Bill Gates reflexiona sobre pasado, presente y futuro

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Mientras más envejece, más se sorprende Bill Gates de los giros que da el mundo.

Por ejemplo, los multimillonarios. Ahora hay muchos de la industria tecnológica, bastantes con políticas que se inclinan enérgicamente hacia la derecha.

"Siempre he pensado que Silicon Valley era de centro-izquierda", dijo Gates. "El hecho de que ahora haya un grupo considerable de centro-derecha me sorprende".

O la evolución de la tecnología en las décadas que han pasado desde que fundó Microsoft y la convirtió en una de las empresas más valiosas del mundo.

"Han pasado cosas increíbles gracias al intercambio de información en internet", dijo Gates. Eso ya lo esperaba. Pero en cuanto llegaron las empresas de redes sociales como Facebook y Twitter, "aparecen males que, debo decir, no predije".

¿Divisionismo político acelerado por la tecnología? "No predije que eso ocurriría", dijo. ¿La tecnología siendo usada como arma contra los intereses colectivos? "No lo predije", afirmó.

Gates es un tecnooptimista, pero tiene sus límites, como las criptomonedas. ¿Tienen alguna utilidad?

"Ninguna", dijo. "Hay gente con alto coeficiente intelectual que se ha engañado a sí misma con eso".

Incluso la inteligencia artificial, de la que Gates ha hablado con entusiasmo y en la que Microsoft ha invertido considerablemente, le genera algunas dudas. "Ahora tenemos que preocuparnos por que la gente mala utilice IA", dijo. (The New York Times demandó a Microsoft y a OpenAI, acusándolos de infringir derechos de autor; las dos empresas han negado esas acusaciones).

Gates, quien este año cumple 70 años, dedica mucho tiempo a la reflexión esos días. En febrero publicará Código fuente: Mis inicios, en el que examina su infancia. El libro, el primero de tres volúmenes de memorias previstos, lleva al menos una década en preparación, pero llega en un momento inusual en el que los multimillonarios de la tecnología se han desatado. Elon Musk, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg… su éxito les ha dado un poder que utilizan con entusiasmo, incluso con regocijo, de maneras divisivas.

Hace treinta años, Gates creó el modelo del multimillonario tecnológico desafiante. En la década de 1990, Microsoft proporcionaba el sistema operativo para las computadoras personales que cada vez estaban más presentes en todos los hogares y oficinas, y la empresa tenía grandes planes para una cosa nueva a la que llamaban "la red". Gates y su empresa eran vistos como poderosos, despiadados y omnipresentes. Silicon Valley estaba aterrorizado, e incluso los reguladores se alarmaron y demandaron a Microsoft.

El sentimiento anti-Microsoft en la cultura popular alcanzó su punto máximo con Conspiración en la red, una película de 2001 sobre un director ejecutivo de una empresa tecnológica que asesina personas en su búsqueda de la dominación mundial. Los críticos destacaron las alusiones a Gates, aunque en general destrozaron la película.

La ira hace tiempo que pasó, y Gates no recuerda Conspiración en la red. Entre los multimillonarios que despiertan emociones fuertes, dijo con una pizca de alivio: "No soy de los primeros de la lista. Los titanes tecnológicos de hoy provocarían una reacción negativa más fuerte".

Gates es un contrapeso para los magnates que aparecen en las noticias. "No tenemos un club", dijo. "Tampoco tenemos consenso. Reid Hoffman" --cofundador de LinkedIn, miembro del consejo de Microsoft y firme partidario de la exvicepresidenta Kamala Harris-- "es multimillonario. Puedes pedirle su punto de vista. Estará encantado de criticar".

Hoffman, quien el Times informó en noviembre que estaba considerando la posibilidad de abandonar Estados Unidos tras la derrota de Harris en las elecciones, no respondió a los correos electrónicos en los que se le pedía su punto de vista. Pero muchos otros en Silicon Valley están observando la transformación de los multimillonarios en potenciales jefes supremos con horrorizada fascinación.

"Por aquí es un constante tema de deprimente conversación", dijo Paul Saffo, un veterano pronosticador tecnológico. "El consenso es que Bill Gates parece un santo comparado con el horror que se avecina".

Cuando hablamos hace unas semanas, Gates se encontraba sentado al otro lado de una mesa de oficina en una suite alquilada en Indian Wells, California, junto a la ciudad turística de Palm Springs. ¿Por qué estábamos aquí? Hacía frío en Seattle, que sigue siendo el hogar de Gates cuando no está de viaje. Era motivo suficiente.

A pesar de haber donado muchos miles de millones de dólares a la Fundación Gates, su coloso filantrópico, Gates sigue siendo la duodécima persona más rica del mundo, con un patrimonio personal de más de 100.000 millones de dólares, de acuerdo con Forbes. Pero no es musculoso, no tiene su propia flota de cohetes y parece ansioso por aclarar que no tiene todas las respuestas.

Después de nuestra conversación, Gates iba al funeral del presidente Carter. El presidente Carter fue una inspiración y un socio; la fundación de Gates se convirtió en un gran financiador del Centro Carter.

En algunos aspectos, se parecían. Gates y Carter tuvieron cada uno dos carreras distintas que se desarrollaron ante la opinión pública durante años. Después de que Carter fuera presidente, pasó más de 40 años haciendo obras de bien en su país y en el extranjero. Ese segundo acto tendió a ser visto de manera más favorable que el primero.

Lo mismo ocurrió con Gates, aunque su divorcio de Melinda French Gates en 2021 supuso un duro revés para su reputación. También tuvo una relación mal vista con el financiero caído en desgracia Jeffrey Epstein.

"En India, Japón y China, el sueño americano es algo muy valorado, y yo soy una especie de ejemplo", dijo Gates. "Y luego hay gente que piensa que no debería haber multimillonarios. Hay gente que cree que uso vacunas para matar niños. Hay toda una gama de opiniones".

¿Deberían ser ilegales los multimillonarios?

Gates es lo opuesto al multimillonario solitario que se oculta en su mansión. Hace poco estrenó su segunda serie en Netflix, titulada ¿Y ahora qué? El futuro según Bill Gates.

El cuarto de los cinco episodios, "¿Se puede ser demasiado rico?", hizo que la gente, incluyendo al senador Bernie Sanders, socialista demócrata de Vermont, dijera que definitivamente sí. Fue una forma suave pero real de autocrítica a la que pocos multimillonarios se someterían.

Sin embargo, trabajar en el programa no le hizo cambiar de opinión. "¿Deberíamos ilegalizar a los multimillonarios?" preguntó Gates. "Mi respuesta a eso, y puedes decir que soy parcial, es no".

Pero él está a favor de un sistema fiscal más progresivo. Todos los años suma los impuestos que ha pagado a lo largo de su vida. Calcula que ha pagado 14.000 millones de dólares, "sin contar el impuesto sobre las ventas".

Con un sistema mejor, calcula, habría pagado 40.000 millones de dólares. Estrenado en septiembre, "¿Se puede ser demasiado rico?" ya parece pertenecer a otra época. La respuesta a la pregunta de Gates, en un gobierno formado por multimillonarios, es no.

Gates intenta ser apolítico, pero consideró que las consecuencias de las elecciones de 2024 eran tan importantes que se implicó financieramente por primera vez. Dio 50 millones de dólares a Future Forward, el principal grupo externo de recaudación de fondos que apoyaba a Harris, según informó el Times en octubre. No habló públicamente de eso entonces, y no lo hará ahora.

Después de nuestra conversación, se supo que tuvo una cena de tres horas con el entonces presidente electo, Donald Trump, sobre los retos de salud del mundo, como el VIH y la poliomielitis. "Mostró mucho interés en los temas que le planteé", declaró Gates a The Wall Street Journal.

Esta semana, el gobierno de Trump creó confusión sobre si dejaría de distribuir medicamentos contra el VIH adquiridos con ayuda estadounidense. Una portavoz de Gates declinó hacer comentarios.

"Me involucraré con este gobierno tal como lo hice con el primer gobierno de Trump, lo mejor que pueda", dijo Gates en nuestra entrevista.

Un reto para sus padres

Haber escrito una autobiografía es otra forma en la que Gates se diferencia de sus iguales, de los que pocos parecen tan introspectivos. Su infancia, en un enclave de clase alta de Seattle en la década de 1960 e inicios de la de 1970, no es intrínsecamente dramática.

"Mucha gente cuenta que tuvo una infancia muy dura y que en parte por eso son tan competitivos", dijo. "Yo no tengo eso".

Lo que sí tuvo fue a su madre, Mary Gates. Ella tuvo un notable éxito en una época en la que la sociedad instaba a la mayoría de las mujeres de clase alta a quedarse en casa. Fue la primera mujer presidenta del capítulo de United Way del condado de King, y más tarde formó parte del consejo de United Way of America; en 1983, fue la primera mujer que lo dirigió.

"Era casi demasiado intensa para mí", comentó Gates. Su padre, un abogado, era más distante, pero se vio involucrado en la lucha de voluntades.

Hubo un periodo en el que Bill --estaba en sexto grado-- era increíblemente difícil. "Podía pasar días sin hablar, saliendo de mi habitación solo para comer e ir a la escuela", escribe en Código fuente. "Me llamabas para cenar, te ignoraba. Que recoja mi ropa, nop. Que limpie la mesa… nada".

"Los estaba provocando", dijo en nuestra entrevista. "No creía que tuvieran ninguna lógica de por qué tenía que mostrarles respeto. Mi madre era bastante insistente con lo de 'Come de esta manera', y 'Ten estos modales', y 'Si vas a usar kétchup tienes que poner el kétchup en un tazón y tienes que poner el tazón aquí'. Ella me consideraba muy descuidado. Porque lo era".

El punto no era el kétchup, por supuesto. "No tenía ningún sentimiento negativo hacia ella, pero podía fingir que no me importaba lo que decía de una forma que sin duda la irritaba", dijo. "¿Qué intentaba demostrar yo?"

Los padres en esa época no podían estar al tanto de todo lo que hacían sus hijos si estos estaban decididos. Su hermana Kristi, recuerda, "era cautelosa sobre lo que podría salir mal. Mientras que yo decía, 'bueno, ¿qué podría salir mal?'" Bill pasaba gran parte de su tiempo programando, a menudo escapándose por la noche.

Entonces algo sí salió mal, al final de su penúltimo año de bachillerato. Su mejor amigo, Kent, estaba escalando una montaña, se cayó y murió.

"Era Kent siendo un pensador independiente, poniendo a prueba sus límites", dijo Gates. "Sus padres se preocupaban por él y no tenía una coordinación natural. Y, sin embargo, parecía disfrutarlo y no se interpusieron en su camino".

Lo que Gates aprendió de la tragedia fue que la vida puede ser injustamente mala e injustamente buena. Él tuvo mucha suerte; Kent tuvo muy mala suerte.

Gates dijo que si se diagnosticara a su yo adolescente ahora, probablemente le dirían que estaba dentro del espectro autista. Quizá su madre comprendió intuitivamente lo que necesitaba. "Yo quería superar sus expectativas", dijo. "Ella era muy buena para siempre subir el nivel".

Subir de nivel es lo que hizo de manera consistente cuando él y su amigo Paul Allen fundaron una empresa en Albuquerque en 1975 para producir software para la Altair 8800, una rudimentaria computadora personal. Gates apenas había dejado atrás la adolescencia. Pronto trasladó la incipiente operación a la zona de Seattle, más cerca de su madre.

Stewart Alsop cubrió a Gates cuando era editor de InfoWorld, una influyente revista tecnológica de la época. "Bill concedía el privilegio de cenar con él a solas en Seattle cada seis meses; el precio siempre era proponer algo que él no hubiera pensado," comentó Alsop. Eso era fácil, pues "le costaba ver el mundo fuera de su vida".

Si Gates está en el espectro, ahora piensa que eso dio una ventaja a Microsoft. "No creía en los fines de semana; no creía en las vacaciones", dijo una vez. Se aprendió los números de las placas de los autos de sus empleados para poder ver si intentaban irse a casa. Fue un modelo para miles de empresas tecnológicas emergentes que vendrían después.

Cuesta abajo

Código fuente termina con el inicio de Microsoft. Las hojas de cálculo, las bases de datos y los procesadores de texto eran herramientas primitivas, pero los usuarios obtenían una ventaja en términos de productividad. El futuro sería mejor. "Realmente no veíamos muchos inconvenientes", dijo Gates.

Mantuvo su optimismo durante mucho tiempo. En 2017, reseñó el libro Homo Deus, del filósofo israelí Yuval Noah Harari. Gates no estaba de acuerdo con la advertencia del autor sobre un futuro potencial en el que la élite mejora a través de la tecnología y se deja que las masas se pudran. "Este futuro no está predestinado", escribió Gates.

Ahora está leyendo el libro más reciente de Harari. Nexus: una breve historia de las redes de información desde la Edad de Piedra hasta la IA es un análisis crítico de nuestra dependencia de la tecnología.

"Cada teléfono inteligente contiene más información que la antigua Biblioteca de Alejandría y permite a su propietario conectarse instantáneamente con miles de millones de personas de todo el mundo", escribe Harari. "Sin embargo, con toda esta información circulando a velocidades asombrosas, la humanidad está más cerca que nunca de aniquilarse a sí misma".

Gates se tomó Nexus como algo personal. Harari "se burla de la gente como yo, que veía más información siempre como algo bueno", dijo Gates. "Básicamente diría que él tiene razón y yo estaba equivocado".

(Harari no estaba disponible para hacer comentarios porque se encontraba en un curso de meditación).

Que quede claro: Gates no se está disculpando. Sigue creyendo en el poder y la bondad de la tecnología. Pero por mucho que se resistiera a ellas al principio, es evidente que las lecciones de su madre siguen con él. Cuida tus modales. Intenta hacer el bien. E intenta no dejarte llevar.

Como multimillonario, los demás te confieren enormes poderes, dijo Gates. Como tienes éxito en una esfera, reflexionó, "creen que eres bueno en muchas cosas en las que no lo eres".

Eso casi sonó como una advertencia

David Streitfeld escribe sobre tecnología, sobre quienes la fabrican y cómo afecta al mundo que les rodea. Vive en San Francisco. Más de David Streitfeld

(Alex Welsh/The New York Times)

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