Dos turistas alemanes fueron detenidos por semanas y luego expulsados de EE. UU.

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En medio de la represión fronteriza del presidente Trump, Alemania ha estado atenta al caso de los viajeros, que dicen haber intentado entrar legalmente en Estados Unidos.

Encadenados, detenidos durante semanas y finalmente deportados, dos turistas alemanes que intentaban entrar a Estados Unidos quedaron atrapados recientemente en un sistema que responde a la presión del presidente Donald Trump de restringir drásticamente la entrada y deportar a gente en masa.

Los casos de Jessica Brösche, retenida durante 46 días, y Lucas Sielaff, retenido durante 16, y los relatos del trato brusco que recibieron por parte de los funcionarios de inmigración, han acaparado titulares en Alemania como muestra de lo que podría significar para los viajeros europeos verse atrapados en el lado equivocado de la política de inmigración de la Casa Blanca.

Los turistas de la mayoría de los países europeos, incluida Alemania, suelen disfrutar de viajes sin visado a Estados Unidos durante un máximo de 90 días. Pero Sielaff y Brösche fueron detenidos, por separado, en el paso fronterizo de San Ysidro, entre San Diego y Tijuana, les dijeron que se les denegaba la entrada y los enviaron a un abarrotado centro de detención, según sus propios relatos y los de sus amigos.

Sielaff dijo que le negaron un traductor y que tuvo problemas para entender lo que le estaba ocurriendo. Los amigos de Brösche dijeron que la mantuvieron incomunicada durante nueve días. Según sus relatos, ambos volaron de regreso a Alemania sin saber muy bien por qué habían sido detenidos.

"A veces me despierto porque tengo pesadillas sobre esta situación y lo que ocurrió", dijo Sielaff, de 25 años, en una entrevista. "Y solo intento salir a caminar para calmarme".

La familia de una turista británica, Becky Burke, de 28 años, dice que lleva retenida más de dos semanas en el estado de Washington, atrapada en el sistema de forma similar, pero sin saber por qué.

El Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos, conocido como ICE, no respondió el jueves a las solicitudes de comentarios sobre sus casos.

Brösche fue detenida en la frontera el 25 de enero, según una campaña en línea de recaudación de fondos que sus amigos crearon para presionar por su liberación. Viajaba con el Sistema Electrónico para la Autorización de Viajes (ESTA, por su sigla en inglés), disponible para los turistas de países que no necesitan visado para viajar a Estados Unidos, pero que deben declarar el motivo de su visita. Declaró al periódico alemán Bild que había completado la autorización y planeaba entrar en Estados Unidos tras pasar una semana en Tijuana.

En la frontera, los funcionarios señalaron problemas con su documentación, según la petición en línea.

Brösche, tatuadora de 29 años, no pudo ser localizada para una entrevista. Pero Nikita Lofving, una amiga que ha hablado con ella, dijo en una entrevista que creía que los funcionarios habían visto el equipo de tatuar en el equipaje de Brösche y podrían haber llegado a la conclusión de que planeaba trabajar en Estados Unidos, violando las condiciones de entrada sin visado.

La enviaron al Centro de Detención de Otay Mesa, en San Diego. Las autoridades le dijeron que estaría detenida "un par de días", según la petición de fondos en línea, pero "lo que siguió fue una alarmante secuencia de acontecimientos: tras negársele la entrada, Brösche fue recluida en régimen de aislamiento durante nueve días".

Permaneció en el centro durante más de seis semanas, dijeron sus amigos, ya que su caso parecía haberse perdido entre el trabajo acumulado de las autoridades fronterizas.

"El mero hecho de no saber qué estaba pasando la volvió loca", dijo Lofving. "Apenas pudo dormir durante todo el tiempo que estuvo allí. Se levantaba por la noche llorando".

Brösche regresó a Alemania el miércoles.

"Necesitará unos días para recuperarse, pero quiere hablar cuando le hayan dado de comer y haya dormido y probablemente haya llorado un poco en brazos de su mamá", dijo Lofving.

Sielaff dijo que había viajado a Estados Unidos el 27 de enero para ver a su pareja, Lennon Tyler, una psicóloga estadounidense que vive en Las Vegas. Tres semanas después se dirigieron a Tijuana para buscar tratamiento médico para el perro de Tyler, pero cuando intentaron regresar el 18 de febrero, no pasaron el control fronterizo.

Dijo que le costó oír al agente de control fronterizo que lo interrogaba y dio una respuesta confusa. Él y Tyler dijeron que los agentes le preguntaron por su lugar de residencia, sugiriendo que había estado viviendo ilegalmente en Estados Unidos, no solo de visita, y luego se lo llevaron para interrogarlo.

Después de que Sielaff fuera conducido a una sala de interrogatorios, dijo, se le denegaron sus reiteradas peticiones de un traductor de alemán. Dijo que el informe escrito de su interrogatorio no reflejaba con exactitud lo que había dicho, ni siquiera las preguntas que le habían hecho.

"Dije que no vivía aquí y que tenía que volver a Alemania antes de los 90 días, y ni siquiera me escucharon", dijo Sielaff.

Tras más de una hora de interrogatorio, le negaron la reentrada en Estados Unidos y lo encadenaron a un banco junto con otros viajeros.

Fuera, Tyler dijo en una entrevista que también intentaba obtener respuestas de los funcionarios. En respuesta, dijo, registraron su coche y, cuando planteó objeciones, dos voluminosos agentes del ICE la detuvieron y la llevaron a una sala aparte, donde la sometieron a un humillante cacheo.

"Por primera vez en mi vida, estoy esposada", dijo. "Mientras me llevan al interior de un edificio, me retuercen los brazos".

Tras el cacheo, también la encadenaron a un banco durante un tiempo antes de soltarla, dijo, y preguntó repetidamente: "¿Por qué me detienen? ¿Es esto legal? ¿Pueden hacerle esto a un ciudadano estadounidense?".

Vio a Sielaff cuando lo llevaban al baño, y fue la última vez que lo vio en persona. Tyler ha iniciado una demanda civil por su detención, dijo su abogado.

"Lo abracé y ambos teníamos lágrimas en los ojos", dijo Tyler en una entrevista. Y le dije: "Voy a buscar un abogado. Voy a sacarte de aquí, te lo prometo".

A Sielaff lo retuvieron en el puesto fronterizo dos días más, durmiendo en un banco bajo una manta de emergencia Mylar, y luego lo trasladaron al Centro de Detención de Otay Mesa. Durante dos semanas, dijo, compartió celda con otras ocho personas y esperó en largas colas para calentar su comida en el único horno microondas que compartían más de 120 personas.

Dijo que la única forma que tenía de comunicarse con los agentes del ICE asignados a su caso era a través de una tableta electrónica compartida entre los reclusos, pero que no sabía quiénes eran esos agentes.

"Le pregunté a mucha gente si saben quién es mi agente del ICE", dijo en una entrevista. "Al final ni siquiera sé quién era".

Tyler llamó a diario a las autoridades de inmigración, contrató a abogados que también les llamaron, concedió entrevistas a los medios de comunicación y se puso en contacto repetidamente con un consulado alemán. Finalmente, la semana pasada, Sielaff consiguió la deportación voluntaria, en un vuelo que le costó 2744 dólares.

"Mi abogado dijo que les molestara hasta que lo dejaran ir", dijo Tyler. "Y eso es lo que hicimos Lucas y yo. Nos convertimos en una molestia".

Lynsey Chutel es una reportera del Times radicada en Londres que cubre noticias de última hora en África, Medio Oriente y Europa. Más de Lynsey Chutel