a la economía estadounidense a la recesión. Al mismo tiempo, la economía china se enfrenta a la perspectiva de un doloroso divorcio de su mayor socio comercial, que le compra bienes por valor de más de 400.000 millones de dólares al año, mientras el país se tambalea por un hundimiento del mercado inmobiliario y la escasa confianza de los consumidores.

Dado que Estados Unidos y China son fundamentales para la economía mundial, el impacto repercutirá en todas partes. Su enfrentamiento se produce cuando Trump también ha impuesto un arancel básico del 10 por ciento a la mayoría de los socios comerciales de Estados Unidos, y gravámenes sobre los automóviles fabricados en el extranjero y el acero y el aluminio importados, impedimentos al comercio que casi se han olvidado en el latigazo arancelario de los últimos días.

A Pekín le tomó desprevenido que Trump cambiara las reglas del comercio mundial en su primer mandato. Igualó los aranceles estadounidenses con sus propios aranceles sobre las importaciones procedentes de Estados Unidos. Pero Pekín se quedó rápidamente sin productos estadounidenses para penalizar, porque China compraba muy poco a Estados Unidos. Los dos países alcanzaron una tregua en enero de 2020, un acuerdo que en Pekín se consideró desfavorable para la parte china.

En la campaña electoral del año pasado, Trump parecía dispuesto a ir aún más lejos. Habló de imponer aranceles del 60 por ciento a las importaciones chinas. La mayoría de los economistas e inversores le restaron importancia al discurso considerándolo hiperbólico, una promesa electoral que se reduciría ante la realidad económica.

Pero proporcionó a China una advertencia de sobra para idear contramedidas que infligieran el máximo dolor económico a Estados Unidos. Hasta ahora, Pekín ha respondido a Trump con aranceles elevados y recordatorios amenazadores de que podría cortar el suministro de minerales críticos.

La posibilidad de que el conflicto distancie aún más a los dos países es mayor que nunca.

Dan Wang, directora del equipo de China de Eurasia Group, dijo que algunas empresas chinas ya han puesto la mirada más allá de Estados Unidos. Por ejemplo, China planea exportar seis millones de vehículos eléctricos este año, casi ninguno a Estados Unidos. Dijo que, aunque existe la posibilidad de una recesión mundial, el riesgo es mayor en Estados Unidos.

Hace tres meses, el Fondo Monetario Internacional ofreció sus previsiones económicas para el próximo año: la economía estadounidense estaba en mejor forma que casi todas las demás.

Ahora, muchos analistas ven la posibilidad de una recesión en Estados Unidos. Después de que Trump impusiera duros aranceles a casi todos los países, los analistas prevén una mayor inflación, más desempleo y un crecimiento más lento en Estados Unidos.

"Creo que ya ha comenzado una recesión y que la economía se va a deteriorar notablemente en el segundo trimestre", dijo Carl Weinberg, economista jefe de High Frequency Economics, antes de que Trump diera marcha atrás en algunos de los aranceles no dirigidos a China.

El efecto de los aranceles se dejará sentir en toda la economía estadounidense. Wendong Zhang, profesor adjunto de economía aplicada y política en la Universidad de Cornell, dijo que el 73 por ciento de los celulares, el 78 por ciento de las computadoras portátiles, el 87 por ciento de las consolas de videojuegos y el 77 por ciento de los juguetes de Estados Unidos proceden de China.

China, por su parte, todavía se está recuperando de una crisis inmobiliaria que ha afectado a toda su economía. Los gobiernos locales luchan por recaudar dinero suficiente para pagar los programas de prestaciones sociales, mientras que las instituciones financieras están cargadas de deudas. El desempleo es elevado, y los jóvenes luchan por encontrar trabajos prometedores.

El jueves, Goldman Sachs bajó las expectativas para la economía china, a pesar de que prevé un enorme gasto de estímulo por parte de Pekín. Redujo sus perspectivas de crecimiento para este año del 4,5 por ciento al 4 por ciento, un crecimiento elevado para los estándares estadounidenses, pero un ritmo lento para China.

China ha confiado en el flujo de productos procedentes de las fábricas para compensar la debilidad del resto de su economía. Pero los aranceles estadounidenses minarán la demanda, y los demás socios comerciales de China, ya recelosos ante la avalancha de productos chinos, podrían mostrarse reacios a asumir la carga.

Para las pequeñas empresas, tanto en China como en Estados Unidos, la repentina ruptura de la asociación comercial es devastadora. Representa una amenaza existencial para John K. Thomas, cuyo negocio en California de fabricación de termómetros electrónicos para animales depende de la compra de componentes eléctricos fabricados en China y de la venta de los productos acabados a las granjas lecheras chinas.

"Que China se haya convertido en mi segunda base más grande de clientes ha sido crucial para que nuestro negocio continúe en los últimos 15 años", dijo Thomas sobre su empresa, GLA Agricultural Electronics, fundada en 1969.

Los tres últimos días han sido una montaña rusa para Thomas, ya que los dos países se han empujado mutuamente al borde del abismo. El domingo, se apresuró a enviar unidades a su cliente más grande en China antes de que entrara en vigor una ronda de aranceles del 34 por ciento sobre los productos estadounidenses.

Después de que Trump anunciara aranceles adicionales, el cliente chino pidió más, anticipando una respuesta de Pekín. Thomas se apresuró a conseguir más producto, pero China se le adelantó y dijo que había vuelto a subir los aranceles al 84 por ciento, con lo que, de momento, se acababa cualquier posibilidad de retener al cliente.

"Estábamos cerca de que nuestros precios nos sacaran del mercado chino", dijo. "Con el 84 por ciento, estamos completamente excluidos".

Daisuke Wakabayashi es corresponsal de negocios en Asia para el Times, con sede en Seúl, y cubre noticias económicas, empresariales y geopolíticas de la región.

Alexandra Stevenson es la jefa del buró de Shanghái de El Times donde reporta sobre economía y sociedad.

Patricia Cohen escribe sobre economía global y reside en Londres.

Keith Bradsher es el jefe de la corresponsalía de Pekín para el Times. Antes fue jefe del buró en Shanghái, Hong Kong y Detroit, y corresponsal en Washington. Ha vivido e informado en China continental durante la pandemia.