La pelea por El País… de España

Sánchez, como una aplanadora, va a acabar con uno de los símbolos de la democracia española; ese es el tipo de gobernante que hoy tiene ese país, ese es el populismo que acaba con todo y el turno es para lo que antaño fue un referente en el periodismo mundial

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Pedro Sánchez, que ya tenía
Pedro Sánchez, que ya tenía al diario El País a su servicio, no contento con ello ahora está haciendo todo lo posible por quedarse con el control accionario. REUTERS/Juan Medina

Los populistas de todas partes son igualitos, roban y dejan robar a su entorno, pues esa complicidad fortalece los lazos de la cleptocracia que necesitan para gobernar; mienten con total descaro, pues su vocación de poder a cualquier costo lo exige; se victimizan y acusan a cualquier rival de victimario feroz para fingir debilidad, pero tienen el cuchillo listo para clavarlo por la espalda; venden a la mamá, y enciman al hijo si toca, para mantenerse en el poder. Finalmente, cuando ya lo tienen todo, quieren más.

Así son Gustavo Petro en Colombia, Rafael Correa en Ecuador y Pedro Sánchez en España. Este último, y de esto se trata esta columna, que ya tenía al diario El País a su servicio, no contento con ello ahora está haciendo todo lo posible por quedarse con el control accionario. Sí, a Sánchez no le bastó la sumisión de El País a sus intereses durante los pasados 7 años y ahora está en una pelea brutal con los accionistas internacionales para quedarse con el control, y poder construir su canal de televisión, pues no le basta lo que ya tiene a su disposición, los oficiales La 1 y La 2 de la Rtve, la televisión estatal de España.

La historia es esta. El director de Prisa Media, Carlos Nuñez, a órdenes de La Moncloa, así se llama el palacio de gobierno en Madrid, le propone al presidente de Prisa y principal accionista, Joseph Oughourlian, que compren una licencia de televisión para lanzar un canal. Era obvio que esto era una movida política, pues hoy los canales de televisión abierta van en picada y, además, la situación de Prisa y del periódico El País no es buena. Pierden millones todos los años, los salva de una pérdida mayor la cadena de radio Ser, que está volando.

Para el fondo Amber Capital y otros inversionistas, la verdad, este negocio ha sido un desastre económico, pero para su principal accionista le ha significado un gran poder político, favores van y vienen, el diario se arrodilla y se entrega, hasta el punto de que a Oughourlian le facilitaron la compra de un 7 por ciento de la empresa militar y de tecnología Indra. La sorpresa de Sánchez, acostumbrado a que se haga lo que dice y todos se plieguen a su ego insaciable, se volvió vendetta contra su antiguo aliado, quien, por obvias razones, decidió, por ahora, no hacer el negocio.

Sánchez se mueve y comienza a presionar a todos los accionistas para sacar a Oughourlian, quedarse con el control, de paso acabar con la poca reputación que le queda a El Pais, y montar su canal. Lo primero es que cambia el presidente de Telefónica y nombra a un secuaz para presionar a los otros socios de Prisa, en especial a la francesa Vivendi, que tiene el 11.8 por ciento. Telefónica invierte 80 millones de euros en una empresa de Vivendi y les dicen que vendan sus acciones o pierden ese negocio.

Sanchez quiere que sus amigos se queden con Prisa. Si pudiera la compraría, no me cabe la menor duda, pero obviamente lo que le interesa es la influencia de El País y, sobretodo, de la cadena Ser. Sánchez ya piensa en su futuro post política y quiere tener a esos dos medios para defender su legado y para intervenir en política, sobretodo en el PSOE, a través de estos dos medios de comunicación.

FOTO DE ARCHIVO. El multimillonario
FOTO DE ARCHIVO. El multimillonario mexicano Carlos Slim observa durante una Cumbre Mundial de Premios Nobel de la Paz, en Monterrey, México, el 20 de septiembre de 2024. REUTERS/Daniel Becerril TPX IMÁGENES DEL DÍA

La presión no termina ahí. Otro de los accionistas que ya recibe grandes presiones es el magnate mexicano Carlos Slim, dueño del 7 por ciento de Prisa, quien, además, tiene participaciones importantes en FCC, Realia y Metrovacesa, grandes empresas españolas. Sin duda es muy, pero muy presionable, al estilo de lo que pasa en su país, donde los negocios muchas veces dependen de la voluntad del gobernante de turno. Sánchez sin duda ha ‘mexicanizado’ el poder en España, pues ahora todo se negocia, todo se transa; si me ayudas te ayudo, con un descaro absoluto. Sin embargo, la cercana relación de Slim con el histórico líder del socialismo español Felipe González, quien ciertamente no gusta para nada del gobernante populista de España, hace muy difícil que el líder del gobierno se salga con la suya.

Hoy Oughourlian sacó de Prisa a Nuñez, pero aún no sabemos cómo va a terminar esta película. Las decisiones de Vivendi y de Slim están por verse, pero no les debe quedar duda alguna de que si necesitan más presión, incluso con migración e impuestos, la van a tener, pues otros empresarios la han sufrido.

Triste este final de un diario que, sin duda, era el más prestigioso de todos los que se escriben en español. Ya la apariencia de imparcialidad y objetividad había desaparecido, pero esta toma de poder por parte de Sánchez muestra el carácter del jefe de gobierno de España, por un lado, y la tragedia que viven hoy casi todos los diarios del mundo ante la crisis de publicidad y la competencia digital.

Trabajé en El País entre el 2.000 y el 2.002, cuando estaba bajo la dirección de Jesús Ceberio. Me había tocado salir corriendo de Colombia pues las Farc me iban a asesinar. Jesús de Polanco me dio una mano y esos dos años fueron de gran aprendizaje y de gran periodismo. Mis recuerdos son entrañables y me rompe el corazón ver en lo que este diario se ha convertido.

Sánchez, como una aplanadora, va a acabar con uno de los símbolos de la democracia española. Ese es el tipo de gobernante que hoy tiene ese país, ese es el populismo que acaba con todo y el turno es para lo que antaño fue un referente en el periodismo mundial. A mis amigos de El País que aún siguen allí buen viento y buena mar, y a los lectores, que busquen en otro lado, pues periodismo del bueno aún se hace en España.