El 'tsunami' de las exportaciones chinas se acerca

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Las inversiones y avances industriales de China están produciendo una oleada de exportaciones que amenaza con provocar cierres de fábricas y despidos en EE. UU. y el resto del mundo.

Durante décadas, la mayor fábrica de automóviles del mundo fue el complejo de Volkswagen en Wolfsburg, Alemania. Pero BYD, el fabricante chino de coches eléctricos, está construyendo dos fábricas en China, cada una de ellas capaz de producir el doble de coches que Wolfsburg.

Datos recientes del banco central chino muestran que los bancos controlados por el Estado prestaron 1,9 billones de dólares adicionales a prestatarios industriales en los últimos cuatro años. En los márgenes de las ciudades de toda China, se construyen nuevas fábricas día y noche, y las fábricas existentes se modernizan con robots y automatización.

Las inversiones y los avances de China en la fabricación están produciendo una oleada de exportaciones que amenaza con provocar cierres de fábricas y despidos no solo en Estados Unidos, sino también en todo el mundo.

"El tsunami se acerca para todos", dijo Katherine Tai, quien fue representante comercial de Estados Unidos del expresidente Joe Biden.

Los fuertes aranceles anunciados el miércoles por el presidente Donald Trump, los cuales han provocado el desplome delas acciones en Asia y en otros lugares, fueron la respuesta más drástica hasta ahora al empuje exportador de China. Desde Brasil e Indonesia hasta Tailandia y la Unión Europea, muchos países ya se han movilizado más discretamente para aumentar también los aranceles.

Los dirigentes chinos están furiosos por la reciente proliferación de barreras comerciales y, en particular, por los últimos aranceles de Trump. Se enorgullecen de la elevada tasa de ahorro, las largas jornadas laborales y la abundancia de ingenieros y programadores de software de China, así como de sus legiones de electricistas, soldadores, mecánicos, trabajadores de la construcción y otros técnicos calificados.

El sábado por la noche, en la televisión estatal, un presentador leyó solemnemente una declaración del gobierno condenando a Estados Unidos: "Está utilizando los aranceles para subvertir el orden económico y comercial internacional existente" con el fin de "servir a los intereses hegemónicos de Estados Unidos".

Hace cinco años, antes de que estallara una burbuja inmobiliaria, las grúas que levantaban torres de apartamentos salpicaban prácticamente todas las ciudades de China. Hoy, muchas de esas grúas han desaparecido y las que quedan rara vez se mueven. A instancias de Pekín, los bancos han desplazado rápidamente sus préstamos del sector inmobiliario a la industria.

China utiliza más robots industriales que el resto del mundo junto, y la mayoría de ellos son fabricados en China por empresas chinas, aunque algunos componentes siguen importándose. Tras varios años de rápido crecimiento, las instalaciones globales de nuevos equipos industriales ya han aumentado otro 18 por ciento este año.

Cuando Zeekr, un fabricante chino de coches eléctricos, abrió hace cuatro años una fábrica en Ningbo, a dos horas en coche al sur de Shanghái, las instalaciones tenían 500 robots. Ahora tiene 820, y están previstos muchos más.

A medida que se ponen en marcha nuevas fábricas, las exportaciones chinas se aceleran rápidamente. Aumentaron un 13,3 por ciento en 2023 y otro 17,3 por ciento el año pasado.

Los préstamos de los bancos estatales también están financiando un auge de la investigación y el desarrollo empresariales. Huawei, un conglomerado que fabrica artículos tan variados como celulares y piezas de automóviles, acaba de abrir en Shanghái un centro de investigación para 35.000 ingenieros que tiene 10 veces más espacio para oficinas y laboratorios que la sede central de Google en Mountain View, California.

Los dirigentes de todo el mundo se esfuerzan por decidir si deben elevar las barreras comerciales para proteger lo que queda de los sectores industriales de sus países.

China lleva décadas ampliando rápidamente su porcentaje de la fabricación mundial. El crecimiento se ha producido principalmente a expensas de Estados Unidos y otras potencias industriales de larga tradición, pero también de los países en desarrollo. China ha incrementado su proporción hasta el 32 por ciento y va en aumento, desde el 6 por ciento en 2000.

La producción industrial de China es mayor que la producción combinada de Estados Unidos, Alemania, Japón, Corea del Sur y Reino Unido.

Incluso antes de que Trump ganara un segundo mandato, los funcionarios del gobierno de Biden advirtieron durante su último año en el cargo sobre el exceso de capacidad industrial en China. Elevaron algunos aranceles, en particular sobre los coches eléctricos.

Pero durante sus tres primeros años, los funcionarios del gobierno de Biden se centraron sobre todo en un control más estricto de las exportaciones de tecnologías como los semiconductores de gama alta, alegando preocupaciones de seguridad nacional. Mantuvieron en vigor los aranceles del 7,5 por ciento al 25 por ciento que Trump había impuesto a la mitad de las exportaciones de China a Estados Unidos en su primer mandato.

Aún resulta incierto cómo se desarrollará esta vez el enfoque mucho más duro del presidente. Los aranceles han frenado ocasionalmente el crecimiento de las exportaciones chinas, pero no lo han detenido. Otras naciones están en alerta máxima ante la posibilidad de que las exportaciones chinas se desvíen a otros lugares, y amenacen las economías de aliados tradicionales de Estados Unidos como la Unión Europea y Corea del Sur.

Los fabricantes chinos de automóviles preparaban su entrada en el mercado estadounidense en 2017, cuando Trump asumió por primera vez la presidencia. GAC Motor, de Cantón, China, llevó a decenas de concesionarios estadounidenses al salón del automóvil de la ciudad en noviembre de ese año. La empresa anunció sus planes de vender vehículos utilitarios deportivos y minivanes a gasolina en Estados Unidos a finales de 2019.

Pero GAC y otros fabricantes de automóviles chinos cancelaron sus planes después de que Trump incluyera los automóviles en sus aranceles iniciales del 25 por ciento varios meses después.

Las empresas chinas siguen prácticamente sin vender ningún automóvil en Estados Unidos. Es poco probable que eso cambie: con las últimas medidas de Trump, los fabricantes chinos de automóviles se enfrentan ahora a aranceles estadounidenses de hasta el 181 por ciento.

Bloqueados en Estados Unidos, los fabricantes de automóviles chinos han seguido construyendo fábricas y han reorientado sus campañas de exportación a otros lugares. Sus ventas se han disparado en Australia y el Sudeste Asiático, arrebatando cuota de mercado a las marcas japonesas y estadounidenses. En México, los fabricantes de automóviles chinos solo tenían el 0,3 por ciento en 2017; el año pasado, superaron el 20 por ciento.

El rápido aumento de las ventas en la Unión Europea, y las pruebas de las subvenciones del gobierno chino, llevaron a las autoridades de la Unión Europea a imponer aranceles de hasta el 45 por ciento a los coches eléctricos procedentes de China el pasado octubre.

China no solo construye fábricas de automóviles. Por ejemplo, en los últimos cinco años ha construido más capacidad de refinación petroquímica de la que Europa, Japón y Corea del Sur han logrado juntos desde la Segunda Guerra Mundial. Y China está en vías de construir estas refinerías aún más rápido este año. Los productos petroquímicos se convierten después en plásticos, poliéster, vinilo y neumáticos.

Robert Lighthizer, quien fue representante comercial de Estados Unidos en el primer mandato de Trump, dijo que los últimos aranceles estadounidenses "son una medicina que debería haberse aplicado hace tiempo: la verdadera causa de fondo son décadas de política industrial china que ha creado un exceso de capacidad y desequilibrios mundiales impresionantes".

China exporta tanto en parte porque su propia población compra muy poco. Un desplome del mercado inmobiliario desde 2021 ha acabado con gran parte de los ahorros de la clase media y ha arruinado a muchas familias adineradas.

Los ingresos fiscales disminuyen, pero el gasto militar aumenta rápidamente. Esto ha hecho que el gobierno se muestre reticente a gastar en estímulos económicos para ayudar a los consumidores. En su lugar, China ha compensado su debacle inmobiliaria con su campaña de exportación, al crear millones de puestos de trabajo para construir, equipar y operar fábricas.

Algunos economistas chinos se han unido recientemente a los economistas occidentales al sugerir que el país necesita reforzar su exigua red de seguridad social. A principios de este año, la pensión mínima del gobierno para las personas mayores era de solo 17 dólares al mes. Con eso apenas se pueden comprar alimentos, incluso en la China rural.

El economista más conocido del país, el profesor Li Daokui, de la Universidad de Tsinghua, pidió públicamente en enero que se multiplicara varias veces la pensión mínima mensual, a 110 dólares. El gobierno chino podría permitírselo, argumentó, y el gasto adicional de las personas mayores estimularía toda la economía.

Los funcionarios chinos rechazaron su consejo. Cuando el presupuesto salió a la luz el 5 de marzo, incluía un aumento de las pensiones mensuales, pero era de solo 3 dólares, lo que las situaba en 20 dólares al mes.

El mismo presupuesto incluía 100.000 millones de dólares para inversiones, incluidos puertos y otras infraestructuras que ayudan a los exportadores. Y había un nuevo programa para mejorar la tecnología utilizada en la fabricación en 20 ciudades chinas.

Keith Bradsher es el jefe de la corresponsalía de Pekín para el Times. Antes fue jefe del buró en Shanghái, Hong Kong y Detroit, y corresponsal en Washington. Ha vivido e informado en China continental durante la pandemia. Más de Keith Bradsher