Embargoes and SanctionsInternational RelationsDefense and Military ForcesSecurity Council (UN)Putin, Vladimir Val-Shara, Ahmed (Abu Mohammad al-Jolani) (1982- )SyriaRussiaUnited States
Menos de dos meses después del derrocamiento de Bashar al Asad, una delegación de diplomáticos rusos llegó a Siria para iniciar las negociaciones sobre las bases de Moscú en ese país.
Había llegado el momento de arrodillarse, o al menos de inclinarse ante la realidad.
Una delegación de diplomáticos rusos llegó el martes pasado en una caravana de camionetas todoterreno blancas para asistir a una cumbre en Damasco y cumplir una tarea nada envidiable: hacer el trabajo preparatorio para que Rusia mantenga sus bases militares en Siria, menos de dos meses después de que los rebeldes derrocaran al hombre fuerte preferido de Moscú, Bashar al Asad.
Para ello, la delegación tendría que ganarse a un pueblo al que el ejército ruso había bombardeado sin piedad, ayudando a Al Asad, durante años.
Allí les esperaba Ahmed al Shara, quien había sobrevivido a una década de ataques aéreos rusos para convertirse en el nuevo líder interino de Siria. Se presentó en el palacio presidencial y encaró a los enviados del Kremlin para un ajuste de cuentas largamente esperado.
Las conversaciones que siguieron, las primeras entre Moscú y Damasco desde el final de la guerra de casi 14 años, acabaron sin resolverse. Pero representaron el inicio de unas negociaciones, que podrían prolongarse, sobre el papel que desempeñará Rusia en la Siria de la posguerra, si es que desempeña alguno, tras haber perdido su intento de mantener a Al Asad en el poder.
La reunión demostró el tipo de regateo geopolítico que ha comenzado tras la guerra civil siria, uno que tiene el potencial de rehacer el Medio Oriente. Las potencias mundiales están maniobrando para conseguir influencia, mientras los incipientes dirigentes sirios intentan ganar legitimidad, seguridad y ayuda mediante una realpolitik disciplinada e imperturbable.
"Creo que la opinión general en Damasco es: 'Los sirios no necesitamos luchar contra nadie en este momento, incluidos nuestros antiguos enemigos'", dijo Charles Lister, investigador principal del Instituto de Medio Oriente en Washington. "Así que la desescalada y el pragmatismo son los nombres del juego".
Sin embargo, fue a los rusos a quienes se pidieron concesiones. Al Shara hizo hincapié en que cualquier nueva relación con Moscú "debe abordar los errores del pasado" y pidió una compensación por la destrucción que Rusia causó, según dijo su gobierno en un comunicado.
También exigió que Moscú entregara a Al Asad y a sus principales colaboradores a la justicia, según dos funcionarios del gobierno provisional con conocimiento de la reunión.
Es casi seguro que el presidente ruso Vladimir Putin, un antiguo espía que valora la lealtad, no estaría de acuerdo. Cuando se le preguntó al día siguiente de la reunión si Al Shara había solicitado la extradición de Al Asad, el portavoz de Putin declinó hacer comentarios.
Por lo demás, Al Shara parecía sorprendentemente dispuesto a cooperar con Rusia, en contraposición a Irán, el otro aliado clave de Al Asad que las nuevas autoridades de Damasco han dicho que ya no es bienvenido en Siria.
En una entrevista concedida a la BBC a finales de diciembre, Al Shara citó las "antiguas relaciones estratégicas" de Siria con Moscú y dijo que "no tenía prisa por sacar a Rusia de Siria, como algunos imaginan".
Señaló, en otra entrevista con la televisión estatal saudí, que Rusia ha suministrado armas al ejército sirio durante décadas y proporciona expertos que dirigen las centrales eléctricas de Siria. La implicación: Damasco puede necesitar a Rusia en el futuro.
"Están absolutamente desesperados por conseguir legitimidad y apoyo internacional", dijo Lister refiriéndose a los nuevos dirigentes sirios. "Provocar cualquier ruptura internacional de gran tamaño sería lo peor que podrían plantearse hacer".
Más allá de posibles entregas de petróleo y grano por parte de Rusia, lo que Al Shara necesita es que Moscú no juegue a ser un obstáculo en su esfuerzo por reconstruir Siria y construir un gobierno, dijo Hanna Notte, analista del Centro James Martin de Estudios sobre la No Proliferación.
"Se trata de un país que ahora, políticamente hablando, se está construyendo desde las cenizas", dijo. Señaló que los rusos son miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y podrían hacer las cosas difíciles para Al Shara de muchas maneras, si decidieran no ser "políticamente benévolos".
El propio Al Shara ha señalado que Rusia es considerada el segundo ejército más poderoso del mundo, y dijo que su recién formado gobierno no estaba en condiciones de oponerse a las grandes potencias.
En la reunión, en la que Rusia estuvo representada por su principal enviado para Medio Oriente, el viceministro de Asuntos Exteriores Mikhail Bogdanov, ninguna de las partes parecía tener prisa para tomar grandes decisiones. Lo que el resto del mundo, y en particular Estados Unidos, la Unión Europea, Turquía y Arabia Saudita, exijan a los nuevos dirigentes de Siria también podría influir en el destino de Rusia.
En las últimas semanas, un aluvión de diplomáticos de esos y otros países han llegado a Damasco para reunirse con Al Shara.
Rusia quiere conservar su base naval en el Mediterráneo, en Tartús, que data de la época soviética. También pretende mantener la base aérea de Hmeimim, a las afueras de Latakia, que Moscú ha utilizado como escala y centro de suministros para operaciones expedicionarias en África. Hasta ahora, las nuevas autoridades sirias no han dicho que no, y Rusia se ha mantenido en su sitio, a pesar de haber sacado material bélico de las bases.
La retórica pragmática de Siria ha sido correspondida en Moscú.
Tras años de defender al régimen de Al Asad en el campo de batalla y en las Naciones Unidas, los dirigentes rusos han interpretado la pérdida de su viejo aliado como una victoria y han tendido una rama de olivo a las nuevas autoridades, a las que Moscú llevaba tiempo denunciando como terroristas.
"Yo lo llamaría oportunismo improvisado", dijo Notte. "Es un giro bastante notable".
Putin, en diciembre, en su conferencia de prensa anual, dijo que Rusia había ganado, en lugar de perder, en Siria, porque Moscú había impedido que el país se convirtiera en un enclave terrorista. Dijo que ni siquiera había visto todavía a Al Asad, aunque se comprometió a reunirse con él en algún momento. No está claro si se han reunido desde entonces.
El dirigente ruso ofreció utilizar las bases rusas para entregar ayuda humanitaria al pueblo sirio, que solo unas semanas antes había estado soportando los ataques aéreos rusos.
Dijo que mantendría la presencia rusa allí solo si los intereses de Moscú coincidían con los de las fuerzas políticas que habían tomado el control.
En las Naciones Unidas, el embajador ruso, Vasily Nebenzya, dijo en enero que esas fuerzas se estaban "comportando de forma bastante competente". La amistad entre Rusia y Siria, subrayó, "no está relacionada con ningún régimen".
El traje azul marino y la corbata que llevaba Al Shara en la reunión con los enviados rusos contradecían su pasado como combatiente de Al Qaeda convertido en líder rebelde islamista. Lo mismo ocurría con su retórica sin enfrentamientos en el periodo previo a las conversaciones y su declarada voluntad de hacer las paces con antiguos enemigos, incluido Estados Unidos.
Al Shara recibió a una delegación del Departamento de Estado en diciembre, a pesar de haber pasado un tiempo en Irak encarcelado por las fuerzas estadounidenses y de haber sido designado terrorista por el gobierno estadounidense con una recompensa de 10 millones de dólares. (Washington retiró la recompensa después de las conversaciones).
Al Shara necesita tanto que Estados Unidos retire sus sanciones como el apoyo de Washington en el Consejo de Seguridad, para que Siria pueda iniciar una recuperación económica y acceder a la ayuda internacional.
Además, Estados Unidos sigue teniendo soldados sobre el terreno, respaldando a las fuerzas dirigidas por los kurdos en el noreste de Siria, que Al Shara no controla. Él ha manifestado su deseo de mantener íntegro el país, lo que incluiría ese territorio, donde Washington respaldó a las fuerzas locales para destruir al Estado Islámico.
Funcionarios europeos han visitado Damasco y han ofrecido una vía para retirar las sanciones, pero han dejado claro que desaprobarían que se mantenga una presencia militar rusa en el país.
No está claro cómo abordará la cuestión el gobierno de Trump. En diciembre, al caer el régimen de Al Asad, Trump dijo en las redes sociales que la guerra en Siria "no era nuestra lucha" y que Estados Unidos no debía tener nada que ver con ella.
La cuestión del destino de Al Asad se suma a la delicada naturaleza de las negociaciones entre Moscú y Damasco.
Al Shara sigue intentando establecer su legitimidad entre el pueblo sirio y los grupos sirios dispares, y cerrar un acuerdo con Rusia mientras este país da cobijo al hombre fuerte que mató a tantos sirios podría socavar su posición. Esa es una de las razones por las que retrasar cualquier compromiso con Moscú podría tener sentido.
Lister describió la petición de Al Asad como una exigencia de apertura maximalista, característica de las primeras fases de las negociaciones.
"Eso da en el blanco en cuanto a establecer el principio: 'Puede que hoy estemos dispuestos a ser pragmáticos, pero no hemos olvidado la historia'", dijo Lister. "La complicidad de Rusia en todo tipo de crímenes de guerra en Siria no es algo que los sirios vayan a olvidar pronto".
Dentro de Siria, Al Shara sigue persiguiendo a los restos de las fuerzas del régimen de Al Asad para consolidar su control. Moscú podría dificultar esa tarea.
Aunque la pérdida de las bases en Siria mermaría el poder de Rusia en la región, Moscú tiene potencialmente otras opciones. El respaldo del Kremlin al líder militar del este de Libia podría ofrecer una ubicación alternativa para una base naval rusa en el Mediterráneo. Rusia ya ha estado utilizando bases aéreas libias para realizar vuelos.
Es posible que la situación de las bases rusas en Siria no se resuelva pronto.
"Creo que a ambas partes les beneficia retrasar las negociaciones sobre el destino de las bases", dijo Anton Mardasov, experto en asuntos militares rusos enfocado en Siria. "Moscú puede así preservar su imagen, puesto que ya ha conseguido aguantar todo lo posible y no marcharse inmediatamente después de la caída del régimen de Al Asad, y Damasco puede por ahora negociar que se retiren las sanciones".
Paul Sonne es un corresponsal internacional que se enfoca en Rusia y las diversas repercusiones de la política interior y exterior del presidente Vladimir Putin, con especial atención a la guerra contra Ucrania. Más de Paul Sonne
Christina Goldbaum es la jefa del buró de Afganistán y Pakistán del Times, y dirige la cobertura de la región. Más de Christina Goldbaum