
Al menos cincuenta de los 303 escolares secuestrados en la Escuela Santa María, una institución católica ubicada en la remota comunidad de Papiri, en el estado de Níger (centro-norte de Nigeria), lograron escapar y ya se encuentran a salvo con sus familias, informó el domingo el Reverendísimo Bulus Dauwa Yohanna, presidente de la Asociación Cristiana de Nigeria (CAN) en ese estado y propietario del colegio. La noticia ofreció cierto alivio en medio de la preocupación de decenas de familias tras lo que se considera uno de los mayores secuestros escolares en la historia del país africano.
Según Yohanna, los alumnos, cuyas edades oscilan entre los 10 y 18 años, escaparon de forma individual entre el viernes y el sábado. Agregó que continúan en cautiverio 253 estudiantes y 12 profesores de la escuela, quienes fueron privados de libertad cuando hombres armados asaltaron el centro el viernes. La CAN pudo verificar el número de fugados tras contactar y visitar a varias familias.
Ningún grupo ha asumido aún la autoría del secuestro, mientras las autoridades han desplegado escuadrones tácticos y cazadores locales en la zona con el objetivo de rescatar a quienes siguen retenidos, pero no se han dado a conocer detalles sobre el lugar en el que permanecen ni sobre el modo exacto en que los menores lograron escapar y regresar a casa. Tanto el ejército como la policía de Nigeria no respondieron de inmediato a una consulta de Associated Press.
Yohanna expresó: “Aunque recibimos el regreso de estos 50 niños que escaparon con cierto suspiro de alivio, los insto a todos a continuar con sus oraciones por el rescate y el regreso seguro de las víctimas restantes”.

El ataque a la escuela católica ocurrió apenas cuatro días después de que 25 estudiantes fueran secuestradas en circunstancias similares en la ciudad de Maga, en el vecino estado de Kebbi, aproximadamente a 170 kilómetros de distancia. Ambos incidentes se produjeron en zonas donde bandas armadas utilizan frecuentemente el secuestro con fines de extorsión, aprovechando la débil presencia estatal y policial en comunidades remotas del norte de Nigeria.
La información de la CAN, actualizada tras un ejercicio de verificación, elevó la cifra inicial de 227 víctimas secuestradas a 303 alumnos y 12 profesores, casi la mitad de los 629 estudiantes inscritos en la escuela. El gobernador de Níger, Mohammed Umar Bago, declaró el sábado que el departamento de inteligencia y la policía estaban realizando un recuento mientras su administración, junto con estados vecinos, ordenaba el cierre de todos los colegios. Por su parte, el ministerio nacional de educación dispuso el cierre de 47 escuelas secundarias internas en todo el país como medida preventiva.
La oficina del presidente Bola Tinubu anunció la cancelación de sus compromisos internacionales, incluido su viaje a la cumbre del G20 en Johannesburgo, para atender la crisis. Mientras tanto, Estados Unidos expresó su preocupación: el secretario de Defensa, Pete Hegseth, instó al asesor de Seguridad Nacional nigeriano, Nuhu Ribadu, a identificar acciones urgentes y duraderas contra los episodios de violencia, especialmente los que afectan a comunidades cristianas.
Una empleada de la escuela describió en un vídeo difundido por la CAN el sonido de motocicletas y automóviles la noche del ataque, “hubo fuertes golpes en varias puertas del complejo” y “los niños lloraban”, relató la trabajadora, quien buscaba las llaves del área donde se concentraban los llantos y escuchó a un guardia de seguridad herido mientras la banda se retiraba tras actuar durante casi tres horas, según la diócesis católica local.
Las autoridades nigerianas aún recuerdan el secuestro en 2014 de cerca de 300 niñas a manos de Boko Haram en Chibok, norte del país, algunas de las cuales continúan desaparecidas.
Las bandas armadas, responsables en los últimos años de miles de asesinatos y secuestros en zonas rurales del noroeste y centro de Nigeria, mantienen sus bastiones en extensos bosques que cruzan varios estados occidentales. Aunque su motivación se centra en el lucro económico a través de rescates, los analistas y las autoridades han advertido una creciente alianza entre estos grupos yihadistas del noreste, una tendencia que inquieta a los responsables de la seguridad nacional.
Frente a la inseguridad, padres como la enfermera Stella Shaibu, de 40 años, recogieron a sus hijos de escuelas en los alrededores de Abuja tras recibir órdenes de cierre. “¿Cómo pueden secuestrar a 300 estudiantes al mismo tiempo?”, cuestionó Shaibu en declaraciones recogidas por AFP, criticando la falta de acción efectiva de las autoridades y manifestando su apoyo a una posible intervención internacional.
En otro episodio, el martes anterior, hombres armados atacaron una iglesia en el oeste del país, matando a dos personas y secuestrando a decenas de fieles durante la transmisión en línea de un servicio religioso. Ningún grupo ha reivindicado la autoría de los ataques recientes.
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