
En los próximos días, la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol (UEFA) se enfrentará a una prueba decisiva para su independencia e integridad. Hay informes que indican que el Comité Ejecutivo de la UEFA podría votar la suspensión de Israel de todas las competiciones de fútbol europeas, una medida promovida por una pequeña pero ruidosa campaña de activistas y “expertos” designados por la ONU. Tal decisión no solo destrozaría las carreras y los sueños de los atletas y aficionados israelíes, sino que también marcaría el momento en que el deporte más querido de Europa sería descaradamente secuestrado con fines políticos.
Para que quede claro: esta campaña no se trata de fútbol. Es una pieza clave en una guerra global para demonizar y guetificar al único Estado judío del mundo. No sorprende que el llamado a expulsar a los israelíes sea aplaudido por terroristas de Hamas, ONG antiisraelíes y antisemitas de todo el mundo. Según múltiples informes, el abultado poder adquisitivo de Qatar es un factor clave para agregar al deporte como otro escenario desde el cual demonizar a Israel y a los israelíes.
Ceder a tal presión y expulsar a Israel transformaría inmediatamente a la UEFA, de guardiana del “deporte rey”, en un peón político fácilmente manipulable que premia a los terroristas mientras castiga a sus víctimas.
Las comparaciones con la suspensión de Rusia del deporte internacional son engañosas y moralmente reprobables. Rusia invadió a un vecino soberano en una guerra de agresión no provocada. Israel, en cambio, libra una guerra contra Hamas —un movimiento terrorista genocida autoproclamado, dedicado explícitamente a la aniquilación de Israel— que invadió el sur de Israel y en un solo día asesinó en masa a 1.200 civiles, quemó vivas a familias enteras, violó mujeres, secuestró y, dos años después, aún retiene rehenes —muertos y apenas con vida— en túneles subterráneos. La respuesta de Israel es exactamente la que cualquier nación soberana tendría ante una arremetida terrorista del tipo 11-S. Que expertos en medios e influencers desinformados de las redes sociales equiparen la lucha de Israel para erradicar a terroristas asesinos con la apropiación de tierras por parte de Moscú en Ucrania, es un ultraje moral y, como tal, profana la memoria de las víctimas de ambas guerras.
El Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (CDHNU) y sus paneles designados, que han presionado a la FIFA y la UEFA para que veten a Israel, han demostrado durante mucho tiempo un sesgo abrumador contra el Estado judío. Israel ha sido objeto de más resoluciones del CDHNU que Irán, Corea del Norte y Siria juntos. Que estos organismos ahora pretendan defender “la integridad del deporte” es tan cínico como predecible.
Y no olvidemos el impacto humano de semejante decisión. El fútbol es el deporte más popular en Israel. De Haifa a Beer Sheva, de Tel Aviv a Jerusalén, los niños sueñan con vestir los colores de su club, con representar algún día a su selección nacional. La exclusión de las competiciones de la UEFA no castigaría al gobierno de Israel. Castigaría a una generación de jóvenes atletas que no son políticos ni toman decisiones políticas sobre la guerra, sino que se identifican con el espíritu universal del deporte.
¿Acaso a todos los atletas de otros países se los responsabiliza por las decisiones del gobierno del país al que representan? No. Esta draconiana medida es un capítulo más del tsunami de odio al que el Estado judío y sus ciudadanos se enfrentan cada vez más.
Los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia, que inspiran las competiciones modernas, siempre estuvieron por sobre la política. Las guerras se detenían por ellos y, a menudo, se negociaba para evitar conflictos. El deporte actuaba como un puente entre los pueblos. Ese es el espíritu del deporte que ahora corre peligro de extinguirse.
Además, la mitad de los jugadores de la Selección Nacional de Fútbol de Israel son árabes o no judíos, lo que refuta en los campos de fútbol las acusaciones de apartheid contra Israel.
Las normas de la UEFA prohíben explícitamente la politización del deporte. Atacar a Israel sin duda generará corrupción y destruirá esa singularidad que es el Espíritu del Deporte. La UEFA debería establecer una línea roja y rechazar una medida que envalentonaría a terroristas de todo el mundo y a los extremistas que buscan debilitar y, en última instancia, eliminar al Estado judío mediante boicots culturales, académicos y, ahora, deportivos.
Ochenta años después del Holocausto nazi, Europa estaría enviando de nuevo el escalofriante mensaje: los judíos no son bienvenidos aquí.