El Papa estadounidense

La selección rompió todas las predicciones sobre quién se quedaría con la mitra de San Pedro

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El recién elegido Papa León
El recién elegido Papa León XIV (c), Cardenal Robert Francis Prevost de EE.UU. EFE/ANGELO CARCONI

Uno de los cónclaves más cortos del la historia vaticana seleccionó a Robert Francis Prevost, Cardenal de Chicago, para dirigir los destinos de la Iglesia católica. La selección rompió todas las predicciones sobre quién se quedaría con la mitra de San Pedro. De hecho, hasta el 8 de mayo, se decía que los favoritos en las votaciones eran los Cardenales Parolin y Tagle, de Filipinas.

Y si bien la selección del Papa viene por inspiración del espíritu Santo, existen fuerzas terrenales que alientan o desestiman las inspiraciones divinas. Y algunas de estas fuerzas pesan en los cónclaves. Desde el punto de vista estricto de la religión católica, el Vaticano no ignora que mientras las denominaciones cristianas ganan terreno en América Latina, la iglesia católica se reduce entre los menos afortunados económicamente. Tampoco ha pasado desapercibido para el Vaticano el hecho de que la ausencia de controles en las relaciones con jóvenes y niños permitió durante mucho tiempo que se incubaran males como la pederastia, que tanto Benedicto XVI como Francisco enfrentaron con valentía y tacto.

Se abre a ahora una nueva etapa en la que la Iglesia católica crece en dos latitudes con diferente ritmo. Una está comprendida por el territorio de Estados Unidos, donde tiene primacía sobre otras religiones en 36 estados de la unión y donde la feligresía ha crecido en dos millones de almas en el último decenio. Asia sigue a Estados Unidos en materia de crecimiento de la iglesia católica, luego viene África, en cuyo territorio compiten el cristianismo y el Islam. Y por supuesto, son estas las regiones, junto con los Estados Unidos, las que mayores recursos aportan al Vaticano.

En Europa, por el contrario, se observan dos ritmos distintos de crecimiento. Mientras el catolicismo se achica en Francia, España, Italia y Portugal, en países de Europa Oriental crece cada día. De allí que la silla de San pedro tenga que contar entre sus otras muchas virtudes con la de la visión global. Ya la sede de San Pedro ha dejado de ser espiritual e intelectualmente europea, ahora es multicultural y su jefe debe reflejar esa condición.

El papa León XIV reúne en si esta condición porque si bien nació en Chicago, ha pasado casi la mitad de su vida en el Perú. Es obispo de Chiclayo. Allí vivió en la cotidianidad la realidad del multiculturalismo, porque en Chiclayo confluyen el Perú moderno, el precolombino y el selvático. Allí es posible palpar la destructiva cultura que se incuba en la pobreza, la promesa de la redención por la libertad y el trabajo y el sentimiento religioso de un pueblo que, al igual que el resto de América Latina, sólo conoce el subdesarrollo. Pero en Chiclayo también se aprecia el impacto liberador del comercio. La vida en Chiclayo ha preparado a León XIV para comprender mejor las contribuciones que hacen los migrantes a las culturas y las economías locales y para proteger a este sector vulnerable.

La selección del nombre ha sido hecha por admiración y referencia a León XIII, el papa que luchó por los derechos de los trabajadores durante la Revolución Industrial, plasmando esa defensa en la encíclica Rerum Novarum. Posiblemente León XIV logre plasmar en el alma de los gobernantes de este turbulento siglo XXI la misericordia hacia los migrantes y el amor por la solidaridad, entendida esta como una forma de alcanzar el bien común en libertad.