La coexistencia de gobiernos democráticos con las dictaduras es el mayor peligro en las Américas

El crimen organizado y el populismo antiimperialista han transformado a las democracias latinoamericanas en regímenes subordinados a intereses criminales y geopolíticos

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El dictador de Cuba, Miguel
El dictador de Cuba, Miguel Díaz Canel; el líder del régimen de Nicaragua, Daniel Ortega; el dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, y el presidente de Bolivia, Luis Alberto Arce Catacora llegan al Palacio de la Revolución para asistir a una reunión con representantes del grupo ALBA en La Habana (REUTERS/Norlys Perez)

El crimen organizado no puede coexistir con la seguridad y la prosperidad ciudadana porque su negocio consiste en atacarla y destruirla.

Cuando el crimen organizado controla estados, somete pueblos con narrativa de revolución y asume representación internacional como en Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua, la crisis de seguridad y libertad es permanente, porque los gobiernos democráticos de las Américas coexisten con las dictaduras y, siendo sus víctimas, se convierten en el sostén de sus agresores.

No es posible explicar la existencia de la dictadura de Cuba por 66 años, la de Venezuela por 25 años, la de Bolivia desde 2006 y la de Nicaragua desde 2007 en su segunda etapa, sin una sólida red de simpatías, complicidades, acomodos, arreglos, presiones, negocios, lobbies, concesiones y toda clase de mecanismos que podemos resumir en coexistencia, que significa convivir, cohabitar con el socialismo del siglo 21 (con el crimen organizado).

La historia de las Américas en este siglo está marcada por las dictaduras del socialismo del siglo 21 o castrochavismo que se expandieron a partir de Cuba 1999, cuando Hugo Chávez asumió la presidencia de Venezuela y el “populismo antimperialista” llegó a controlar toda Latinoamérica incluyendo la Organización de Estados Americanos con Insulza.

El castrismo cubano se expandió como castrochavismo bajo el mando de Chávez hasta su muerte, cuando pasó a control del régimen cubano que convirtió a Venezuela en su principal satélite. Este liderazgo permitió a la dictadura jefe reabrir relaciones diplomáticas con Estados Unidos mientras incrementaba en su contra la “guerra híbrida”.

Los paradigmas de libertad, derechos humanos, democracia, lucha contra el narcotráfico, desarrollo sostenible, lucha contra la pobreza y la desigualdad, libre mercado, acuerdos de libre comercio y más -consensuados en la Primera Cumbre de las Américas de 1994- fueron suplantados por el populismo antiimperialista, que inicialmente con el dinero del petróleo venezolano y luego con el de los narcoestados y el crimen -que incluyó el Lava Jato- se apoderaron de las democracias latinoamericanas subordinándolas y en algunos casos destruyéndolas.

A 25 años del salvataje e inicio de la expansión de la dictadura de Cuba, en las Américas hay tres dictaduras reconocidas que son Cuba, Venezuela y Nicaragua y una encubierta que es Bolivia. Las cuatro son organización de crimen trasnacional y detentan el poder con terrorismo de Estado, presos políticos, exiliados, asesinatos, impunidad, corrupción, concentración total del poder, oposiciones funcionales, manipulación de la justicia para reprimir, son bases de China, Rusia e Irán, atacan al Estado de Israel y apoyan al terrorismo, son narcoestados, son “antiimperialistas” y coexisten con las democracias de las Américas.

El socialismo del siglo 21 usa el sistema democrático como el mecanismo de destrucción de la democracia por medio del financiamiento de campañas, la destrucción de organizaciones políticas y líderes, el asesinato de la reputación de líderes, el asesinato físico y una larga lista de crímenes que les permiten “ganar elecciones”. Así imponen “gobiernos paradictatoriales”, que hoy son los de Brasil con Lula da Silva, México con Sheinbaum, Colombia con Petro y Honduras con Xiomara Castro.

Los países que permanecen democráticos y que no tienen gobierno paradictatorial están bajo la permanente amenaza de la violencia, el terrorismo, el crimen común, el narcotráfico, los ataques, las campañas de desprestigio y diferentes expresiones de “guerra híbrida”, que incluye la diplomacia del terror, al principio bien lubricada por el petróleo y el dinero venezolano y que ahora siempre demuestra disponer de recursos.

Las mayores agresiones contra las democracias de las Américas han sido y son el narcotráfico de cocaína agravado por el fentanilo, las migraciones forzadas, la trata de personas, la expansión transnacional del crimen con bandas como el Tren de Aragua, la participación en política local con recursos espurios, el control de medios, los ataques cibernéticos y más. La víctima más notable es Estados Unidos, pero también Perú, Ecuador, Argentina, Chile, Colombia, Panamá, Costa Rica y todos los países de las Américas donde en este siglo se ha multiplicado la prevalencia en el consumo de drogas, se ha incrementado el crimen y ha crecido la pobreza y la inseguridad ciudadana.

Estas agresiones provienen de las dictaduras de Cuba, Venezuela, Bolivia y Nicaragua porque las cuatro son narcoestados y aliados de China que es central en la producción de fentanilo. Cuba, Venezuela y Nicaragua son los mayores expulsores de migrantes por el miedo que producen, pero además son canales para la migración extra continental. El papel del gobierno para dictatorial de México desde López Obrador ha sido de agresión abierta en narcotráfico y facilidades a la migración forzada.

Un largo detalle de las agresiones de las dictaduras a las democracias está contenido en libros, informes, análisis académicos y de organismos de seguridad e inteligencia. La coexistencia de las democracias con el crimen organizado debe terminar y eso es cesar las dictaduras, porque de contrario solo estarán atendiendo los síntomas y no la causa.

*El autor de este artículo es Abogado y Politólogo y Director del Interamerican Institute for Democracy.