Qué es el síndrome de Alpers, la rara enfermedad que afectó al príncipe Federico de Luxemburgo

Esta condición genética, que afecta al cerebro y el hígado, fue la causa de la muerte del joven de 22 años, quien vivió con esta afección desde su adolescencia

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El príncipe Federico de Luxemburgo
El príncipe Federico de Luxemburgo falleció a los 22 años tras una lucha contra el síndrome de Alpers (Instagram / @royalsofluxembourg)

La noticia de la muerte del príncipe Federico de Luxemburgo, hijo menor del príncipe Roberto y primo del gran duque Enrique, impactó completamente, no solo a la familia real, sino también al mundo entero. El joven de 22 años estaba combatiendo contra el síndrome de Alpers, una enfermedad metabólica extremadamente rara que le fue diagnosticada a los 14. Este trastorno, de origen genético, afecta principalmente al cerebro y al hígado, y suele tener un desenlace fatal.

Su muerte puso en el foco público, una enfermedad poco conocida pero de gran impacto. Según detalló la familia real en un comunicado, el síndrome de Alpers marcó profundamente la vida de Federico desde su diagnóstico, limitando sus capacidades físicas y cognitivas hasta su muerte prematura.

¿Qué es el síndrome de Alpers?

El síndrome de Alpers es una enfermedad neurodegenerativa de origen genético que afecta principalmente a niños pequeños, aunque también puede manifestarse en edades más avanzadas. Este trastorno está relacionado con mutaciones en el gen POLG, que desempeña un papel esencial en la replicación del ADN mitocondrial. Las mitocondrias, conocidas como las “centrales energéticas” de las células, son responsables de producir la energía necesaria para el funcionamiento de los órganos, especialmente aquellos con alta demanda energética, como el cerebro y el hígado.

De acuerdo con la United Mitochondrial Disease Foundation (UMDF), el síndrome de Alpers afecta aproximadamente a 1 de cada 40.000 personas. La enfermedad se hereda de manera autosómica recesiva, lo que significa que ambos progenitores deben ser portadores del gen mutado para que el trastorno se manifieste en sus hijos.

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La enfermedad afecta a 1 de cada 40.000 personas y se hereda de manera autosómica recesiva (Future Clinic)

Síntomas y progresión de la enfermedad

El síndrome de Alpers suele comenzar a manifestarse entre los 2 y 4 años de edad, aunque en algunos casos, como el del príncipe Federico, los síntomas pueden aparecer más tarde. Los pacientes suelen presentar un desarrollo normal durante los primeros años de vida, pero la enfermedad progresa rápidamente, causando un deterioro severo en múltiples sistemas del cuerpo.

Entre los síntomas más comunes se encuentran:

  • Crisis epilépticas: las convulsiones suelen ser uno de los primeros signos de la enfermedad y, en muchos casos, son difíciles de controlar con medicamentos.
  • Deterioro cognitivo: los pacientes experimentan una pérdida progresiva de habilidades cognitivas, como el lenguaje y la memoria.
  • Hepatopatía: la disfunción hepática es una característica clave del síndrome de Alpers, que puede derivar en insuficiencia hepática.
  • Alteraciones motoras: rigidez, temblores y pérdida del control motor son comunes en las etapas avanzadas de la enfermedad.
  • Pérdida de visión: en algunos casos, los pacientes desarrollan problemas visuales graves debido al daño cerebral.

La progresión de la enfermedad varía entre los pacientes, pero generalmente conduce a una discapacidad severa y a la dependencia total para las actividades diarias. Según la UMDF, muchas personas con esta condición sobreviven menos de cuatro años después de la aparición de los primeros síntomas.

Diagnóstico y desafíos

El diagnóstico del síndrome de Alpers puede ser complicado debido a la rareza de la enfermedad y a la similitud de sus síntomas con los de otros trastornos neurodegenerativos. Los médicos suelen recurrir a una combinación de evaluaciones clínicas, pruebas genéticas y estudios de imagen para confirmar el diagnóstico.

  • Evaluación clínica: los médicos observan los síntomas característicos, como las convulsiones y la disfunción hepática.
  • Pruebas genéticas: Lla identificación de mutaciones en el gen POLG es clave para confirmar el diagnóstico. Estas pruebas también permiten detectar a los portadores del gen mutado.
  • Exámenes de función hepática: los análisis de sangre pueden revelar anomalías en las enzimas hepáticas, lo que indica daño en el hígado.
  • Imágenes cerebrales: las resonancias magnéticas pueden mostrar signos de atrofia cerebral, una característica común en las etapas avanzadas de la enfermedad.

Cómo tratarlo

Actualmente, no existe una cura para el síndrome de Alpers. El tratamiento se centra en aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida de los pacientes.

  • Control de las crisis epilépticas: los medicamentos antiepilépticos se utilizan para manejar las convulsiones, aunque su eficacia es limitada en muchos casos.
  • Soporte hepático y nutricional: los pacientes suelen requerir una dieta especializada y cuidados específicos para manejar la insuficiencia hepática. En casos graves, puede considerarse un trasplante de hígado.
  • Terapias físicas y ocupacionales: estas terapias ayudan a los pacientes a mantener la movilidad y a adaptarse a las limitaciones físicas.

A pesar de los avances en el manejo de los síntomas, el pronóstico a largo plazo sigue siendo desfavorable. La enfermedad es progresiva y, en la mayoría de los casos, lleva a la muerte prematura.