Han Kang (1970- )Books and LiteratureWriting and WritersPolitics and GovernmentNobel PrizesContent Type: Personal ProfileGwangju (South Korea)Jeju Island (South Korea)South Korea
En la última novela de Han Kang, un personaje se corta la punta de dos dedos en un accidente de carpintería. Los cirujanos se los vuelven a unir, pero el tratamiento es espantoso y agonizante. Cada tres minutos, durante semanas, una cuidadora hunde sin emoción y con cuidado agujas en las suturas de cada dedo, extrayendo sangre, para evitar que las puntas se pudran.
"Tienen que seguir sangrando y tengo que sentir el dolor", cuenta la paciente a una amiga. "De lo contrario, las terminaciones nerviosas podrían dañarse para siempre".
En su ficción, Han ha sondeado las suturas de las heridas históricas de su país. Ha escarbado en dos de los episodios más oscuros de Corea del Sur: la masacre de 1980 en la ciudad de Gwangju, que aplastó un movimiento prodemocrático, y un capítulo anterior, aún más mortífero, en la isla de Jeju, en el que murieron decenas de miles de personas.
Han ha atraído a un público más amplio, tanto en su país como en el extranjero, desde que se le concedió el Premio Nobel de Literatura en octubre. Esta semana se publica en Estados Unidos una traducción al inglés de la novela ambientada en Jeju, We Do Not Part (Imposible decir adiós, en español), más de tres años después de su publicación en coreano.
Sus trabajos sobre el pasado autoritario de Corea del Sur han parecido aún más relevantes desde diciembre, cuando el presidente impuso brevemente la ley marcial. Desde entonces ha sido destituido y detenido.
Han, que ha evitado en gran medida la atención pública desde que recibió el Nobel, dijo en una entrevista inusual que seguía reflexionando sobre los recientes acontecimientos. En sus libros, dijo, nunca fue su intención pasar de un capítulo trágico de la historia moderna de Corea a otro.
Pero tras la publicación en 2014 de Human Acts (Actos humanos, en español), la novela sobre Gwangju, Han fue invadida por una pesadilla. Tratar de dar sentido a sus inquietantes imágenes --miles de troncos de árboles oscuros y amenazadores sobre una colina cubierta de nieve mientras el mar se adentra en ella-- la llevó a Jeju, una isla meridional de aguas color aguamarina, ahora conocida sobre todo como destino turístico.
Fue allí donde entre 1947 y 1954, tras un levantamiento, unas 30.000 personas fueron asesinadas por policías, soldados y vigilantes anticomunistas, con el respaldo tácito del ejército estadounidense. Aproximadamente un tercio de las víctimas eran mujeres, niños o ancianos.
En Imposible decir adiós, la protagonista, Gyeongha, una escritora atormentada por una pesadilla recurrente tras publicar un libro sobre una ciudad llamada "G--", se abre camino a través de la espesa nieve que envuelve Jeju, en un viaje que la lleva a revelar información sobre varias generaciones de una familia afectada por la masacre.
Han dijo que escribir sobre encuentros profundamente individuales con algunos de los momentos más dolorosos de Corea del Sur la hizo sentirse profundamente conectada con las experiencias de las víctimas de atrocidades en todas partes, y con quien nunca deja de recordarlas.
"Es dolor y es sangre, pero es la corriente de la vida, que conecta la parte que podría dejarse morir y la parte que está viva", dijo en coreano en una videollamada desde su casa de Seúl. "Conectando los recuerdos muertos y el presente vivo, para de ese modo no permitir que nada muera. No se trata solo de la historia coreana, pensé, sino de toda la humanidad".
Theresa Phung, directora general de Yu & Me Books, en el barrio chino de Manhattan, dijo que en la tienda se había observado un nivel de entusiasmo por las obras de Han, junto con un aumento de las ventas, que no siempre ocurre después de un Nobel.
"Uno de sus rasgos más impresionantes es su capacidad para tomar escenarios y contextos culturales muy concretos y trasladarte a ese momento, pero es muy consciente de que esos momentos hiperespecíficos son repeticiones de la historia", dijo Phung. "Tanto si estás leyendo sobre lo que ocurre en Gwangju como alrededor de una mesa, son vidas que se ven en todas partes y problemas que se ven en todas partes".
Nacida en Gwangju de padre novelista, Han pasó un par de años al principio de su carrera como reportera de una revista, mientras trabajaba también en su poesía y sus relatos cortos. Mientras intentaba escribir su primera novela a los 26 años, alquiló una modesta habitación en Jeju, con vistas al mar, propiedad de una anciana que vivía en el piso de abajo.
Un día, durante un paseo hasta la oficina de correos, su casera señaló un muro de cemento cerca de un almez en el centro del pueblo y dijo con naturalidad: "Aquí es donde le dispararon y mataron a la gente aquel invierno".
Ese recuerdo volvió a Han cuando se esforzaba por comprender sus inquietantes sueños, hasta que llegó a darse cuenta de que tenían que ver con el tiempo y la memoria, dijo.
"Surgen así, de la nada", dijo. "En efecto, todo el mundo en Jeju es un superviviente, un testigo y un familiar en duelo".
Han, de 54 años, fue aclamada por primera vez entre los lectores de habla inglesa en 2016 con su novela The Vegetarian (La Vegetariana, en español). Su lenguaje fascinante y su relato inquebrantable sobre la rebelión silenciosa de un ama de casa contra la violencia y el patriarcado cautivaron a lectores de todo el mundo, y le valieron el premio internacional Booker de ficción de ese año. Sus obras se han traducido a 28 idiomas. La última, Imposible decir adiós, fue traducida al inglés por e. yaewon y Paige Aniyah Morris.
En Corea del Sur, Han era una escritora consagrada de poesía, relatos cortos y novelas desde hacía más de dos décadas. Pero su éxito mundial amplió su círculo de lectores en su país, donde su hábil relato de Gwangju --momento fundacional de la democracia surcoreana-- la incluyó en una lista negra de autores y otras figuras culturales.
Han habla, como en sus libros, con la disciplina de una poeta, eligiendo cada palabra y frase con reflexión y cuidado. Kim Seon-young, quien editó la versión coreana de Actos humanos y desde entonces se ha convertido en su amiga, recuerda que Han le dijo una vez en broma que si su avión se estrellaba, Kim tenía prohibido cambiar una sílaba sobre la que hubieran discrepado, aunque la gramática fuera ligeramente incorrecta.
El Nobel de Han, el primero para una autora surcoreana, se ha celebrado como una hazaña olímpica, mientras sus libros se agotan, pancartas gigantes en todo el país la felicitan y multitudes de cámaras de televisión acuden a la librería de barrio de Seúl que había regentado discretamente durante seis años. Su hijo, que tiene unos 20 años, se sintió tan acosado por la atención que le pidió que no lo mencionara en las entrevistas, dijo.
Desde que recibió el premio, intenta volver a su tranquila vida de escritora, en la que pasa la mayor parte del tiempo en una habitación iluminada por el sol y con vigas de madera que da a un pequeño patio. Dijo que caía un poco de nieve, que espolvoreaba las flores silvestres que plantó el año pasado y que habían florecido de blanco antes de marchitarse por la ola de frío.
"Poder pasear libremente y observar cómo vive la gente, bajo cierto anonimato, libre para escribir sin cargas, ese es el mejor entorno para un escritor", dijo Han.
El Nobel se produjo durante otro periodo tumultuoso para Corea del Sur, que aún no ha llegado a su fin, y que en un momento dado pareció que podría desembocar en un derramamiento de sangre. Dos días antes de que Han viajara a Suecia para asistir a la ceremonia, el presidente Yoon Suk Yeol declaró la ley marcial y envió soldados armados a la Asamblea Nacional, algo que no había ocurrido desde la época de la masacre de Gwangju.
Han dijo que observó el desarrollo de los acontecimientos, en vilo, hasta que la Asamblea Nacional revocó el decreto de ley marcial a primeras horas de la mañana.
"Los recuerdos del 79 y el 80, tanto si lo vivieron directa como indirectamente, sabían que no debía repetirse, y por eso salieron a la calle en plena noche", dijo, refiriéndose a los legisladores y manifestantes que se resistieron al decreto de Yoon. "De ese modo, el pasado y el presente están conectados".
Victoria Kim es una reportera radicada en Seúl y se dedica a cubrir noticias de última hora en todo el mundo. Más de Victoria Kim
Han Kang in 2016. Ms. Kang, who received the Nobel Prize in Literature last year, has written books about two of South Korea's darkest moments. (Jean Chung/The New York Times)