No nos equivoquemos, la llegada de Donald Trump al poder es una ruptura con el pasado. No son aguas tibias, el gobierno de hoy en Estados Unidos hay que mirarlo, interpretarlo y entenderlo con una nueva lógica, en la cual el nacionalismo es lo primero, la seguridad nacional lo segundo, la libre empresa lo tercero y la libertad lo cuarto.
En ese sentido es que debemos entender cada palabra y cada acción del presidente Trump. Empecemos por lo de Panamá, que es una presión brutal para sacar al gran rival hegemónico, China, de un lugar que ellos consideran estratégico.
China tiene ese canal como un objetivo político y militar, que en el pasado estuvo a punto de conquistar, con el visto bueno de anteriores administraciones norteamericanas y panameñas. Dos empresas chinas, Cosco Shipping y Hutchison Ports, tienen las concesiones de los puertos de Balboa y San Cristóbal, cerca al canal, lo que les da un control importante sobre el tránsito de productos en esa infraestructura, vital para los intereses de ambos países. De eso se trata este mensaje.
Con Venezuela va a ser igual. Va a negociar, no petróleo ni alivios, sino la salida del régimen y su tranquilidad en el refugio al cual vayan, o el costo se va a aumentar brutalmente con medidas que hasta ahora no hemos visto.
Ya logró a punta de presión, y eso que no se había posesionado, el acuerdo en Gaza. Lo mismo va a suceder en Ucrania, donde pueden subirle los costos de manera importante a Rusia y, por ende, puede lograr un acuerdo que deje a todo el mundo descontento, pero que le devuelva la tranquilidad a Europa.
Ese realismo y practicidad, sin ingenuidad, es la que va a permitir grandes cambios en la situación actual del mundo, y todos tendremos que entender esa nueva dinámica donde, entre otros, los europeos van a tener que asumir mucho más la defensa de su territorio. Hasta ahora han ido en coche en materia de defensa y ese mundo se acabó.
Esa actitud utilitaria, realista y práctica es lo que lleva a Trump a frenar la sanción a TikTok durante unos meses. ¿Qué busca? La compra de la empresa por parte de grupos norteamericanos. Ese ejemplo es muy revelador de cómo va a operar este gobierno con los intereses antes mencionados como ejes fundamentales.
Migración y drogas van a ser temas fundamentales, que tienen miradas de seguridad nacional. En el tema de las drogas se viene una arremetida muy grande contra las distintas organizaciones que, la verdad, hoy viven tranquilas en gran parte del continente. Al declararlas organizaciones terroristas el campo de acción se abre de manera importante para acciones abiertas y encubiertas en contra de estos grupos criminales.
Como ya lo dejó entrever con México, además de las acciones militares va a utilizar sanciones comerciales y aranceles contra los gobiernos que no cooperen en la lucha contra las drogas. Obviamente, México y Colombia van a ser los dos primeros casos que va a enfrentar, pues para nadie es un secreto que hoy el vecino al sur de Texas es casi un narco estado, donde los carteles controlan por lo menos la mitad del país e industrias importantes con la del limón y la del aguacate Hass.
Lo de Colombia, ni hablar. El anterior presidente, Joe Biden, acabó con la medición de hectáreas de coca y ahora que la reanuden vamos a pasar de 200 a 300 mil hectáreas por lo menos. Es muy probable que descertifiquen a Colombia en la lucha contra las drogas, y con razón, pues el presidente Petro acabó con el control a los cultivos de coca y con la cooperación en esta lucha, y su paz total les sirvió muchísimo a estas organizaciones criminales que hoy recuperaron el control territorial en muchas de las zonas de coca donde expandieron su negocio, el control territorial y la violencia contra las comunidades. Los empresarios colombianos se deben alistar para sanciones y aranceles que podrían perjudicar sus exportaciones, pues a Petro eso poco le importa, ciertamente menos que la protección a los ‘campesinos’ cocaleros y, por ende, a las organizaciones que se lucran de ese negocio.
En materia de migración tres países van a estar en la mira, comenzando con México y Venezuela. El primero por ser punto de llegada y el segundo por ser el más grande expulsor de ciudadanos que hay hoy en el mundo. En tercer lugar va a estar Colombia, por ser un país de tránsito, con el tapón del Darién y la isla de San Andrés como puntos clave, donde hoy no hay control. Habría que agregar a Nicaragua, que también se ha convertido en parte fundamental del negocio ilegal de tráfico humano que termina en la frontera con Estados Unidos.
Venezuela y Nicaragua seguramente van a tratar de negociar el recibimiento de migrantes expulsados con la aceptación de sus regímenes dictatoriales, algo que ya trataron de hacer enviados de la dictadura de Maduro y que fue rechazado por el equipo de empalme de Trump. Hoy, está migración se ha convertido, por parte de estos países y también de Cuba, en un instrumento de control político, de negociación, de recepción de remesas e, incluso, de apoyo al terrorismo, como la hecho Venezuela con la entrega de pasaporte legales como ciudadanos a agentes iraníes y a miembros de Hezbolá.
El tema de la migración también se va a enfrentar con el tema económico y de competitividad, pues la expulsión masiva generaría inmensos costos para la construcción, la agricultura y el sector de servicios, que hoy no tienen ciudadanos americanos para atender esos frentes.
El gobernador de la Florida, quien anunció una persecución a los migrantes ilegales, tuvo que reversar su política cuando muchos se fueron del estado y se quedaron sin obreros para reconstruir Tampa y el norte de Floridas tras los huracanes del año pasado. Ni hablar de las necesidades del sector de tecnología, que requiere de mano de obra calificada que ve en Estados Unidos su opción de futuro.
Quedan muchos otros temas por analizar, como el de la guerra cultural que, sin duda, fue clave en su elección, una nueva mirada desde la tecnología a la eficiencia del Estado, o los nombramientos ciertamente distintos, como el de Robert F. Kennedy en salud, persona muy critica de un sistema que hoy es el más caro y uno de los más ineficientes del mundo desarrollado.
Ruptura total, para bien o para mal, dicen algunos. Sin embargo, después del desastre del gobierno anterior estoy seguro de que lo que haga Trump va a ser mejor para el mundo, para la economía y, ciertamente, para nuestra región.