
Entre 2019 y 2021 CADAL junto a la ONG Freemuse monitorearon la libertad de expresión artística en América Latina. En 2021, se registraron y verificaron 378 casos que incluyeron asesinatos, detenciones, enjuiciamientos, censura, acoso online y vandalización. De los 378 casos, 206 sucedieron en Cuba.
Uno de los datos registrados es sobre quiénes son responsables de los ataques. En la región, el estado en todos sus niveles es uno de los actores principales. Y a ellos se suman las plataformas sociales y, lamentablemente, la sociedad civil organizada o no, a partir de iglesias y grupos de seguidores políticos. En Cuba, el responsable de los 206 casos fue el estado, incluyendo fuerzas de seguridad, medios de comunicación e instituciones educativas.
La pregunta más importante y más difícil en el monitoreo es por qué. Se tienen que escuchar los argumentos e intentar entender las razones. En América Latina se ve un creciente impacto de la intolerancia política que acompaña conocidas posturas conservadoras. El contenido sobre derechos de la mujer y de la comunidad LGTBI siguen siendo muy rechazados.
En Cuba, 5 casos de censura se relacionaron con contenidos LGTBI en radio y televisión; el resto de los ataques a artistas se produjeron por motivos políticos. Ya en los informes país de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) sobre Cuba de 2018 y 2020, se marcaba la profunda intolerancia del régimen hacia quienes se atrevían a realizar la mínima crítica.
Los ataques y persecución contra artistas no se deben a que son un grupo movilizado y orgánico. Se debe a que el gobierno cubano es un gran dispositivo, para usar el concepto de Foucault, creador de sospechosos y opositores. Para el gobierno todo es disenso.
Si un artista sale a protestar con su cacerola por sufrir 7 horas de corte de luz, es señalado como opositor y sentenciado a 3 años de prisión, como fue el caso del rapero de 20 años Didier Almagro.
Si un artista visual siente empatía por las víctimas de los derrumbes de edificios en La Habana y lo hace público, es perseguido y hostigado. El artista visual Luis Manuel Otero Alcántara acaba de ser condenado a 5 años de prisión por su activismo social a través del arte.
Si un rapero se atreve a dar voz a su propia experiencia de marginalidad producida por el régimen, si hace poesía con lo que lo tocó vivir y ayuda a otros a identificarse, entonces es un enemigo del estado. Maykel Osorbo, uno de los raperos intérpretes de “Patria y Vida”, ha vivido la mayor parte de su vida bajo el sistema disciplinario carcelario del régimen. Recientemente fue condenado a 9 años de cárcel.
Pero más absurdo aún, si un grupo de artistas convocan a leer poesía en una plaza, por ejemplo el poema “Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche”, de José Martí, para homenajear al poeta nacional, pueden ser acusados y detenidos masivamente, subidos a guagas y traslados a diferentes estaciones policiales.
Y si ese día a alguien se le ocurre repartir imágenes de Martí entonces ha cruzado un límite invisible y se convierte en objeto de persecución. A partir de la actividad del 27 de enero de 2021, la historiadora del arte Carolina Barrero fue acusada de “clandestinidad de impresos”. En total, tuvo tres causas abiertas contra ella y más de 200 días de prisión domiciliaria ilegal bajo la vigilancia del estado, además de decenas de detenciones arbitrarias.
Este dispositivo creador de sospechosos y opositores eclosionó el 11 de julio de 2021. A partir de las protestas, los cubanos, todos son sospechosos y opositores. Si se quejan por la falta de comida: opositor. Alzan la voz porque sus hijos no tienen medicinas: opositor. Acompañan a su hermano en su juicio: opositor.
En CADAL se trabaja desde la creencia de que nos toca a nosotros describir la naturaleza del dispositivo y mostrarlo al mundo. Nos toca a nosotros, como ciudadanos del mundo y como argentinos, conocer, describir y denunciar lo que Martí llamaría las “entrañas del monstruo” en todos los niveles que podamos, en la CIDH, en Naciones Unidas, en los medios, en las redes.
Nos toca a nosotros, que tenemos necesidades más que satisfechas, derechos y libertades. Y nos toca especialmente en Argentina porque alguien lo hizo por nosotros en nuestra última dictadura. Alguien lo hizo por mí que nací en la dictadura, lo hizo por mis padres que vivieron más de una, por sus amigos desaparecidos, por los exiliados, por los que se quedaron con miedo, por los que ni siquiera se enteraron.
No seamos cómplices, el arte no es delito y los cubanos necesitan de nuestro apoyo.
*Cecilia Noce es Coordinadora del proyecto defensa de la libertad de expresión artística de CADAL (www.cadal.org)
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