Detentadores del poder con discursos populistas y narrativas progresistas violan obligaciones internacionales de lucha contra el narcotráfico y el crimen, y han establecido narcoestados y regímenes de crimen organizado, forzando acciones de autoprotección por parte de países afectados. La expansión de las dictaduras en las Américas como socialismo del siglo 21 y su control sobre gobiernos para dictatoriales, han promovido el crimen y la impunidad, incumpliendo la lucha contra el narcotráfico y el crimen que son obligaciones globales.
La Convención Única sobre Estupefacientes de 1961, la Convención sobre Sustancias Psicotrópicas de 1971 y la Convención contra el Trafico Ilícito de 1988 conforman el sistema internacional de fiscalización de drogas. La Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada Trasnacional de 2000 es un tratado internacional con tres protocolos: para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente mujeres y niños, contra el contrabando de migrantes por tierra, mar y aire, y contra la fabricación y tráfico ilícito de armas de fuego. Todas vigentes y ratificadas por los estados de las Américas.
La Primera Cumbre de las Américas de 1994 estableció “que la democracia es el único sistema político que garantiza el respeto a los derechos humanos y el estado de derecho…”. Determinó que “reconociendo los efectos nocivos que generan el crimen organizado y el tráfico de drogas ilícitas sobre nuestra economías y valores éticos, y sobre la salud pública y la estructura social, nos uniremos en la lucha contra el consumo, la producción, el tráfico y la distribución de sustancias químicas precursoras…”.
La “autoprotección” en derecho internacional es “un medio de defensa que los Estados pueden utilizar para proteger su intereses vitales, basada en la soberanía y se considera legitima cuando se produce un ataque…”.
Los paradigmas al inicio del siglo 21 en el mundo y en las Américas eran la libertad, la democracia, el respeto a los derechos humanos, la lucha contra el crimen organizado y el tráfico de drogas ilícitas… pero en el primer cuarto de este siglo la dictadura de Cuba expandió su modelo en Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador con Correa, y con gobiernos para dictatoriales, llegando a liderar Latinoamérica, controlando la Organización de Estados Americanos hasta 2015 y reabriendo relaciones diplomáticas con Estados Unidos. El crimen organizado que detenta el poder por medio de terrorismo de estado reemplazó la política e implementó prácticas de “guerra híbrida” contra las democracias por medio del narcotráfico, las migraciones forzadas, el crimen, el terrorismo y más.
La guerra hibrida es la agresión “en que se utilizan toda clase de medios y procedimientos, fuerza convencional o medios irregulares (insurgencia, terrorismo, migración, crimen común, narcotráfico, cibernética…)”, es “un nuevo tipo de guerra que da por superada la guerra asimétrica (ejército regular contra fuerza insurgente)”, y que tiene la “ventaja de que el agresor puede evitar que le atribuyan el ataque”. La proclama de Fidel Castro de “usar el narcotráfico como arma de lucha antiimperialista”, la manipulación del “Mariel” y más, son recreadas en el siglo 21 masiva y multilateralmente.
Los gobiernos dictatoriales y para dictatoriales del socialismo del siglo 21 e incluso gobiernos democráticos han establecido la falacia que luchar contra el narcotráfico y el crimen es políticamente incorrecto, con narrativas de pobreza y desigualdad. Mistificaron las causas de la migración para forzarla como elemento de agresión cuando en verdad la provocan con el terrorismo de estado y el miedo. Demostraron que se puede detentar el poder indefinida e impunemente estableciendo narcoestados y liderando el crimen organizado para protegerse a nombre de la soberanía de los pueblos que oprimen.
El socialismo del siglo 21 ha convertido a los narcotraficantes en empresarios, a los asesinos en víctimas, a las víctimas en culpables, a los criminales en políticos y a los capos y jefes de los cárteles en jefes de estado y de gobierno en los países que controla. De esto se trata la suplantación de los paradigmas, la falsificación de los principios y valores.
El desafío de este tiempo para los gobernantes es reconocer y aplicar los paradigmas de libertad, democracia, respeto a los derechos humanos, lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. La aplicación de medidas de defensa por parte de la democracia más importante de la región y del mundo es una señal de que no se puede ser impunemente agredido, pero fundamentalmente un recordatorio que la lucha contra el narcotráfico y el crimen son obligaciones globales extensamente incumplidas que han dañado el orden democrático mundial.
*Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Democracy
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