
Luego de una vida dura en su natal Francia, Flora Tristán, una de las fundadoras del movimiento feminista en el Perú, se vio obligada a venir a nuestro país en busca de lo que ella creía era su propio destino.
Sin embargo, las circunstancias y el destino mismo se encargarían de darle un nuevo propósito en la tierra que vio nacer a su padre, uno que no se preocupó nunca por ella ni su familia.
Nacimiento

Bajo el nombre Flore Célestine Thérèse Henriette Tristán Moscoso Laisnay, la escritora nació un 7 de abril de 1803 en París, Francia. Sus padres fueron el peruano Mariano Eusebio Tristán y Moscoso y la francesa Anne Pierre Laisnay.
La pareja se conoció en Bilbao (España), se casó, pero por alguna razón no conocida, Mariano no reconoció legalmente a Flora. Aun así, los primeros años de la niña fueron a todo lujo, pues su casa era visitada por grandes personajes de la época, como el mismo Simón Bolívar. Y es que su padre compartía los orígenes criollos y vascos con el que sería uno de los principales libertadores del Perú.
Caídas en desgracia social, tanto Flora como su madre se vieron obligadas a vivir en un barrio marginal de la capital francesa, cerca de la Place Maubert. Aquí vivieron en duras condiciones por varios años.
¿Cambió de suerte?

Cuando Flora ya contaba con 16 años, entró a trabajar como colorista en el taller de litografía de André Chazal. No pasó mucho para que, con 17 años, contrajera matrimonio con el artista un 3 de febrero de 1821.
De la unión, salieron tres hijos: uno que murió muy pequeño, otro que fue llamado Ernesto, y la última, nacida en 1825, fue nombrada Aline Marie. Más adelante esta niña se convertiría en la madre del famosísimo pintor posimpresionista Paul Gauguin.
Es así que con tan solo 22 años, Tristán no soporta más y huye llevando con ella a sus dos hijos, dando origen al mote que tanto le gustaba para ella misma. Y es que debido a su condición de hijo natural, pero sin derechos, primero, y ahora de esposa separada, ahora su condición era la de ‘paria’.
Tras esto, Chazal no se daría por vencido tan fácilmente y la persiguió por toda Francia hasta que logró dar con su paradero. Para llevar la fiesta en paz con el violento esposo, Flora llegó a un acuerdo judicial con Chazal. Él se haría cargo de Ernesto, mientras que ella conservaba a Aline.
Primer contacto con el Perú
Durante esos años, la mujer se vio obligada a trabajar en todo lo que pudiera para mantenerse con la pequeña. Hasta de sirvienta de una familia inglesa.
Fue gracias al capitán Chabrié, en 1829, que Flora le puso escribir una carta contándole todas las penurias que pasaba en su país natal. Y gracias también a la ayuda de Pedro Mariano de Goyeneche, pariente de los Tristán, que la sufrida mujer pudo viajar al Perú en 1833. Su idea principal era cobrar su herencia y volver a tener el sitial que la esperaba de vuelta en la alta sociedad. Pero la vida le volvería a dar un duro golpe.
Largo tiempo

Como si fuera un capricho más del destino, el día del zarpe fue programado para el 7 de abril de 1833. Justo el día en el que cumplía 30 años. Con las pocas pertenencias que tenía, Flora se embarcó, en el Le Mexican, que era propiedad del capitán Chabrié. Antes, ya había dejado a la pequeña Aline Marie en un hospicio para menores y, desde el puerto de Burdeos partió al Perú.
Instalada ya en la ‘Ciudad Blanca’, pidió a su tío Juan Pío en todos los idiomas posibles que le diera la parte de la herencia que le correspondía. Pero, a pesar de tratarla como ‘sobrina querida’, el hombre se negó a entregarle algo. Su principal excusa fue que no existía documento alguno que probara legalmente que ella era la hija legítima de Mariano, su hermano.
Solo atinó a entregarle una pensión mensual durante los ocho meses que estuvo instalada en Arequipa. Cansada de rogarle lo que le pertenecía, Flora decidió dirigirse a la capital del Perú, Lima.
Vida limeña

Una vez allí, el cónsul francés le dio una mano hospedándola en un hotel. Mientras Flora estaba de paso, hasta su hospedaje fue a buscarla Manuela de Tristán, esposa de su tío Domingo Tristán Moscoso, quien se enteró que su sobrina europea estaba en el país.
Además, introdujo a Flora a la vida social limeña y la llevó a conocer las iglesias, conventos, paseos, alamedas, las pampas de Amancaes, las casas de las familias notables y los balnearios. Lo que hoy diríamos, la hizo de guía turística.
Todas las impresiones que se llevó Tristán están plasmadas en su libro “Peregrinaciones de una paria” publicado en París en 1838.
Hasta que un 14 de noviembre de 1844, cuando solo tenía 41 años, Tristán dejó de existir víctima del Tifus. Su cuerpo, debilitado por tan terrible enfermedad, también llevaba una bala en su pecho. Este proyectil había sido disparado por Chazal en venganza por haber expuesto su vida de maltratador.
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